jueves, 7 de agosto de 2014

Reflexiones sobre la guerra



Por  Félix R. Guerrero- Si creemos que la guerra es la ruptura del equilibrio entre la razón y la infamia masiva contra la sociedad de los humanos y su entorno, no cabe la menor duda: nos han declarado la guerra. Aquí nos han declarado la guerra a todos: a los árboles, a las quebradas, a los pájaros, a las nubes, al silencio, a la dignidad, a la humildad, a la alegría de vivir, a la historia de los pueblos.


–¡Silencio! Yo soy quien pone agrio el vino y seca los frutos. Yo mato los sarmientos si quieren dar uvas y los reverdezco si deben alimentar el fuego. Tengo horror de vuestras sencillas alegrías. Tengo horror de este país, en el que se pretende ser libre sin ser rico. Tengo las prisiones, los verdugos, la fuerza, la sangre. La ciudad será arrasada y sobre sus escombros la historia agonizará al fin en el hermoso silencio de las sociedades perfectas. Silencio, pues, o lo aplasto todo.
Albert Camus, de La peste

Si creemos que la guerra es la ruptura del equilibrio entre la razón y la infamia masiva contra la sociedad de los humanos y su entorno, no cabe la menor duda: nos han declarado la guerra. Aquí nos han declarado la guerra a todos: a los árboles, a las quebradas, a los pájaros, a las nubes, al silencio, a la dignidad, a la humildad, a la alegría de vivir, a la historia de los pueblos.

No usan misiles, ni gases letales ni infantería ni cañones: usan de armas más sofisticadas y efectivas. Se sirven del engaño y de la obsecuencia. A simple vista estas parecen armas totalmente inofensivas, sin embargo destruyen a quien apuntan, a quien las manejas y al que da las órdenes del ataque. El efecto es espantoso.
Cualquier sociedad que sobrevive de la destrucción total de una guerra convencional, se fortalece en sus heroicos despojos de resistencia y se construye nuevamente. Pero cuando el enemigo ha destruido su moral, sus instituciones, su rebeldía,  su participación ciudadana comprometida y su historia, hay que prepararse para lo peor: la total desesperanza.

Esto que digo, pasa aquí, en la Costa. Las Instituciones del Estado y las Instituciones civiles han sido reducidas a ventanillas serviles al poder político. Ninguna posee autonomía ni capacidad de gestión, mucho menos de reacción. Los niños y los jóvenes caminan estupefactos sin saber qué hacer, donde ir, que modelo seguir.

Algunos pensarán que Lilita queda un poroto en cuanto a declaraciones apocalípticas, que la demencia y las fiebres pesimistas han hecho presa de mis menguados sesos, o que los libros de caballerías y otras insignificancias han dado fin a mi razón, pero el consuelo de tonto me dicta al oído que en todo caso somos unos cuantos los que vemos y pensamos así (y que cada vez somos más, agrega esperanzador).

Algún día, paciente escriba, el Concejo Deliberante deliberará libremente con independencia del Ejecutivo, los ministerios creerán más en sí mismos que en los empresarios truchos, las sapem serán declaradas estafas al erario público e irán presas junto a sus mentores (si antes no se disfrazan de sociedades anónimas o viceversa), y los deportistas no cargarán a sus espaldas el nombre de su amo y los gobernantes dejarán de ser señores feudales del siglo XXI.

Pero todo eso, señoras y señores, no vendrá solo. Habrá que incendiar al cielo si es preciso, como dice el trovador errante.-

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