miércoles, 1 de febrero de 2012

La derrota de Felipe Varela y la minería a cielo abierto en el Famatina



El pensamiento colonizado de las elites riojanas
y un repaso por la historia económica de La Rioja.

Por José Ernesto Schulman.
Especial para La Bocona.





                                                                                           “No hay colonizado que no sueñe, cuando menos
                                                                                             una vez al día, en instalarse en el lugar del colono”
                                                                                                                                                       Frantz  Fanon. 1968

La ciudad de La Rioja fue fundada persiguiendo una ilusión. La misma que había traído a los españoles desde tan lejos: encontrar el oro y los minerales preciosos que ya estaban saqueando del Perú y de México. La plata que abundaba en el cercano Potosí y que Juan Ramírez de Velazco buscaba en la región siguiendo los relatos que había escuchado de los primeros habitantes de la tierra americana. El oro y la plata que Juan Núñez de Prado había conocido, cuarenta años antes, cuando llegó hasta las minas de Famatina; las mismas que buscaba Ramírez de Velazco cuando partió de Santiago del Estero un 24 de marzo de 1591, y creyó encontrar cuando entró al valle de Yacampis fundando la ciudad en el sitio equivocado pues su propósito había sido levantarla cerca del cerro Famatina y no al pie del que más tarde llevaría su nombre, que está vacío de “metales[1]

El oro y la plata que los diaguitas producían desde muchos siglos antes que los árabes conquistaran el sur de la península ibérica y continuaban extrayendo luego de la Reconquista de Granada por el Reino de Castilla y Aragón, quienes armaron a Colón para “descubrir” un continente que le llevaba años de ventaja cultural pero inferioridad tecnológica/militar, lo que les posibilitó reducir a miles de sus habitantes a la servidumbre y la esclavitud. Servidumbre que los españoles impusieron a los pueblos originarios por medio de la llamada encomienda que adjudicaba tierras, incluida la población originaria que en ella hubiera (el indio era para el colonizador una cosa como los árboles o los guanacos) y que fuera el origen de tantos pueblos riojanos como: Vinchina, Jagüel, Famatina, Guandacol, Sañogasta, Pituil, Aimogasta, Aminga, Sanagasta, Olta, Atiles y Polco. A pesar de ser básicamente pastores y agricultores, los calchaquíes no aceptaron mansamente la invasión colonial. Resistieron como pudieron durante largos años, y en 1632 gestaron una gran rebelión, que fue aplastada con el terrible saldo de sus pueblos casi exterminados y los pocos sobrevivientes dispersos en “encomiendas”, muy lejos de su hábitat habitual. El cacique Chalimin era su jefe. Siete años resistieron la prepotencia y la  brutalidad de los colonialistas españoles. Eran la encarnación de la profecía de San Francisco Solano quien al irse de La Rioja, cansado de la hostilidad y desprecio con que los españoles respondían sus denuncias, sacudió sus sandalias para no llevarse ni un grano de arena riojana y les gritó en la cara: el que a hierro mata, a hierro perecerá, mataste a los indios, ellos os matarán[2]. El descuartizamiento del cacique Coronillas, en Nonogasta, le había advertido de la crueldad del enemigo, enseñándole a no implorar clemencia a semejantes monstruos, enfrentando con dignidad la muerte cuando le llegó. Primero lo ahorcaron, después lo descuartizaron, su cabeza fue clavada en el rollo de justicia de La Rioja y su brazo derecho en la picota de Londres de Pomán.

El genocidio fue tan brutal, que para fines de siglo XVIII estaban prácticamente desaparecidas las antiguas naciones indígenas de los Olongastas, los Capayanes y los admirables Calchaquies, pueblos incorporados al Imperio Inca y por ello tributarios de sus avances científicos y culturales. Juan Ramírez de Velazco había estimado en 1591 que los tres pueblos sumaban algo así como 32.000 aborígenes; y si sabemos que para 1795 los negros esclavos (importados para  reemplazarlos en las tareas mineras, agrícolas y de servicio) ya superaban en número a los indios, y que en 1820 el total de habitantes de La Rioja apenas superaba los 20.000 individuos de los cuales solo 3.178 eran descendientes de los bravos calchaquíes, podremos entonces comenzar a tener una idea del grado de crueldad y salvajismo con que procedieron los colonialistas españoles con los primeros habitantes de estas tierras, tan lejos del mito (justificador del colonialismo) de la cruz y la espada.



