lunes, 21 de abril de 2014

PASION


Por Félix R. Guerrero - Cruzando el umbral de la fe, el postrer gemido agónico de Jesús Cristo, inmolado de la fe cristiana, pero también mártir de la lucha contra el poder imperial, aun resuena desde el Gólgota hasta cualquier confín de planeta Tierra donde cualquier poder imperialista cobra tributo de sufrimiento y muerte en nombre del poder y la ambición, hoy, a casi 2.000 años de aquella dictadura militar de los romanos.

El anuncio de Jesús sobre la inminencia del Reino de Dios debía necesariamente chocar con el reino establecido y dominante, el imperio romano. Este enfrentamiento queda, en los evangelios, en las sombras. Una primera lectura nos pone siempre en el enfrentamiento que Jesús tiene con el templo, con los escribas, con los fariseos, con los sacerdotes y los herodianos. Incluso da la impresión, en las narraciones sobre la pasión y muerte de Jesús, que el imperio es exculpado, pues Pilato intenta inútilmente dejarlo libre.”

RUBEN DRI, teólogo

Cruzando el umbral de la fe, el postrer gemido agónico de Jesús Cristo, inmolado de la fe cristiana, pero también mártir de la lucha contra el poder imperial, aun resuena desde el Gólgota hasta cualquier confín de planeta Tierra donde cualquier poder imperialista cobra tributo de sufrimiento y muerte en nombre del poder y la ambición, hoy, a casi 2.000 años de aquella dictadura militar de los romanos.

Podríamos decir que la narrativa sobre el proceso y muerte de Jesús como ha llegado a nosotros se configuró como resultado del ataque romano a Jerusalén en el año 70. La consecuencia de este embate fue una tirantez creciente entre la sinagoga y las comunidades cristianas. Este clima de tensión exigió una reivindicación escrita que se plasmó en los Evangelios.

Esta literatura, que asumió con urgencia el relato biográfico de Jesús, estaba destinada a proyectar el conflicto con la sinagoga a la época fundacional cristiana. Sin embargo, los Evangelios varían en sus posturas respecto a la Ley y al rol mesiánico de Jesús, lo cual nos lleva a observar fuertes diferencias entre las iglesias. Es fundamentalmente en los relatos de la pasión, muerte y resurrección donde se plasma de forma evidente la inclinación social, política y por ende doctrinal de cada asamblea.

Desde que la Iglesia cristiana fundada por el pescador Pedro en Roma, capital del imperialismo de aquellos tiempos aporto eficazmente a lacultura occidental y cristiana.

A título de ejemplo, tomaremos en consideración un punto crucial para la formación no sólo de la civilización que aún hoy definimos como “occidental”, sino también para la definición del ámbito cultural-geográfico definido como “Europa”. Se trata de los siglos comprendidos entre el final del mundo antiguo y la Alta Edad Media, en concreto, los siglos VI-VIII, en los cuales y gracias sobre todo a la iniciativa de la Iglesia de Roma, se configuró una primera unidad cultural y política del Occidente.

La más poderosa red de poder del planeta, en la que se amalgamó la política colonialista-esclavista europea, eldescubrimientode America y la Revolución industrial, constituyeron la trágica sucesión de genocidios, esclavitud, sometimiento, destrucción de todas las formas de vida y medio ambiente. La Iglesia de Dios convertida en instrumento de dominación, se va sumando a la pasión del MESIAS, pasión que ciertamente no concluyó con su crucifixión.

El pueblo de Dios de esta parte del mundo, también aporta a la desazón y pasión del Salvador. Todos los años, al conmemorarse la fecha del asesinato de Cristo, se congrega en torno a una roca que vagamente recuerda la fisonomía de más difundido icono de su rostro, prende una vela y luego, sin pena ni conmiseración, recorre la romería situada a pocos pasos de la piedra venerada donde puede participar de una orgía consumista.

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