Rogelio Roldán - Es bastante conocido el
origen de esta fecha, resuelta en 1889 por el Congreso Socialista
Internacional, reunido en París, que proclamó al 1° de Mayo como “Día
Internacional de Lucha de la Clase Obrera Mundial”. Desde el inicio, desde
1890, los trabajadores argentinos cumplimos nuestra jornada internacional, que
es de lucha obrera y no de “fiesta del trabajo”, no de conciliación de clases
como dicen el Estado, las patronales y la burocracia sindical.
No desconocemos los cambios en la política exterior, en
el juzgamiento al terrorismo de estado, la mejoría en la inclusión social, la
creación de puestos de trabajo y la inserción en el proceso continental en
curso -entre otros- producidos por el actual gobierno nacional. A la par, esos
cambios aún no se traducen en transformaciones estructurales de la economía.
Esta sigue trasnacionalizada en algo más de un 70%, lo que favorece -de hecho-
a los grandes grupos monopólicos concentrados. Vaya como ejemplo el modelo de
enclaves extractivos, de economía de factoría para exportar materia prima sin
valor agregado que impera en las provincias mineras y en las del negociado
agro-tóxico sojero.
Para quien esto escribe, es tarea prioritaria de la clase
obrera jugar un rol principal en la liquidación de esta situación de
dependencia con una sostenida acción antiimperialista. Más cuando está de moda el
discurso de “capitalismo serio” o “capitalismo humanizado” -apuntado solo a
aliviar las penurias de la explotación sin cuestionar sus fundamentos- que
esconde la preservación de la ganancia y la reproducción ampliada del
capitalismo. En contraposición a los enfoques de tercera vía de ser
“columna vertebral”, su rol debe ser el de dirección política, que supere la
sola unidad de acción reivindicativa -a la vez que la contiene- con la unidad
de proyecto político, que facilite unificar y coordinar las luchas para
articularlas de modo de recuperar nuestra independencia como clase, y asegurar
la reinstalación como propuesta y acción política revolucionaria, dirigida a
encabezar la lucha liberadora del pueblo argentino.Este rol es de suma
necesidad y pertinencia en la época actual, de crisis civilizatoria del
capitalismo real, neoliberal, especulativo, depredador de la naturaleza y cada
vez más belicista y agresor.
Para cumplir dicho rol hay algunas trabas -jurídicas y
políticas, pero más que nada ideológico culturales- a resolver. Sucede que
durante las últimas siete décadas la clase obrera argentina permanece
prisionera de un modelo de organización sindical dependiente del Estado,
funcional a la política de pacto social, base del “Estado de bienestar”,
ya sepultado en la historia por el capitalismo neoliberal, y prisionera del “sentido
común” de las clases dominantes. Ese “sentido común” significa
conformarse con que lo “único posible” es pugnar por migajas
-sólo para los trabajadores formales- que les permitan seguir como clientes del
consumo propuesto por el capital. Dicha pugna no supera el economicismo y el
corporativismo. Uno o más sindicatos por separado, luego de intensas y
prolongadas luchas, reciben esas migajas, permitiendo que el sistema absorba el
reclamo y deje afuera a la mayoría de los gremios y a los trabajadores
precarizados y en negro.
Pese a que la burocracia sindical hoy está debilitada,
continúa a la cabeza. Dirige porque no hace sindicalismo, sino política.
Mantiene sus privilegios porque reproduce al interior del mundo del trabajo la
lógica política, cultural e ideológica de la gran patronal organizada en
partidos y en Estado. Aún puede hacerlo porque adecuó su papel político a la
ofensiva capitalista que modificó estructuralmente la composición de la clase
obrera y su relación con otros sectores sociales cercanos. Con el enfoque de
que trabajadores son sólo los formales -los que pagan cuota sindical, obra
social, coseguro y curros parecidos-, desarmó ideológicamente a la clase y, en
especial, a la amplísima franja informal, que descree de las organizaciones
sindicales y políticas, con lo que se cierra el acceso a recuperar las
herramientas que necesita para su liberación, o a crear otras autónomas.
Dicho enfoque se acompaña de una Ley de Asociaciones
Profesionales que niega la libertad sindical -por lo tanto, niega la personería
gremial a los sindicatos y a la central obrera autónoma-, e impide el ejercicio
de la democracia sindical recortando el papel del delegado, exigiendo cláusulas
incumplibles a las agrupaciones opositoras, fragmentando las asambleas y
manipulando los congresos, sin contar que muchos sindicatos directamente
erradicaron dicha figura de sus estatutos. Todo armado por el Estado para que
la burocracia represente y garantice la política patronal en el seno del
movimiento obrero.
Esta visión de la burocracia se basa en la conciliación
de clases pero, el dato principal -de acuerdo a los procesos
vivos hoy en el planeta- es que el peso económico y político de la clase obrera
impregna los procesos políticos y agudiza la lucha de
clases. En la Argentina actual el nudo principal de esta lucha de
clases pasa por ver quién recupera la iniciativa política histórica, los
trabajadores o una supuesta burguesía “nacional”, a la que prefiero llamar
nativa.
