La lluvia de la madrugada del miércoles y la foto de
nuestro compañero Pablo Andrada, que por cierto fue muy saludada en el facebook
de la radio, inspiraron a Félix Guerrero. A continuación el resultado del
encuentro con las musas.
La
noche había completado casi, su ornamentación de estrellas cuando nos metimos
al hogar a anochecer con música y lecturas, desentendidos de los quehaceres
climáticos. El sueño había puesto su pesada mano sobre mis párpados, y estaba
ya navegando en el rio fantástico de los sueños, cuando el ritmo sincopado del
goteo me trajo lentamente a la realidad: un, un dos tres, un dos, un… ¿Llueve?
Llueve.
Hasta
que tome plena conciencia de que este
maravilloso fenómeno de la naturaleza estaba con nosotros, la lluvia bailaba
sobre los techos y los arboles, con ritmo de rock. Hera esa misma lluvia que
bailaba sobre el corazón apenado de Neruda en la Isla Negra y la que mojaba las
negras uvas y las reminiscencias de Borges.
Pero
en La Costa riojana, como en toda La Rioja, la lluvia es una fiesta. Una fiesta
para la que casi nunca estamos correctamente preparados. Cuando suena la
advertencia del trueno, pensamos en las débiles defensas del pueblo que debieran contener una
repentina creciente, en las lluvias internas de las casas con techos mal
construidos, en las cosas que quedaron afuera y podría arruinar la lluvia, en
los pájaros sin nido y en los gatos reacios a la mojazón.
¡Los
pájaros! Por la mañana gloriosa, mientras caminaba feliz hacia la panadería
para festejar adecuadamente y con pan caliente la fiesta pluvial, reparé que en
la algarabía de los pájaros había notorias ausencias: no estaban las Reinas
moras ni los Reyes del bosque ¿Qué paso con la monarquía alada? Brillaban por
su ausencia los Horneros y los Pájaros carpinteros ¿Qué pasó con la clase
trabajadora de los pájaros? Ya gravemente alarmado caigo en cuenta que los
Zorzales, pájaros poetas por excelencia también estaban ausentes. Ya mi frugal
desayuno no iba a ser una fiesta. Vencido recité con amargura estos versos de
Juan Ramón Giménez, el poeta dolorido:
Arriba canta el pájaro y abajo canta el agua.
(Arriba y abajo, se me abre el alma.)
Entre dos melodías la columna de plata.
Hoja, pájaro, estrella; baja flor, raíz, agua.
Entre dos conmociones la columna de plata.
(Y tú, tronco ideal, entre mi alma y mi alma.)
Mece a la estrella el trino, la onda a la flor baja.
(Abajo y arriba, me tiembla el alma.)
(Arriba y abajo, se me abre el alma.)
Entre dos melodías la columna de plata.
Hoja, pájaro, estrella; baja flor, raíz, agua.
Entre dos conmociones la columna de plata.
(Y tú, tronco ideal, entre mi alma y mi alma.)
Mece a la estrella el trino, la onda a la flor baja.
(Abajo y arriba, me tiembla el alma.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario