Por Félix r. Guerrero
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Aventurarse es viajar al terreno de lo desconocido, a espacios de los que no
sabemos si al regreso (si es que regresamos), algo vital habremos perdido
a cambio de un vellocino de oro
ilusorio. Pero esta vida que tenemos nos impele a la aventura o a vivir
eternamente con la derrota del que nunca arriesgó nada. Ese es nuestro destino
en cualquier territorio al que nos aventuremos. He aquí un libro que nos dice
claramente de que hablamos cuando articulamos “Aventura”.
La
presentación de un libro en Anillaco, esta pequeña villa riojana que cobró
notoriedad desde la aparición de un
presidente de la república nativo de estas tierras, sembró connotaciones particulares y curiosas: el
libro presentado recientemente en el CRILAR, refiere la evolución de un
investigador de biología que en la madurez de su carrera se abocó, entre otros
tópicos al estudio de la vinchuca, agente transmisor del mal de Chagas que
azotó desde tiempos inmemoriales a esta región y que hoy está controlado
gracias al trabajo científico y técnico.
Lo
particular y curioso del caso, tiene que ver con la aparición de un centro
científico dependiente del CONICET en este ignoto lugar. Capricho político o
emplazamiento estratégico, lo cierto es que la sociedad “costeña” mira con
estático orgullo e insaciada sorpresa el deambular y quehaceres de los
“científicos”, esos bichos raros de cuya existencia teníamos noticia distante.
El
doctor David Gorla, ha dejado por un momento los asépticos y despersonalizados
informes y publicaciones científicas para convertirse en novel narrador de un
libro anecdótico que da cuenta de la naturaleza mortal y vulnerable de estos
trabajadores empeñados en develar los misterios de la vida y la relación de los
seres vivos y sus ecosistemas, con los seres humanos.
El
libro advierte acertadamente que el motor que convierte al humano profano en
investigador científico, es la curiosidad, es decir la no superación de la edad
de los “porqués” con la que todos hemos fastidiado a nuestros mayores a la temprana
edad de aprendices de científicos (El primer chispazo de curiosidad).
Tapa del libro |
Luego,
esa curiosidad, partiendo de “intuiciones a priori” descubre un “problema a
resolver”´, ha de plantearse una hipótesis y ya tenemos un Quijote
contemporáneo dispuesto a jugarse la
vida en sus investigaciones. Por eso un investigador ha de ser apasionado,
riguroso en los métodos que aplica y pertinaz en sus búsquedas.
El
Crilar es una realidad, está entre nosotros en un proceso de asimilación
ambivalente: lentamente, la interacción con la sociedad costeña, riojana y
regional se está dando. Este libro, es un aporte importante para el
conocimiento y valoración del trabajo científico.
Por
ello no voy a explayarme más sobre el desarrollo de este “desandar de los
caminos de la investigación científica” por dos causas principales: la mayoría
de los costeños los hemos visto actuar “in situ” en sus trabajos de campo y por
otro lado, les privaría del placer de leer al libro y vivenciarlo personalmente. Y si estas dos
razones resultaren insuficientes, tengo una tercera de carácter preventivo: no
deseo ser acusado de plagio por su autor y coautora.
Puedo
aportar, en cambio una inquietud relacionada con el desarrollo de las ciencias
biológicas y la ciencia en general, desde una perspectiva crítica: este enorme
desarrollo ha traído hasta el presente dos consecuencias. Por un lado ha
aportado muchísimo para la preservación
de la vida humana cooperando con la medicina y la ingeniería agronómica (entre
otros aportes), pero ha producido como “daños colaterales” y tras la ruptura de
la ética científica en casi todos los campos del conocimiento humano, ha contribuido a la desaparición de
incontables especies animales y vegetales, como así también de sus ecosistemas.
El planeta Tierra, su exósfera incluida, están en una inédita crisis
biológica-ambiental a causa de que el poder político- financiero-empresarial
mundial que usa de la ciencia en general para un irracional afán de lucro.
Como
colofón, cabe preguntarse: ¿Están las ciencias sociales, en particular la
economía, las ciencias políticas, las ciencias de la educación fundadas en una
adecuada comprensión de la naturaleza del proceso de aprendizaje humano, de lo
que determina la diversidad de las conductas humanas? Y, si no lo están,
¿Podrían llegar a estarlo? Es decir, ¿Podría el ser humano desarrollar una
teoría capaz de dar cuenta de los procesos que generan su propia conducta,
incluida la conducta auto-descriptiva o autoconciencia?
No
será vano hacer este ejercicio reflexivo sobre nuestra condición de observador
observado críticamente por sí mismos, si somos capaces de observarnos
críticamente.
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