Por
Daría Aranda* - “Hay pruebas convincentes de que el
glifosato puede causar cáncer en animales de laboratorio y hay pruebas
limitadas de carcinogenicidad en humanos (linfoma no Hodgkin)” y por otra parte
el herbicida “también causó daño del ADN y los cromosomas en las células
humanas”. De ese modo, la Organización Mundial de la Salud confirmó lo que hace
más de una década afirman pueblos fumigados, vecinos en lucha, organizaciones
sociales y académicos que no responden al sector empresario.
La Organización Mundial de
la Salud (OMS), máximo espacio internacional en materia sanitaria, acaba de
alertar sobre la vinculación del herbicida glifosato (el más utilizado en el
mundo) y el cáncer. Confirmó que existen “pruebas” de que el herbicida puede
producir cáncer en humanos y en animales de laboratorio. “También causó daño
del ADN y en los cromosomas en las células humanas”, alerta el trabajo
científico y detalla que se detectó glifosato en agua, alimentos, y en sangre y
orina de humanos. El glifosato se utiliza de manera masiva en soja y maíz
transgénicos (entre otros cultivos) y desde hace más de diez años es denunciado
por organizaciones sociales, campesinas, médicos y científicos independientes
de las empresas.
300
millones de litros
En Argentina se aplica
glifosato en más de 28 millones de hectáreas, volcando a los suelos más de 300
millones de litros de glifosato cada año. Los campos de soja transgénica, maíz
y algodón son rociados con el herbicida
para que nada crezca, salvo los transgénicos. También está permitido su
uso en cítricos, frutales de pepita (manzana, pera, membrillo), vid, yerba
mate, girasol, pasturas, pinos y trigo. A partir del avance transgénico,
aumentó geométricamente el uso del glifosato, desarrollado y comercializado
inicialmente por Monsanto desde la década del ’70, aunque en el 2000 se venció
la licencia y en la actualidad lo producen un centenar de empresas.
A medida que crecía la
siembra de transgénicos, y mayor era el uso de agrotóxicos, se sumaban las denuncias
por daños a la salud la salud. Caso emblemático de Argentina es el de las
Madres del Barrio Ituzaingó Anexo en Córdoba, que incluso llegó a juicio penal
con condenas para el productor y el fumigador. Y también se sumaron los
estudios científicos que daban cuenta de abortos espontáneos, cáncer,
malformaciones y afecciones agudas, entre otras consecuencias.
OMS
La Agencia Internacional
para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) es un ámbito especializado de la
Organizaciones Mundial de la Salud (OMS). Luego de un año de trabajo de 17
expertos de once países, el 20 de marzo emitió un documento inédito: “Hay
pruebas convincentes de que el glifosato puede causar cáncer en animales de
laboratorio y hay pruebas limitadas de carcinogenicidad en humanos (linfoma no
Hodgkin)”. Detalla que la evidencia en humanos corresponde a la exposición de
agricultores de Estados Unidos, Canadá y Suecia, con publicaciones científicas
desde 2001. Y destaca que el herbicida “también causó daño del ADN y los
cromosomas en las células humanas” (situación que tiene relación directa con el
cáncer).
El IARC-OMS recuerda que, en
estudios con ratones, la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de Estados
Unidos había clasificado al glifosato como posible cancerígeno en 1985 pero
luego (1991) modificó la calificación. Los científicos del IARC consideran que,
desde la reevaluación de la EPA hasta la fecha, hubo “hallazgos significativos
y resultados positivos para llegar a la conclusión de que existen pruebas
suficientes de carcinogenicidad en animales de experimentación” y afirman que
estudios en personas reportaron “incrementos en los marcadores sanguíneos de
daño cromosómico” después de fumigaciones con glifosato.
El documento se llama
“Evaluación de cinco insecticidas organofosforados y herbicidas”. Fue publicado
en la sede del IARC en Lyon (Francia) y remarca que las evaluaciones son
realizadas por grupos de “expertos internacionales” seleccionados sobre la base
de sus conocimientos y sin conflictos de interés (no puede tener vinculación
con las empresas). Publicaron un resumen de dos carillas y en breve estará el
detalle en el denominado “Volumen 112 de las Monografías del IARC”.
