martes, 1 de octubre de 2013

AVENTURAS DE UN BIÓLOGO (Y DE LAS CIENCIAS BIOLÓGICAS)


Por Félix r. Guerrero - Aventurarse es viajar al terreno de lo desconocido, a espacios de los que no sabemos si al regreso (si es que regresamos), algo vital habremos perdido a  cambio de un vellocino de oro ilusorio. Pero esta vida que tenemos nos impele a la aventura o a vivir eternamente con la derrota del que nunca arriesgó nada. Ese es nuestro destino en cualquier territorio al que nos aventuremos. He aquí un libro que nos dice claramente de que hablamos cuando articulamos “Aventura”.

La presentación de un libro en Anillaco, esta pequeña villa riojana que cobró notoriedad  desde la aparición de un presidente de la república nativo de estas tierras, sembró  connotaciones particulares y curiosas: el libro presentado recientemente en el CRILAR, refiere la evolución de un investigador de biología que en la madurez de su carrera se abocó, entre otros tópicos al estudio de la vinchuca, agente transmisor del mal de Chagas que azotó desde tiempos inmemoriales a esta región y que hoy está controlado gracias al trabajo científico y técnico.

Lo particular y curioso del caso, tiene que ver con la aparición de un centro científico dependiente del CONICET en este ignoto lugar. Capricho político o emplazamiento estratégico, lo cierto es que la sociedad “costeña” mira con estático orgullo e insaciada sorpresa el deambular y quehaceres de los “científicos”, esos bichos raros de cuya existencia teníamos noticia distante.

El doctor David Gorla, ha dejado por un momento los asépticos y despersonalizados informes y publicaciones científicas para convertirse en novel narrador de un libro anecdótico que da cuenta de la naturaleza mortal y vulnerable de estos trabajadores empeñados en develar los misterios de la vida y la relación de los seres vivos y sus ecosistemas, con los seres humanos.

El libro advierte acertadamente que el motor que convierte al humano profano en investigador científico, es la curiosidad, es decir la no superación de la edad de los “porqués” con la  que todos hemos   fastidiado a nuestros mayores a la temprana edad de aprendices de científicos (El primer chispazo de curiosidad).

Tapa del libro
Luego, esa curiosidad, partiendo de “intuiciones a priori” descubre un “problema a resolver”´, ha de plantearse una hipótesis y ya tenemos un Quijote contemporáneo  dispuesto a jugarse la vida en sus investigaciones. Por eso un investigador ha de ser apasionado, riguroso en los métodos que aplica y pertinaz en sus búsquedas.

El Crilar es una realidad, está entre nosotros en un proceso de asimilación ambivalente: lentamente, la interacción con la sociedad costeña, riojana y regional se está dando. Este libro, es un aporte importante para el conocimiento y valoración del trabajo científico.

Por ello no voy a explayarme más sobre el desarrollo de este “desandar de los caminos de la investigación científica” por dos causas principales: la mayoría de los costeños los hemos visto actuar “in situ” en sus trabajos de campo y por otro lado, les privaría del placer de leer al libro  y vivenciarlo personalmente. Y si estas dos razones resultaren insuficientes, tengo una tercera de carácter preventivo: no deseo ser acusado de plagio por su autor y coautora.

Puedo aportar, en cambio una inquietud relacionada con el desarrollo de las ciencias biológicas y la ciencia en general, desde una perspectiva crítica: este enorme desarrollo ha traído hasta el presente dos consecuencias. Por un lado ha aportado muchísimo  para la preservación de la vida humana cooperando con la medicina y la ingeniería agronómica (entre otros aportes), pero ha producido como “daños colaterales” y tras la ruptura de la ética científica en casi todos los campos del conocimiento humano,  ha contribuido a la desaparición de incontables especies animales y vegetales, como así también de sus ecosistemas. El planeta Tierra, su exósfera incluida, están en una inédita crisis biológica-ambiental a causa de que el poder político- financiero-empresarial mundial que usa de la ciencia en general para un irracional afán de lucro.

Como colofón, cabe preguntarse: ¿Están las ciencias sociales, en particular la economía, las ciencias políticas, las ciencias de la educación fundadas en una adecuada comprensión de la naturaleza del proceso de aprendizaje humano, de lo que determina la diversidad de las conductas humanas? Y, si no lo están, ¿Podrían llegar a estarlo? Es decir, ¿Podría el ser humano desarrollar una teoría capaz de dar cuenta de los procesos que generan su propia conducta, incluida la conducta auto-descriptiva o autoconciencia?

No será vano hacer este ejercicio reflexivo sobre nuestra condición de observador observado críticamente por sí mismos, si somos capaces de observarnos críticamente.




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