lunes, 28 de abril de 2014

Escuela Normal: Acampe, desalojo y lo que vendrá


Durante dos días dos cronistas de LA BOCONA visitaron la experiencia del acampe de los alumnos del ISFD Pedro Ignacio de Castro Barros. El convencimiento de los chicos y un reclamo justo frente a un estado sordo a los reclamos pero decidido a reprimir.

Esta historia comienza en el año 2009 cuando el gobierno provincial anuncia a través del diario El Independiente las obras que transformarían a uno de los edificios más significativos de la provincia, por su peso histórico tanto educativo como arquitectónico, en el actual shopping y paseo comercial donde la cultura es una reminiscencia decadente entre la histeria consumista de los negocios top. 


Entonces no hubo ninguna razón que las personas implicadas reconocieran, como si quiera, posibles de dialogar. Hubo propuestas desde la institución, se presentaron recursos de amparo, la idea de que el shoping y la escuela en última instancia podían convivir. La represión también formó parte del comienzo del desenlace  del conflicto que duró un par de meses, hasta enero de 2010, cuando finalmente las carreras de Educación Primaria y Nivel Inicial fueron trasladadas con bastante apuro al edificio donde funcionaba la JUETAENO. A quienes también tuvieron que desalojar cuando en marzo de ese año, el primer día de clases, los alumnos se dieron cuenta de que no cabían en las aulas de la mitad del edificio. Luego de un acampe de más de 20 días, el gobierno trasladó la Junta y el profesorado alcanzó a acomodarse a duras penas ocupando el edificio completo. Por lo menos hasta el 2014.

 

Al momento de instalar el ISFD en el edificio de Copiapó el Ministerio de Educación sabía a la perfección que eso tendría una duración parcial. El edificio ya era una pocilga, inepto para cualquier tipo de actividad intelectual, contaba con aulas sin ventanas, de 3Mts x 3 Mts y lo que se llama un serio déficit estructural. También sabían que el aumento de la matrícula en las carreras docentes no iba a detenerse y que tarde o temprano el lugar colapsaría. Transcurrieron 4 años de una tranquilidad falsa que necesariamente tenía que detonar de alguna manera. 



LA BOCONA llegó al acampe un día después de la represión en la sede de calle Copiapó y un día antes del desalojo del acampe en la puerta del edificio histórico. Los ánimos estaban por las nubes porque los ataques hacen unir hasta las voluntades más diferentes. Igualmente los chicos sabían que ese día (Jueves) o mañana (el viernes) serían nuevamente desalojados del lugar. El segundo desalojo del edificio histórico, contando como primero al de 2009.  A las 1200 más de cien alumnos se mantenían en el acampe. Con más de 20 días en la calle habían aceitado un sistema organizativo bastante eficaz. Un grupo mantenía el ánimo con los redoblantes y el megáfono, un grupo hacía la comida, otro se encargaba de la limpieza. La calle estaba cortada al paso de los autos, pero en los dos días en que nos tocó estar ahí, vimos gente salir y entrar con normalidad de los tres comercios ubicados en la cuadra.  Muchos amigos colaboraban con mercadería. Muchos automovilistas apoyaban con un bocinazo. El PC les prestaba el local partidario para cocinar y usar el baño por lo que las condiciones higiénicas del acampe eran excelentes.

Palpando el desalojo la policía provocaba con una presencia desmedida en toda la cuadra (20 uniformados constantemente y alrededor de 200 para desalojar). Una vecina se preguntaba si no era mejor que la policía en vez de amenazar a los chicos estuviera previniendo el delito en otro lugar.


El jueves se organizó la marcha de repudio a la represión del día anterior. A las 1900 un grupo salió marchando hacia la plaza 9 de Julio mientras otro se quedaba cuidando el acampe. La marcha se hizo desde la plaza, pasando por la casa de gobierno, hasta volver al edificio histórico. Mucha gente se sumó: Padres, vecinos, alumnos de otros institutos, autos que tocaban bocina, el sindicato AMP, diputados de la oposición, gente de partidos políticos. Culminó con un acto en las escalinatas de ingreso al edificio histórico donde hablaron estudiantes. El reclamo: las 15 aulas que el gobierno vació hace 5 años y que permanecen a la espera de negocios inmobiliarios y acuerdos comerciales herméticos, 15 aulas vacías que albergarían digna y justamente a la institución formadora de maestros más antigua de la provincia, 15 aulas que hasta ahora se salvaron de la suerte que corrió el jardín de infantes fundado por Rosario Vera Peñaloza, convertido en un cine comercial administrado por una empresa multinacional.  


El viernes a la siesta finalmente llegó el desalojo previsto por los alumnos y que habían decidido no resistir para cuidar su integridad física de acuerdo a las muestras de la policía en el desalojo anterior. Fue un operativo policial que este cronista no recuerda haber visto en su vida, salvo en un partido de fútbol en La Bombonera donde jugaban Boca y Chacarita. El despliegue de la infantería, agentes, policía con perros fue enormemente desmedido. 200 uniformados, más algunos perros, compusieron el paisaje del desalojo. En pocos minutos los alumnos levantaron las carpas, los gazebos,  los afiches y la calle quedó más limpia que de costumbre. Chicos y profesores, madres con sus bebés, carpas y tambores se refugiaron una cuadra más arriba (local del PC) y organizaron una caravana para mostrarles a los ciudadanos que, a pesar del desalojo, el reclamo sigue siendo instrumentado.

¿Y ahora qué pasa? Hasta el cierre de esta nota no se escuchó una sola voz proveniente del Gobierno o del Ministerio. Los alumnos del ISFD están decididos a no regresar al edificio de Copiapó. El Paseo Cultural Castro Barros parece un fuerte inexpugnable para los sectores populares, impedidos de ingresar por las barreras económicas, ni siquiera para poder desarrollar sus estudios. Más de 400 jóvenes a la deriva, con ganas de estudiar, con necesidad de recibirse, pero sin edificio. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario