viernes, 1 de febrero de 2013

SOBERANÍA ALIMENTARIA EN LA COSTA


Quemad nuestra tierra. Quemad nuestros sueños. Verted ácido en  nuestras canciones. Cubrid con serrín la sangre de los nuestros, asesinados. Ahogad con vuestra tecnología el clamor de todo lo que es libre, salvaje e indígena.


Probablemente a muchos costeños les parezca raro por lo novedoso esto de la “Soberanía alimentaria”; a otros les resultará dificultoso vincular esta problemática, con la realidad costeña, porque planteamos como una situación problemática al tema de la soberanía y al tema de la alimentación. 

Pero si analizamos un poquito, nos encontramos  que cuando personas o entidades ajenas a nuestros pueblos deciden sobre el uso de nuestros recursos naturales, ya estamos ante un problema de soberanía; cuando reflexionamos sobre nuestros alimentos, caemos en cuenta que los productos alimenticios que se producen en gran escala en el departamento tienen otro destino que el de satisfacer las necesidades alimentarias locales, estamos inmersos en la problemática de la alimentación.

Surgen de esta reflexión las siguientes preguntas, cuyas respuestas las conoceremos con poco esfuerzo: ¿Nos alimentamos bien los costeños?, ¿Estamos mejor alimentados que en los tiempos de las economías familiares?
Como este es un tema muy profundo y extenso, LA BOCONA presenta esta inquietud para instalarlo en nuestras comunidades, con la intención de abrir el debate y buscar las soluciones conjuntamente con toda la comunidad costeña. En esta primera entrega, y a modo de introducción al tema, damos un pantallazo general sobre esta temática:

“El debate sobre los problemas de la agricultura y la alimentación en el mundo globalizado de nuestros días pasa necesariamente por reconocer la confrontación entre dos grandes modelos de desarrollo rural, uno de inspiración neoliberal y otro basado en la economía familiar campesina, fundamentado en la propuesta de la Soberanía Alimentaria. Ambos modelos los encontramos tanto en los países ricos como en los países empobrecidos, rompiendo con las clásicas diferencias norte/sur. 

El  modelo dominante de inspiración neoliberal está impulsado por las grandes empresas transnacionales de la agroindustria y basado fundamentalmente en la producción para la exportación. La lógica de esta concepción es que cada territorio debe especializarse en aquellas actividades que le permita tener ventajas comparativas en relación a otras zonas del planeta en una economía fuertemente globalizada. La prioridad de la agricultura, por tanto, será el cultivo de productos sustituibles para mercados lejanos. Para ello se requiere el uso intensivo de la tierra, el empleo de agrotóxicos, de semillas transgénicas, de maquinaria pesada, etc. La incentivación de la producción agropecuaria hacia la exportación a través de subvenciones promueve que se vendan productos alimentarios en otros mercados por debajo de los costes de producción en el lugar de origen (dumping), hundiendo las economías locales. Ante las situaciones de inseguridad alimentaria en una determinada zona o región se considera que esto no es un problema fundamental y que ya se conseguirán los alimentos necesarios de aquellas zonas donde sea más barato. En este modelo la unidad familiar campesina se convierte en un anacronismo que tiende a la desaparición por ineficiencia.

La expansión del modelo de agroindustria y agro-exportación ha supuesto, de hecho, una agresión frontal contra la agricultura familiar campesina. Para buena parte de la población rural no queda otra alternativa que buscar otras fuentes de empleo, aumentando los procesos migratorios hacia las ciudades o hacia otras zonas donde puedan ser empleados como jornaleros en explotaciones ajenas. También pueden acabar trabajando en empresas maquiladoras o como empleados de enclaves turísticos, las principales industrias que se están impulsando en la actualidad en muchos países del Sur”.

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