De ahí la necesidad que los trabajadores cambiemos el
actual modelo sindical -dependiente del estado en su funcionamiento, en su
financiación y en su legislación, de los partidos del sistema y de la patronal-
ya agotado, por uno DEMOCRATICO, AUTÓNOMO, CLASISTA y de LIBERACION, tal y como
lo propusiera Agustín Tosco, quien se planteaba articular a escala
regional, nacional y mundial, la acción de la clase. Dicha articulación implica
nexos de continuidad, ruptura y superación. Continuidad con
la histórica tradición de lucha de la clase obrera argentina como
tal, desde la segunda mitad del siglo 19, incorporando los aportes de todas las
corrientes que conformaron su identidad como clase. Ruptura con
el período de pérdida de independencia clasista a partir del sindicalismo de
conciliación, para-estatal y burocrático, que Agustín definía como “participacionista
o adaptacionista, que se mueve en forma dependiente y referencial al sistema.
(...), que condiciona todos sus actos según lo obliga la estructura del sistema
y las medidas de los regenteadores del poder. (...) que espera que crezca el
costo del nivel de vida para pedir aumento de salarios y termina conformándose
con lo que la Secretaría de Trabajo autoriza”. Superación en
base a recuperar la autonomía, recrear cultura revolucionaria para barrer con
el posibilismo y la claudicación, y volver a ser motor de la lucha por
construir bases de poder popular y -con ellas- de la lucha por el poder estatal
concreto.
Otra enorme traba a resolver es la carencia de
representación política propia, independiente y autónoma, para enfrentar y
derrotar la política de las clases dominantes y su estado capitalista.
No estamos hablando de una política para los
trabajadores, sino de los trabajadores. Se trata de la
propuesta política de la clase obrera, de sus objetivos, programa, métodos y
vía de lucha, para el momento histórico y para cada coyuntura; una propuesta
política apuntada a los problemas generales del sujeto social de la revolución,
no solo a cada conflicto en sí mismo, de lo contrario se cae en el corporativismo.
Una política de los trabajadores pasa, entre otras cosas, por resolver la falta
de iniciativa, dejar la defensiva, aprender a ser expresión política de
las luchas y adquirir la capacidad de introducir temáticas alternativas
e instalarlas en la vida social y política. Una de estas temáticas
alternativas, por ejemplo, pasa por instalar con mucha fuerza que el “modelo”,
para poder seguir nacional y popular debe convertirse en antiimperialista, de
lo contrario, por el impacto de la crisis capitalista en curso, corre serios
riesgos de retrogradar y fracasar.
El cumplimiento de nuestro rol no es espontáneo. Es un proceso que requiere construir una central obrera alternativa -hoy
se impone el reconocimiento legal y la personería sindical de la CTA- con
atributos tales como autonomía efectiva del proyecto de las clases dominantes,
protagonismo de la militancia, férrea unidad en torno del proyecto político
clasista, voluntad de confrontar con el capital y todo el esfuerzo por aportar
a la constitución de un bloque político histórico apto para generar
un poder obrero y popular que cambie de raíz el sistema de explotación y
opresión.
A la historia la podremos escribir con las manos de la
clase obrera y el pueblo si es que somos capaces de comprender esto y de hacer
el esfuerzo de empezar a ocupar el espacio político que en estos años se vino
gestando, y también si entendemos que no tenemos toda la vida para hacerlo,
porque cuando las oportunidades golpean las puertas de la historia, si los
pueblos no las saben distinguir lo que viene después es una pudrición de la
situación existente, un agravamiento de todos los problemas, creándose
condiciones para que la crisis se resuelva a favor de los poderosos. Las
acciones de la derecha en nuestro país demuestran que quieren resolverlas con
exclusión, con hambre y con represión. Por si alguien cree que exagero, el
reciente pogrom de Macri contra los pacientes, familiares, trabajadores y gente
solidaria del Borda es una prueba concreta.
Espero estas reflexiones sean útiles para celebrar un 1°
de Mayo de lucha y solidaridad con nuestro pueblo y con todos los pueblos del
mundo.
Rogelio Roldán
Casa Nuestra América
Espacio Político - Cultural
San Juan, 29 de abril de 2013
que festejan del moral y martinelli?dos vagos que lo unico que hacen es promover la vagancia en nuestro dpto.mantienen con programas a jovenes que no les piden que hagan una contraprestación.eso es fomentar la vagano tenes cia.mira los hijos de martinelli viven cono reyes de la nada,porque no hacen nada,ni estudian.eso es vagancia.pero los unicos que los siguen son diez gatos locos que tambien viven sin hacer nada.manga de vagos.porque no le dan la oportunidad de trabajar a los que realmente son honestos?marcelo sos un caradura.por eso andas solo como un perro,no tenes nada.yo soy pobre pero tengo dignidad.vagos atorrantes
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