La historia oficial afirma que La Rioja ha sido siempre una provincia pobre, cuya presunta  precaria economía fue destrozada por la rebelión de los caudillos Quiroga, Peñaloza y Varela.  Nada más erróneo: la rebelión montonera tiene su origen en la lucha contra la miseria, la ignorancia y la opresión. Cuando en 1870 muere Felipe Varela (en Chile, poco después de ser derrotado en Pozo de Vargas, privado de agua, como una metáfora del futuro: los pueblos derrotados por el Poder, serán privados del agua)  la “civilización” de la oligarquía porteña había derrumbado la economía del país interior, sometido a sus habitantes y cimentado las bases férreas para la marginación total -social, política, económica- de las mayorías populares. El principal detonante de las guerras civiles argentinas fue la lucha por el mercado interno entre las economías regionales del interior –abandonadas a su suerte y sin protección- y la burguesía mercantil porteña, agente del imperialismo británico.  Quiroga –igual que Chacho y Varela- sostenía el reparto de las rentas nacionales entre las provincias y una política proteccionista para las economías regionales. Si en 1835, tras el asesinato de Facundo, Rosas condenó el tratado de Santiago del Estero por considerarlo preparatorio de la organización federal del país, en 1849 se opondrá a la explotación del mineral del Famatina porque no admitía la autonomía económica de la región a la que quería someter.

En 1863, el mismo año que las tropas porteñas del presidente Mitre, bajo el mando de Sarmiento, asesinan al Chacho Peñaloza (y su cabeza, como la de Juan Chalimin, cortada y exhibida en la plaza pública de Olta), la economía riojana era capaz de producir 49 mil barriles del mejor vino y 1.000 de aguardiente, 5.000 arrobas de pasas de uva y 2.000 de higos, 25.000 fanegas de trigo y también maíz, legumbres, frutos, azafrán, y cochinillas para tinturas. Según Horacio Giberti, en su “Historia económica de la ganadería argentina” la situación económica de La Rioja y Catamarca hacia 1810 era la siguiente: ambas provincias constituían el principal centro proveedor de tejidos de lana y algodón con materia prima propia y sus vinos se distribuían por Córdoba, Tucumán y Santiago. Poseían minas de plata, oro y cobre. Un viajero francés, ocupado en preparar informes para inversionistas, constata que el trigo riojano es de los mejores y que en Anillaco rinde 3,5 veces más que en España o Francia, que se produce buen vino, olivos, naranjas e higos; siendo la primera provincia minera de la Confederación. Es más, hace un análisis comparado entre las ganancias mineras de los Yacimientos de Famatina, de 120 a 150 mil pesos fuertes en 1857 y el presupuesto provincial: 21.570 pesos en 1858, 64 mil en 1870 y -el récord- 109 mil pesos en 1876. Y se pregunta Paoletti en su imprescindible “Cien años de Colonia”[3] ¿Cómo se explica la angustia del erario provincial ante tanta riqueza? para responder con una reflexión que mira cien años de historia, y que sigue teniendo validez cuarenta años después de realizada: Los dueños de la tierra, de las minas, no solo mal contribuyen a la renta provincial sino que, como en el caso de Vicente Almandos Almonacid, asociado a un francés Parchappe, otro agente comercial imperialista, disponía de los fondos provinciales para su propios negocios particulares. Si cambiamos algunos nombres se puede aplicar perfectamente a La Rioja actual y a todo el país: el problema no es tanto el tamaño de la torta, sino el modo en que se distribuye. Aplastada la rebelión montonera, derrumbada la economía regional por el librecambio, con la minería en manos extranjeras y luego convertida en estratégica zona de reserva, la fiebre pedagógica de Sarmiento se convirtió en el arma más apropiada para quebrar el espíritu de rebeldía nacional, en el medio “científico” de reprimir: a los montoneros no había ya que asesinarlos, bastaba que se “educaran” para que durante casi un siglo asistieran pedagógicamente al proceso secular de enajenación y opresión nacional.  La riqueza minera, lo advertía Paoletti en 1970, pasaría a ser una reserva estratégica de la burguesía dominante a nivel nacional, y congelada su producción hasta que Carlos Menem la volvería a poner sobre el tapete en su estrategia de entrega total de las riquezas nacionales, que ahora se designa como neoliberalismo o las políticas de los 90, pero que en tiempos de la euforia menemista, solo era el modo de existencia del capitalismo real, y por ello, aceptado y avalado por toda la burguesía, sus intelectuales y políticos, muchos de los cuales hoy posan de progresistas y transformadores, como el mismo Beder Herrera pretendía lucir al homenajear, sin ponerse colorado, al Obispo mártir Enrique Angelelli.
 
