Por Alejandro Romero - Escuchando en Radio Nacional un programa especial por el día de la
memoria escuche de coletazo a un columnista, no pude saber quien era, tampoco
el contexto preciso en el que lo decía, pero alcance a percibir un concepto que
me quedo dando vueltas desde entonces,
no se precisamente porque, quizás solo por cuestiones subjetivas, pero que sirvieron
al fin de disparador de este Bocón.
Tiene que ver con las virtudes del dialogo, con la construcción de una
conciencia superadora, y el esfuerzo y valentía que esto demanda, ya que cuando uno se lanza al dialogo, al
dialogo sincero, expone sus certezas o sus verdades a la consideraciones y razones del prójimo y esto no es lo que mejor
sabemos hacer.
Es un ejerció de conciencia y de constricción del ego y hace necesario
cierto esfuerzo, pero el resultado de
este es dialogo es una conciencia superadora. Y a eso quiero ir con todo esto, a
la forma de encarar las diferencias y construir en base a las coincidencias o
como una forma de avanzar hacia lo más justo, de lo cotidiano a lo
extraordinario y de lo simple a lo complejo.
En el ejercicio del dialogo las razones se enriquecen y ganan fuerza, y
sobre todo aprendemos a vernos y a situarnos en referencia a los demás y no
solo en función de nuestros propios intereses. Es una forma de no quedar estancado en razones
propias, en el individualismo que casi siempre se ejerce en detrimento de los demás,
que nos aísla llevándonos a nuestra
menor expresión.
El dialogo es el método de la filosofía de la praxis, fundamental en el
estudio de los problemas del hombre, en
esto de entendernos como individuos y como sociedad, en la perspectiva de una
conciencia sustentable. Es quizás el
camino natural que deberíamos seguir para superarnos, para no quedarnos para
siempre en el enojo o el rencor,
como quien dice, no cocinarnos en nuestra propia salsa, sino para
dinamizarnos ante los problemas que nos separan y entendernos también en
función de los demás, y ser parte del
todo de manera conciente.
Así es con este ejercicio de
abrir el corazón para escuchar y
entender otras verdades, las que agrandan la conciencia en pos de un mundo más
justo. Con esta vocación de caminar juntos, y con este bocón motivado en la sintonía de una transmisión de radio, por una idea
lanzada al éter, ahora humildemente reconstruida y relanzada nuevamente.
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