Por
Pablo Imen (*) – El mejor homenaje que podemos hacer, sin
dejar de llorar su ausencia, es continuar su brega y sus construcciones.
Recuperar su legado, hacerlo vivir en nuestro sentipensar, en nuestro hacer, en
nuestro decir. En palabras de Eduardo Galeano: “Crear y luchar son nuestra
manera de decir a los compañeros caídos: tu no moriste contigo”. La memoria de
tu lucha alumbrará las pedagogías que apuntalarán la segunda y definitiva
independencia de Nuestra América. ¡Hasta la victoria siempre, compañera Stella!
El 12 de octubre pasado, fue
el escenario de una gigantesca revancha nuestroamericana: el pueblo boliviano
votó masivamente por un presente y un futuro de justicia, igualdad y
emancipación.
Que haya sido a 522 años de
la llegada de los conquistadores al continente da cuenta de la longitud de las
batallas históricas donde se juegan cosas importantes. Y de los simbolismos que
la lucha anticolonialista, antiimperialista y socialista presagia entre vientos
de cambio, sin que, por ello, el éxito esté asegurado de antemano.
Stella Maldonado era una
explícita admiradora del proceso político y cultural que atraviesa Bolivia y lo
consideraba una verdadera vanguardia civilizatoria -y en un sentido amplio
pedagógico- de la gran transformación en que están empeñados nuestros pueblos.
Escribo estas líneas el 13
de octubre, jornada que comenzó para mí con la serena exaltación o la
entusiasta esperanza del triunfo de Evo Morales. Pero esa alegría se mutó en un
telón de profunda tristeza en horas del mediodía.
En ese momento recibí un
mensaje comunicándome que Stella Maldonado, la entrañable secretaria general de
CTERA, incansable luchadora por la educación pública, popular y emancipadora,
tozuda constructora del Movimiento Pedagógico Latinoamericano, nos había dejado
tras duras semanas de una lucha que no eligió pero que libró con la misma
actitud y los mismos gestos que caracterizaron su vida pública y privada. Con
la misma dignidad con la que vivió, partió Stella, en un silencio tan
estruendoso como conmovedor.
Se arremolinaron en mi
cabeza recuerdos, sentimientos, pensamientos entreverados y necesité ir
clarificando el dolor de la pérdida, la sensación de que la pérdida de Stella,
tan lúcida, tan combativa, tan consecuente era un verdadero acto de injusticia
vital.
Nos vimos por última vez en
el VI Congreso Popular por la Educación Pública de la Asociación de Maestros y
Profesores de La Rioja (AMP), en los días 8 y 9 de agosto de este año. Recuerdo
su aguda intervención en un panel en el que proclamaba el nuevo tiempo
latinoamericano, las ingentes tareas de construir una educación emancipadora,
el papel irrenunciable de un sindicalismo de liberación, capaz de transformarse
para contribuir a transformar.
Conservo en mi retina, sin
esfuerzo, su erguida postura, la mirada al frente y denunciando las
pervivencias mercantilistas y tecnocráticas en el campo de la educación y la
voluntad colectiva de desafiar la lógica de las pruebas estandarizada para
construir otro modelo de enseñar y aprender.
No se trataba sólo de
cuestionar el viejo orden pedagógico, sino de crear un nuevo en el cual los
trabajadores de la educación tenían mucho que decir, mucho que hacer, mucho que
sentir. No era esta tarea, sin embargo, atribución de los maestros solamente,
sino que se trataba de una tarea colectiva, popular. Eran, sí, los maestros,
pero rodeados de sus comunidades, y fértilmente imbricados en el proceso
histórico de liberación que viene desplegando nuestro continente.
El recuerdo de Stella me
llevaba a otras reuniones, intercambios, construcciones, acuerdos y
desacuerdos. El desarrollo de las Expediciones Pedagógicas – verdaderas
cancillerías de maestros y pueblos donde nos conocíamos con otros hermanos y
hermanas que educaban y se educaban en la Venezuela bolivariana, la producción
y difusión compartida del documental de Carlos Fuentealba; las iniciativas
conjuntas de educación y cooperativismo; los ámbitos compartidos con la Red de
Estudios sobre Trabajo Docente (ESTRADO) arrimando de manera inédita y muy rica
el diálogo de las organizaciones de trabajadores de la educación (que producen
teoría) y de los docentes e investigadores de las Universidades (que son
trabajadores).
Stella afrontó tempranamente
la pérdida de su compañero, pero no debido a una enfermedad ni a un accidente,
sino a la acción del Estado Terrorista y sostuvo con tesón - en lo personal y como dirigente - una
inclaudicable lucha por la Memoria, Verdad y Justicia. Desde ese dolor
profundo, esa ausencia marcada por el secuestro y el asesinato perpetrado por un
Estado criminal, Stella fue una forjadora de sueños, de esperanzas y también de
construcciones bien concretas.
Yo creo que Stella ha dejado
una huella imborrable en la historia de un sindicalismo profundamente
democrático, clasista, liberador, crítico y lúcido. Pero rebasó con creces el
terreno gremial, que tiene sus reglas, su dinámica, sus urgencias.
Puede afirmarse que se
plantó en la esfera de la batalla pedagógica y política.
En lo pedagógico, su
expresión organizativa más potente se manifestó en la creación e impulso del
Movimiento Pedagógico Latinoamericano, proceso de creación colectiva de una
educación que se niega a reproducir los supuestos, objetivos y mecanismos de la
evaluación estandarizada. Se negó a convalidar el trabajo docente como administración
obediente de paquetes pedagógicos exógenos y enajenantes. Se negó a pensar a
los estudiantes como meros papagayos repetidores de contenidos
descontextualizados y culturalmente irrelevantes. Bregó por la invención de una
pedagogía que forme hombres y mujeres libres capaces de construir un proyecto
colectivo de justicia e igualdad.
En lo político, porque desde
el movimiento social se involucró con las batallas que libra nuestro país y la
región en su conjunto para sacudirnos siglos de colonialismo y comenzar a ser,
de una vez por todas, nosotros mismos.
En todas estas batallas –
sindical, social, cultural, política, pedagógica- Stella ha dejado mil flores
floreciendo y por eso decimos que – como se estila formular en Venezuela-- ella
será sembrada mañana.
El mejor homenaje que
podemos hacer, sin dejar de llorar su ausencia, es continuar su brega y sus
construcciones. Recuperar su legado, hacerlo vivir en nuestro sentipensar, en
nuestro hacer, en nuestro decir. En palabras de Eduardo Galeano: “Crear y
luchar son nuestra manera de decir a los compañeros caídos: tu no moriste
contigo”. La memoria de tu lucha alumbrará las pedagogías que apuntalarán la
segunda y definitiva independencia de Nuestra América. ¡Hasta la victoria
siempre, compañera Stella!
(*)
Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini (Asesor Pedagógico de AMP)
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