Bien dice el investigador Oscar Páez Oliva[4], al analizar el mecanismo de funcionamiento del estado provincial desde principios de siglo en adelante: La creciente dependencia del Estado provincial y del modelo de sociedad que este promovía en La Rioja con fondos que provenían del Tesoro Nacional (en los ‘70, solo el 8% del presupuesto correspondía a ingresos locales,  en 1994 el porcentaje de recursos propios sobre los recursos totales apenas llegaba al 15,8%, y todavía en el 2007  las cuentas de La Rioja dependían en un 94% de los aportes del gobierno nacional. Alrededor del 75% de los riojanos subsistían gracias a un sueldo del estado, nota del autor) por que no estaban asegurados siempre, ni tenían regularidad anual, iniciaba un mecanismo que se repetiría desde entonces no sólo en el caso de La Rioja sino también en otras provincias del interior: los viajes periódicos de funcionarios provinciales, quienes con un uso en mayor o en menor grado de sus influencias mendigan mayores presupuestos, sobre todo porque el Estado Nacional sufre también crisis recurrentes. Así es como “el antiguo reducto del federalismo agresivo había quedado convertido en una simple dependencia administrativa del poder central. Dependencia que se sostiene y consolida con la subordinación de las grande familias riojanas a la oligarquía porteña, los partidos políticos, la Iglesia y los diarios locales al mismo modelo de dominación y que hoy expresa el gobernador Beder Herrera con sus dichos: los riojanos somos como el hijo vago de la Nación; que nos tienen que estar permanentemente mandando plata porque nosotros tenemos nuestros recursos pero como somos vagos o no queremos; no los explotamos y la responsabilidad de hacerlo bien, seriamente y con compromiso, es nuestra como riojanos esa responsabilidad” y aún más “todas las provincias han encontrado su rumbo en distintas actividades”, Catamarca, San Juan con la minería; Santa Fe, Córdoba y las provincias que forman la Pampa Húmeda con la producción, la soja y demás cultivos, otras lo encontraron en el petróleo y ante esto, instó a que “nosotros tenemos que encontrar nuestro destino”.[5] ¿Será el de la minería a cielo abierto el “lugar en el mundo” de La Rioja.?.  Puede ser que para las multinacionales de la minería que acechan como buitres, y para los funcionarios que reciban la parte del festín (que ahora reclaman aumentar), pero difícil que para el pueblo riojano.

Hay algo que es cierto, desde la derrota de Pozo de Vargas, y la completa sumisión al poder central y su inserción subordinada en el sistema de producción capitalista, la provincia no ha tenido un lugar muy claro ni relevante en los sucesivos modelos capitalistas que sufrimos: el agro exportador, el de desarrollo del mercado interno y el neoliberal. Hagamos un breve repaso.

