Festejar
el día de la Memoria
en la ex Escuela Normal es seguir dañando la memoria del pueblo. Cuando la
memoria se institucionaliza a la fuerza y se aleja del sentir popular no es
memoria. Sí. El gobierno provincial realizó el acto “oficial” por el
aniversario del golpe del 76 en el lugar que fuera destruido y convertido en un
paseo comercial, lugar despojado de su historia, de su función original, hito
de la impunidad democrática expresada en la hipocresía y el oportunismo de
aquellos que practican la más arbitraria violencia institucional contra el
pueblo de La Rioja.
Así como se puede creer que Francisco I
expresa una renovación en la iglesia, se puede creer que el funcionariato
provincial está preocupado por la construcción de la memoria, la verdad y la
justicia. Es que la Escuela Normal
es una afrenta de todos los que en primera fila se conmueven por los 30.000
desaparecidos y farfullan despreocupados sobre la democracia y la construcción
de una nueva época. Esos mismos de la primera fila que no les tembló el pulso
ni el corazón, ni una pizca de sentido de pertenencia en última instancia, para
firmar el desalojo de la actividad aúlica del hoy anticipado shopping, por esos
alumnos y profesores que fueron expulsados de ahí de la forma más fría y
negociada, acaso la forma de manual con la que el gobierno provincial actúa en
el desarrollo de su política. Acaso la forma que aprendieron en la escuela
menemista que les enseñó a legitimar el indulto y las leyes de punto final y
obediencia debida y contra la que hoy aparentemente se rebelan después de
décadas de impunidad, después de interminables lustros en que ayudaron a
caminar de su mano a la impunidad de los asesinos de Angelelli, de los curas de
Chamical, de los ladrones que robaron El Independiente a sus dueños, de la
policía asesina que mató jóvenes en las comisarías.
Si hay intencionalidad de lavarle la cara al
espacio y tratar de esconder por un rato la funcionalidad mercantil del paseo,
el cine 3D con soundroom callando las clases de Rosario, y los helados
haciéndonos creer que es mejor sacudirnos el bolsillo en vez de chiflar al
heladero en bicicleta, que no la haya con la memoria, con los 30.000 y sus
ideas, que no hay que ser un erudito para darse cuenta que los que se sientan
en primera fila nada tienen que ver con el ideario setentista. Los memoriosos
de última hora, los memoriosos por conveniencia no engañan casi a nadie. El
pueblo heredero de la lucha que se perdió en los 70’ es el que va a la plaza,
por la calle y no se encierra a recordar sobre sillas de terciopelo y canapés
de palmitos. Y a esa calle no pueden ni podrán ir jamás los de la primera fila.
No aquellos que han pensado el Paseo Cultural
como el mejor homenaje a la ilusión rivadaviana. Esos que buscan una sociedad
de afectación injertada. “Despojémonos de nuestra pureza bárbara aquí, entre
libros, chocolates y los conejos del chef Hugo Véliz. Dejemos a los caudillos
encerrados en sus monumentos. Y dejemos la virtud intelectual de la generación del
80’ que ha
sido atropellada por una Toyota Hilux”.
El desalojo de la Escuela Normal es una afrenta a
la memoria, que no se olvide por más maquillaje que se le quiera poner.
Convertir una escuela en un shopping, sin el consentimiento de sus miembros es
un ejemplo de impunidad, ejercicio perfecto de violencia institucional,
practicado hasta el hartazgo con las asambleas y el pueblo de Famatina hoy. Y
así la memoria no podrá reconstruirse so pena de ser una máscara de hipocresía
y vergüenza.
El acto fue magistralmente cerrado por el
vicegobernador quien hasta se animó a decir: “estos hechos no tienen que volver
a pasar; y eso a los jóvenes de hoy, como los de ayer, les tiene que quedar
grabado en el pecho, en el alma, y corazón”. Y puede estar seguro que la
expulsión de los estudiantes del edificio histórico de la Escuela Normal ha quedado
grabada en el pecho, en el alma y en el corazón de aquellos para quien la
memoria no es parte de la coyuntura política sino parte constitutiva de la
identidad popular. Por eso habrá siempre voces que molesten y no gusten.
Foto: El ministro de
educación Walter Flores junto a funcionarios de su cartera y la entonces
vicegobernadora Teresita Luna descubriendo una placa por el 125º aniversario de
la Escuela Normal, dos meses antes de ser destruida.
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