Por Félix R. Guerrero
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Democracia no es solo la ausencia de dictaduras militares o dictadores civiles
en el gobierno. Democracia es la presencia de un pueblo ejerciendo plenamente
sus derechos ciudadanos. Eso ya se sabe. Empero, debería asumirse. Pero no se
asumen ni se ejercen los derechos ciudadanos.
Octubre
nos reta, nos tira el guante en la cara, y nos duele porque no estamos
preparados. Nunca nos encuentran preparados las Elecciones, esa instancia que
nos sabe siempre a derrota. No importa
si estamos del lado de los que juntaron más votos o de los que juntaron
pocos, poquísimos. Perdemos todos. Perdemos cuando entra un solo voto falso,
comprado, marcado, importado, pierde la democracia por goleada. Pierde la
inocencia, pierde la confianza. Pero no entra un solo voto ilegítimo. Entraron
muchos. Siguen entrando y los dejamos hacer, sin un comentario, sin
indignaciones, sin crispaciones, sin justa cólera.
“Cuando estuvimos
desesperados, alguien contó la historia.
Hubo muchas anécdotas
como ésta: ¿Quién
no tiene cosas
horribles que contar? ¿Quién no tiene
su historia? Pero
nadie supo qué decir, nadie supo
qué hacer, cuando
alguien contó la historia”.
Democracia
no es solo la ausencia de dictaduras militares o dictadores civiles en el
gobierno. Democracia es la presencia de un pueblo ejerciendo plenamente sus
derechos ciudadanos. Eso ya se sabe. Empero, debería asumirse. Pero no se
asumen ni se ejercen los derechos ciudadanos.
La
enajenación colectiva es cada vez más evidente. Ya es difícil encontrar mentes
y espíritus verdaderamente críticos que sean opositores militantes contra la
mentira y el engaño global, Ante la llamada
crisis de paradigmas de finales de
los ochenta. Pero esta fatalidad tiene que acabar.
Cuando
se presenta un cambio de tiranuelos, el pueblo fluctúa entre los malos
conocidos y los malos por conocerse.
Se
viene un cambio, afirman entusiasmados los conservadores escondidos detrás las
bambalinas, esperando su turno para la rapiña.
Acá
en La Costa habrá cambios de cara dicen: se va un Marcelo camino a la
legislatura pletórico de poder, y queda su homónimo de apellido comprometido
siguiendo las tácticas de dominio que les enseñaron sus padrinos ex Presidente
y Gobernador en decadencia. Ya sabemos cuáles son. Y quedaría un pequeño
espacio intercelular en el que gérmenes patológicos del quintelismo y yomismo
quieren abrirse camino, más otra esperanza de cambio radical sin
radicalizaciones.
Ir
a las elecciones, en estas circunstancias, es como ir a un campo desolado donde
solo encontraremos cadáveres putrefactos. Sin embargo no todo está perdido: la
solución está en nuestras manos.
Ese
es el escenario político diagramado por el poder gubernamental actuante. Suena
como irreversible, porque ellos quieren que sea así por su conveniencia y por
su impuridad. Pero a la historia la construyen los pueblos con sus aciertos y
errores y son los que tienen la última palabra si hay voluntad para ello.
Cada
ciudadano responsable es portador de un arma formidable: su voto libre y
consciente.
¡Qué
fácil será el triunfo de la democracia y de la esperanza cuando todos pongamos el corazón y el coraje en el acto
eleccionario!
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