En el proyecto de desarrollo capitalista agro/exportador, vigente a principios de siglo, La Rioja no tenía asignado ningún lugar importante. Hacia ella no irían los capitales extranjeros que expandían los puertos, los ferrocarriles y los frigoríficos (complementarios de la producción ganadera y las explotaciones agrícolas de la Pampa Húmeda); hacia ella tampoco se dirigirían las principales corrientes inmigratorias animadas por proyectos colonizadores subvencionados por el Estado y los empresarios extranjeros que transformarían la ciudad de Buenos Aires y la campiña de la Pampa Húmeda en lugares densamente poblados. Llegarían solo algunas inversiones muy puntuales: para construir el Cablecarril que conectaba el distrito minero La Mejicana con Chilecito o para la construcción del ramal férreo desde Deán Funes (Córdoba) también hasta Chilecito. Inversiones pensadas para hacer más rentable la extracción del mineral de Famatina, que no tuvieron el efecto buscado y por eso, prácticamente hacia 1908 cesó la explotación minera en la provincia. Acaso la única función de La Rioja en el modelo agro exportador fue la de aportar el quebracho y el algarrobo para la extensión de las vías y el combustible de las locomotoras. Los obrajes forestales tuvieron su apogeo entre 1912 y 1918 debido a la valorización de la madera y los ínfimos salarios que se pagaba a los trabajadores. Sobre la tala irracional de los bosques, sobrevino la erosión que alejó las lluvias, y sobre las largas y sedientas huellas de la erosión siguieron circulando todavía un tiempo más los trenes cargueros. Pero ahora traían agua para las llanuras resecas y se llevaban riojanos fuera de la provincia. La rapiña de los ingleses trajo el desierto a La Rioja en las primeras décadas del siglo XX, ¿qué efectos traerá la rapiña minera en el siglo XXI?

Mientras la parte “rica” del país desarrolló industrias en procura de la sustitución de importaciones, ya sea bajo el gobierno peronista o los intentos desarrollistas posteriores (Frondizi, 1958/62 y en parte Onganía/Krieguer Vasena, 1966/70), La Rioja había seguido en la postración sumida por la derrota de los caudillos y la consolidación del proyecto liberal de la Generación del ´80.  Instalada la idea-fuerza de que La Rioja es pobre desde siempre y por naturaleza se fue gestando una ideología típica del colonizado: las víctimas (el pueblo riojano) se convierten, por mérito de este discurso, en el culpable de su propia miseria, por lo cual debe “mendigar” al poder central un tratamiento especial. Digo, lo que hoy repite con alardes de pensador original el gobernador riojano.  En 1979, el gobernador/interventor puesto por la dictadura de Videla, el Comodoro Llerena sancionó un decreto/ley, el 22.021 de promoción industrial, que con retoques de distinto tipo se mantuvo vigente hasta finales de los`90, teniendo su época de oro en el primer período del segundo gobierno de Menem en la provincia (1983/ 1987).¿Cuál era la filosofía de la ley 22.021, que continuaba una anterior, la 17247 de otro interventor, Guillermo Irribaren (1967/1971)?  La misma con que el Cabildo de Catamarca pedía trato extraordinario en 1692 para La Rioja y Catamarca: por supuestas razones naturales y desventajas geográficas (árida, montañosa, alejada de Buenos Aires y el litoral): la región es pobre y no tiene capacidad de superar ese estado de postración sin ayuda externa, decían, dando vuelta la historia: la región fue empobrecida por obra de la intervención de la oligarquía porteña y el capital extranjero. Empobrecimiento que perpetua la desigualdad interna entre un puñado de familias oligarcas, dueñas de la tierra desde que los españoles despojaran a los diaguitas, entregándoselas en encomiendas, que lucran con la pobreza de la provincia. Esa es una peculiaridad de la burguesía riojana: cuánto más pobre la provincia, más dádivas recoge y más dinero ingresa a sus voraces bolsillos.

 La historia de La Rioja nos muestra que, a medida que se consolidaba y expandía el Estado nacional, crecía la dependencia del Estado provincial. Es interesante notar que, en general las obras y los servicios financiados por la Nación no contribuyeron a revertir o modificar ni la estructura productiva ni el modo de inserción de la provincia en el concierto nacional. La historia de la promoción industrial y el trato preferencial logrado, en distintos niveles por cierto, desde fines de los 70 así lo demuestra. Todavía en 1994, la provincia solo cubría con recursos propios el 15,9% del gasto, la incidencia de los servicios públicos (actividad administrativa estatal provincial y municipal) era del 32,8 % del producto bruto geográfico y en la capital de la provincia el 54,5 % de la población ocupada (es decir uno de cada dos personas que trabajaban) lo hacía en el sector público, solo un 14,3% lo hacía en la industria y un 7,4% en la construcción. Si unimos dos de estos datos: 15,9% del presupuesto cubierto con fondos propios y 54,5% de la población de la ciudad de La Rioja ocupada en empleo público, veremos como la debilidad estructural  se mantuvo a pesar de los ingentes recursos que el menemismo volcó sobre la provincia en forma de ATN (Aportes del Tesoro Nacional), subsidios, exenciones impositivas (al olivo, el pistacho, etc.)  y créditos blandos para salvar empresas quebradas, jubilaciones de privilegio, etc. que solo han servido para enriquecer a unos pocos generando una dependencia económica, muchas veces transformada en política por medio de las viejas prácticas del clientelismo y la corrupción.

