Pasó
el 8M y el mundo siguió girando. Una interna innecesaria que despertó lo peor
del bederismo expresado en rivalidades absurdas, dádiva indiscreta y
protagonismo individual sobre propuestas de gobierno.
Tanto Casas, Bosetti
y Tineo adelantaron hasta el cansancio que continuarán el proyecto bederista.
La realidad marca y marcó que el dichoso proyecto no ha hecho más que acentuar
el carácter lento del proceso de desarrollo provincial, la desigualdad y la
pobreza. Debió reconocerlo el mismo gobernador en su discurso de apertura de
sesiones legislativas. En la provincia los índices de pobreza alcanzan
porcentajes altos, muy por encima de la media nacional. Aquella Rioja
desarrollada, sin megaminería, sin pobres ni precarizados quedó en los
discursos destituyentes del año 2007. Avanzaron las políticas de generar
desarrollo a gran escala, las SAPEM, utilizando enormes porcentajes del
presupuesto provincial y generando escasos puestos de trabajo directamente
dependientes de la rentabilidad de las empresas y de la demanda. La capacidad
de producción e industrial no avanzó durante la gestión de Beder. Si se suman
las intentonas pro mineras, la inexistencia de una política salarial hacia la
administración pública y el deterioro imparable de los sistemas de salud y
educación tenemos una resumida postal del proyecto bederista.
Este proyecto es el
que los precandidatos se encargaron de difundir lo menos posible y que sin
dudas, de ganar en octubre, seguirán manteniendo. Un proyecto de gobierno con
muchísimo asistencialismo hacia el pueblo, con obras importantes que no supo
aprovechar y con un núcleo de poder en franca decadencia y con una visión de la
política que no le llega a los talones a viejos dirigentes del PJ riojano.
El domingo pasado no
se disputaba fraternalmente la conducción o el liderazgo en el PJ. Se compitió
por la manija y se intentó probar la convocatoria a las urnas del bederismo
después del fatídico 2013, donde casi se les escapa la tortuga. Fue una
elección manipulada desde el gobierno, el partido y los medios de comunicación.
Mucha gente creyó ingenuamente el cuento de que de esa elección salía el
próximo gobernador y asistió a las urnas. Puede que Casas lo sea, pero queda un
largo camino por recorrer.
Para muchos
intendentes oportunistas el 8M fue un cachetazo a sus aspiraciones de poder.
Las elecciones se ganan después de contar los votos. Queda en el fondo de
muchas comunidades una rivalidad dañina para los pueblos, ya que los dirigentes
después de las urnas se abrazaron, se comprometieron a trabajar juntos y se
guiñaron los ojos. Como se ve, en la democracia riojana, no siempre ir a votar
es lo mejor que puede pasar.
Desde ayer los
primeros planos de la noticia fueron ocupados por la tragedia de Villa
Castelli. El pos 8M se apagó en las redacciones de diarios, radios y portales
web. Así nadie se encarga de explicar la curiosa manera del gobernador de sacar
los porcentajes de votación con respecto al padrón general. Sería más fácil si
dijeran que no los votaron tanto como esperaban. Faltan varios meses muy
agitados hasta octubre. Además hay que contar con la participación de los otros
grandes dos tercios de la política provincial.
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