En
sangre y orina
La organización
internacional recuerda que el glifosato es el herbicida de mayor uso mundial.
Se utiliza en más de 750 productos diferentes para aplicaciones agrícolas,
forestales, urbanos y en el hogar. Su uso se ha incrementado notablemente con
el desarrollo de variedades de cultivos transgénicos y precisa que el
agroquímico “ha sido detectado en el aire durante la pulverización, en agua y
en los alimentos”. Y reconoce que la población “está expuesta principalmente a
través de la residencia cerca de las zonas fumigadas”. Precisa que el glifosato
se detectó en la sangre y la orina de los trabajadores agrícolas.
Con la nueva evaluación, el
glifosato fue categorizado en el “Grupo 2A”, que significa en parámetros de la
Organización Mundial de la Salud: “Probablemente cancerígeno para los seres
humanos”. Esta categoría se utiliza cuando hay “pruebas limitadas” de
carcinogenicidad en humanos y “suficiente evidencia” en animales de
experimentación. La evidencia “limitada” significa que existe una “asociación
positiva entre la exposición al químico y el cáncer” pero que no se pueden
descartar “otras explicaciones”.
El IARC-OMS trabaja sobre
cinco categorías de sustancias que tienen relación con el cáncer. El “Grupo 2A”
es la segunda categoría en peligrosidad, sólo superada por “Grupo 1”, donde se
ubican, por ejemplo, el asbesto y la radiación ionizante. “Por la nueva
clasificación, el glifosato es tan cancerígeno como el PCB (compuesto químico
que se usaba en los transformadores eléctricos) y el formaldehido, ambos
miembros del Grupo 2A en cuanto su capacidad de generar cáncer en humanos”,
explicó Medardo Ávila Vázquez, de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados.
“Se
debe prohibir”
La publicación de la
Organización Mundial de la Salud fue bien recibida por las organizaciones
sociales y científicos independientes (no vinculados a las empresas). Aunque
también coincidieron en que la OMS tardó demasiado en reconocer los efectos del
glifosato. “Es necesario saludar al IARC y a la OMS por ponerse al día con las
investigaciones científicas. Es muy importante esta publicación, habrá un antes
y un después, ya que fortalece la posición de los que venimos reclamando a las
academias y a los responsables políticos la aplicación y plena vigencia del
principio precautorio (tomar medidas urgentes para proteger a la población”,
reclamó Damián Verzeñassi, de la Cátedra de Salud Socioambiental de la Facultad
de Ciencias Médicas de la Universidad de Rosario. “La OMS lo admitió, ya no
pueden quedar dudas, el problema es mucho mayor de lo que se dice. El glifosato
ha seguido el mismo camino que el endosulfan, el DDT, el cigarrillo y el
Tamiflu”, explicó el investigador de la UNR.
Raúl Horacio Lucero, biólogo
molecular e investigador de la Universidad del Nordeste, llamó a aplicar de
manera urgente el principio precautorio vigente en la ley: “Se debe prohibir ya
la comercialización y aplicación de este veneno”. También lamentó la demora de
la OMS: “Si nos hubieran escuchado hace diez años se hubieran salvado muchas
vidas”.
Otros
agrotóxicos
El IARC-OMS también evaluó
al malatión (herbicida) y al diazinón (insecticidas) como probable cancerígeno
para los humanos (Grupo 2A, al igual que el glifosato). Los insecticidas
tetraclorvinfos y paratión fueron clasificados como posiblemente cancerígeno para
los seres humanos (Grupo 2B, con pruebas convincentes de que estos agentes
causantes de cáncer en animales de laboratorio). Para el Malathion determinaron
la vinculación con daño en el ADNI humano y tumores en roedores.
Monsanto
La empresa Monsanto,
creadora del glifosato (bajo la marca Roundup) y principal señalada por la
denuncias de perjuicios a la salud, siempre defendió su agroquímico en base a
la clasificación de la OMS. La gacetilla institucional, que aún está en el
sitio de Internet, llamado “Acerca del glifosato”, resalta que la OMS lo ubica
como “producto que normalmente no ofrece peligro” y remarca en negrita un
trabajo de 2004 en el que la OMS lo calificaba como “no cancerígeno”.
