miércoles, 30 de abril de 2014

Opinión: A la juventud crítica el gobierno la atiende con palos


Por Alejandro Romero - El violento desalojo que conmovió a la comunidad educativa del Instituto Castro Barros dejó más que claro cuál es la única respuesta del  Gobierno para con el reclamo de los estudiantes, y  no es otra que  el uso de la fuerza, como así  también el disciplinamiento institucional que  se ejerce desde los distintos ámbitos del estado para con quienes disienten o se oponen.

Prueba de ello fue la  intención inmediata de destituir a la Dip. Lucia Ávila, quien al momento del desalojo se encontraba formando parte de un cordón humano para proteger a los alumnos del instituto. Si bien el intento de destitución luego fuera desestimado desde el mismo oficialismo, por no contar con pruebas para iniciar el proceso,  sirve de ejemplo de cómo se ejerce la política cuando se ha perdido la legitimidad.

A pesar de la distorsión y los intentos de  minimizar el conflicto, por parte de los medios oficialistas,  quedo al desnudo ante la opinión pública  una  problemática que lleva  mucho tiempo sin solución,  pero  también  quedó en evidencia  el reflejo   disciplinador del gobierno de Beder Herrera, quien pareciera estar cada vez más lejos de entender o representar a una   juventud con capacidad crítica.

El origen del conflicto fue la precariedad edilicia al que fue confinado el Magisterio, precariedad y hacinamiento que padece desde que fuera compulsivamente reubicado fuera  de la Escuela Normal, actual  paseo cultural, de esto hace ya más de tres años.  Desde entonces las respuestas del Gobierno nunca fueron de fondo, sino mas bien intentos improvisados,  insuficientes para con la realidad acuciante que padece la comunidad educativa donde se forman nada más ni nada menos que los futuros maestros de nuestra provincia.

El pedido de las aulas sin uso de la Escuela Normal  representa una salida natural para los estudiantes y  el inmediato final del conflicto,   pero además  representa una causa más que noble para quienes defendieron el edificio histórico  del autoritarismo de quien lo convirtió  en un espacio comercial. El pedido cobra mayor  sentido  cuando desde  el gobierno no hay respuestas de fondo para con un problema que generó, y el edificio histórico solo cumple un fin comercial,  frivolidad que contrasta con la búsqueda de dignidad de un sector que siente que lo única que hay  son palos o indiferencia.   

Decenas de movilizaciones y abrazos simbólicos al edificio de la Normal no pudieron frenar o hacer desistir al Gobernador de un proyecto que solo encontró legitimidad en el entramado de intereses minoritarios que operan desde las sombras del poder.

Hoy el reclamo por más aulas y menos comercio que hacen los estudiantes exhibe su razón desde las calles, mientras el edificio histórico del magisterio sigue vacio  por dentro, en manos de quienes pretenden hacer de él solo objeto de consumo.

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