Es que entonces La Rioja tampoco tuvo lugar en el modelo neoliberal gestionado por Menem? En principio, formalmente, es así, y si revisamos los elementos fundantes del “modelo” económico de Menem, parecen que son todas en contra de una provincia como La Rioja.  Sin embargo es obvio que las cosas en La Rioja no han sido igual que en Formosa o en Salta durante esos años. La esencia del sistema de conducción menemista lleva en sí mecanismos de corrupción, de clientelismo político, de intercambio de favores y todo tipo de transas semisecretas, semioficiales que han volcado sobre el territorio provincial una lluvia de empleos nacionales, subsidios, jubilaciones de privilegio, extrañas inversiones como la pista de Anillaco o los créditos de la curtiembre Yoma. Todo esto nos lleva a proponer como tesis que La Rioja ha tenido un lugar específico en el modelo menemista: proporcionar una línea de cuadros que pudo pasar de las dimensiones pueblerinas en su formación a la dirección de buena parte del aparato estatal nacional. Esta línea de cuadros ha actuado como un distribuidor de beneficios (no importa aquí si legales o ilegales), públicos y privados, que han disimulado para una parte de la población la parálisis y la falta absoluta de ideas de sus dirigente.

Las declaraciones del gobernador y las cifras proporcionadas más arriba: Las cuentas de La Rioja dependen en un 94% de los aportes del gobierno nacional. Alrededor del 75% de los riojanos subsisten gracias a un sueldo del estado”[6] confirman que en todo caso la “viveza riojana” de Menem y su corte sirvió para enriquecer un pequeño grupo que conforma la élite riojana, ayer menemista, hoy kirchnerista, mañana con la camiseta del que le asegure la cuota presupuestaria que reproduzca un sistema de dominación que no inventaron ellos sino Mitre y Sarmiento luego de la derrota de Varela en Pozo de Vargas. Y esa continuidad de un mismo proyecto se verifica de un modo cristalino en el tema de la minería.  Ya hemos dicho que los pueblos originarios extraían minerales del Famatina mucho antes de la llegada del invasor español y que todavía para finales del siglo XIX seguía “alimentando” la provincia, sin daño ecológico alguno y con trabajo para los pobladores y que fue una decisión política: dejar sin recursos a La Rioja vencida, la que lleva a la disminución de la producción y la total parálisis en 1908. Veamos ahora como la elite riojana, consuma el  mandato imperial de activar, para los colonialistas internos y extranjeros la riqueza secular, pero ahora, con la forma de minería a cielo abierto, con el uso de cianuro y otros tóxicos, que destruyen el medio ambiente, casi no generan trabajo en la zona y aseguran el usufructo de la riqueza para otros.

Fueron riojanos los autores de la creación de uno de los mecanismos más perversos y entreguistas de la historia. Los hermanos Gioja en el Parlamento y Carlos Maza desde la secretaría de Minería de la Nación. Beder Herrera se formó con ellos y fue vicegoberandor cuando le tocó el turno de gobernar la provincia a Maza.  Las primeras leyes mineras se votaron en 1993. La más importante fue la de Inversiones Mineras Nº 24.196/93, que fijó el marco general de las demás: las mineras gozan de estabilidad fiscal por 30 años; están exentas del pago de cualquier tipo de impuesto nacional, provincial y municipal, al cheque y al gasoil; deducen de ganancias todas sus inversiones e importan libremente insumos y bienes de capital. Como la tasa de ingresos no les resultaba suficiente, José Luis Gioja impulsó la ley Nº 25.161/99, a fin de deducir del 3 por ciento de regalías todos los costos operativos a partir de la boca de mina: molienda, refinación, transporte y seguro hasta puerto de destino y así las provincias comenzaron a recibir un mísero 1 al 1,5 por ciento. Sin control público alguno y a simple declaración jurada, los megayacimientos exportan sumas millonarias: Alumbrera produce al año 700.000 onzas de oro y 190.000 toneladas de cobre que a valores de hoy son u$s 2000 millones aproximadamente. Lo que les cuesta contestar a los Gioja es ¿por qué con tanta riqueza las provincias mineras –igual que las petroleras– siguen en la pobreza y están con déficit fiscales que las obligan a endeudarse? Recordemos que la minería es el único sector de la producción que exporta sin obligación de ingresar al país las divisas de sus ventas y son premiadas con reintegros del Estado que van del 2,5 al 7,5 por ciento de sus exportaciones. El método es más eficaz que el viejo colonialismo de Potosí porque ahora les pagamos para que se lleven todo, con el agravante que la cultura de rapiña que se generó en la época menemista consiente el saqueo de la minería a cielo abierto, contaminante del medio ambiente y con baja demanda de empleo local[7]. 