Monsanto siempre utilizó los
argumentos de la OMS. Pero ayer cambió de opinión: “La IARC ha estado bajo
críticas tanto por su proceso como el sesgo que ha demostrado”. La compañía
acusó a la agencia de la OMS de que su conclusión no es exhaustiva, la
considera “sesgada” y la acusa de no basarse en “ciencia de calidad”. Advirtió
que ya entró en contacto con la OMS para solicitar una revisión del trabajo.
El comunicado de la mayor
corporación del agro mundial sostiene que la clasificación de la IARC-OMS “no
se apoya en datos científicos”. Alcanza con ver el documento oficial de la
Agencia Internacional para la Investigación contra el Cáncer (IARC) para
contabilizar al menos 16 trabajos científicos que confirman los efectos de los
agroquímicos. Se citan investigaciones de 1985 hasta de 2015. No figuran los
trabajos de David Saltamiras ni de Gary Williams, dos científicos que suelen
atacar todo argumento académico contrario a los transgénicos y a los
agroquímicos. No es casual: Saltamiras y Williams son empleados de Monsanto y
por eso sus trabajos no figuran en la evaluación de la OMS.
Monsanto fue la creadora y
mayor comercializadora de glifosato. En el 2000 venció su licencia, lo que
abrió pasó a que otras empresas lo produzcan. En Argentina producen el
herbicida las compañías Syngenta, Basf, Bayer, Dupont, Dow Agrosciences,
Atanor, YPF, Nidera, Nufarm, Red Surcos, Vicentín y Sigma Agro, entre otras.
Carrasco
tenía razón
Según estadística de la
Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe), que reúne a todas las
grandes empresas de agroquímicos, en 1996 (cuando se aprobó la primera soja
transgénica) se usaban en Argentina once millones de litros de glifosato. En
2012 se vendieron 182 millones de litros de glifosato. Desde hace tres años que
Casafe no hace públicas las estadísticas de uso. Sí lo actualizó la Red de
Médicos de Pueblos Fumigados. Afirma que en los campos argentinos se arrojan
320 millones de litros de glifosato por año y trece millones de personas en
riesgo de ser afectadas por el químico.
Andrés Carrasco, jefe del
Laboratorio de Embriología Molecular de la Facultad de Medicina de la UBA e
investigador principal del Conicet, confirmó en 2009 que el glifosato producía
malformaciones en embriones anfibios, incluso en dosis hasta muy inferiores a
las utilizadas en el campo. En 2010 publicó su trabajo en la revista científica
estadounidense Chemical Research in Toxicology (Investigación Química en
Toxicología). Debió enfrentar una campaña de desprestigio por parte de las
empresas, de sectores de la academia y de funcionarios políticos, como el ministro
de Ciencia, Lino Barañao. “Los transgénicos y los agrotóxicos en Argentina son
un experimento masivo a cielo abierto”, solía advertir en disertaciones y
entrevistas. Carrasco, fallecido en mayo de 2014, afirmaba que la mayor prueba
de los efectos de los agrotóxicos no había que buscarlas en los laboratorios,
sino ir a las comunidades fumigadas.
Raúl Horacio Lucero,
investigador chaqueño, le escribió ayer un correo a este periodista: “¿De qué
se disfrazarán ahora los expertos del Conicet que tanto atacaron a Andrés
Carrasco?”.
Viviana Peralta de San Jorge
(Santa Fe), Laura Mazzitelli y Elio Servín de La Leonesa (Chaco), Fabián Tomasi
y Don Julio Ariza (Entre Ríos), Miriam Samudio de Puerto Piray (Misiones),
Sofía Gatica y María Godoy del Barrio Ituzaingó (Córdoba), María Cristina
Monsalvo y Víctor Fernández (de Alberti, Buenos Aires). Una mínima muestra de
quiénes denuncian desde hace años los efectos de los agroquímicos. Fueron, la
mayoría de las veces, desoídos y maltratados por el poder político, judicial y
mediático.
La Organización Mundial de
la Salud comenzó a reconocer que los vecinos de a pie tenían razón.
* Periodista
y escritor
Foto: Andrés
Carrasco y las Madres de Ituzaingó, Córdoba. Las denuncias de vecinas y de
científicos, ratificadas por la OMS Andrés Carrasco y las Madres de Ituzaingó,
Córdoba.
Fuente: http://www.lavaca.org/
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