Cierto, pero también son riojanos los que hoy enfrentan el intento de saquear el Famatina con graves consecuencias para el medio ambiente de aquella región y el país todo. Como hace ciento cuarenta años, alrededor del Famatina se libra una batalla de clase y en defensa de la identidad y la soberanía nacional. En la batalla de Pozo de Vargas, Felipe Varela, aquel que se había opuesto a la guerra de conquista del Paraguay, nominada como Guerra de la Triple Alianza para encubrir el genocidio al que sometieron  a la nación paraguaya (quedaron vivos no más de 115 mil paraguayos, muriendo no menos del 60% del total de la población y el 90%! de la población masculina) fue derrotado por los fusiles porteños de las tropas de Mitre; hoy la batalla se da fundamentalmente en el terreno de las ideas y todavía no está claro si prevalecerán los herederos de Mitre, algunos de ellos actuando desde el propio Estado nacional y provincial, aliados con poderosas fuerzas extranjeras, para saquear el país; o los herederos de Varela, el Chacho y Quiroga, de esa Rioja que resiste que contó en sus filas a personajes tan brillantes y conmovedores como el Obispo Angelelli o Alipio Paoletti. En  batallas como esta, no solo se juega el futuro del país, sino también el pasado. ¿Quiénes serán los modelos para las futuras generaciones riojanas: Menem y Maza, Beder Herrera y el Comodoro Estrella (jefe militar que ordenó el asesinato del Obispo Mártir) o los caudillos del siglo XIX y los luchadores sociales del siglo XX que hoy reviven en las luchas populares?

Tiene razón el gobernador riojano: lo que está en juego es el lugar de la provincia en la historia, del lado de la claudicación y la entrega o de la ética, la lucha y la verdadera independencia nacional. El pueblo riojano tiene la palabra. Los luchadores por los derechos humanos, estamos a su lado.



[1] .Félix Luna, Planes para La Rioja colonial, citado por Ricardo Mercado Luna en “La Rioja de los hechos consumados”, pag.20
[2] testimonio del padre Manuel Núñez recogido por Raúl Bazán en su Historia de La Rioja, pag.93 y citado por Ricardo Mercado Luna.

[3] escrito en 1970, a cien años de la muerte de Felipe Varela, fue reeditado por la Asociación de Maestros Primarios de La Rioja en 1997, es un ensayo de inquietante actualidad sobre la historia de La Rioja
[4] “La economía de La Rioja y el impacto de la ley 22021”,  citado en “La Rioja que resiste”, datos ya consignados.
[5] “El Independiente” digital del 26/01/2012
[6] La Nación. 8 de abril del 2007. “Estado rico, provincias pobres”. Luis Moreiro
[7] sobre la base de un texto de Pagina 12 del 2 de enero de 2010; sobre los efectos contaminantes de la minería a cielo abierto es lo que más se ha escrito, por lo que he preferido abordar otros aspectos, acaso menos difundidos de la cuestión.

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José Ernesto Schulman
Secretario nacional de la
Liga Argentina por los Derechos del Hombre

2 comentarios:

  1. Brillante articulo del escritor, historiador y militante , amigo de La Rioja, a la que de tanto en tanto visita, llevándose impresiones y material para un libro.

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  2. sara mendez sciurano7 de febrero de 2012, 15:45

    Muy buena la nota!! felicitaciones

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