Por
FÉLIX R. GUERRERO - Y AHORA, ¿Quién me perdonará la osadía de
haber subido a la parte alta de los cerros, mirar al valle costeño, y desde
allí opinar sobre el alcance visual de mis vecinos, cuando mi estatura apenas
alcanza el tamaño del ojo de un piojo miope? Oh, preciados vecinos
que habitáis apaciblemente vuestras casas, aborrecedme, abominadme, mondad mis
huesos con vuestras enfurecidas fauces, pero escuchadme:
¿Es posible que esto sea
toda
la historia, solo un día? ¿Una noticia
de ayer, perdida en la penúltima
página, la cotización caída?
la historia, solo un día? ¿Una noticia
de ayer, perdida en la penúltima
página, la cotización caída?
JORGE ADOUM
Yo soy aquel que por
misterioso designio ha recogido sin merecimiento alguno, el encargo de mis compañeros
y amigos, quienes han confiado a mis manos un papel, un lápiz y algunas veces
un micrófono para, atestiguar, registrar, opinar y comunicar de los dolores y
sinsabores, más que las alegrías de todo este valle y su entorno político y
geográfico.
Mis ojos doloridos han visto
vulnerar el sagrado voto ciudadano, estimular la codicia de los que claman por
un techo, mutilar la memoria de la eterna injusticia, adular al descompromiso y
la incapacidad, emular al pervertido y negar a la historia.
La historia no es esta
página apocada que estamos viviendo. No es este día, este mes ni este año. Ni
siquiera este siglo XXI. La historia de nuestros pueblos viene desde muy atrás
y camina ineludiblemente hacia el futuro. Pero no podemos ver ni el pasado ni
intuir el porvenir porque nos han encadenado a este presente ominoso. Nuestra
mirada es pequeña, corta, temerosa. Nuestra mirada está trabada en la necesidad
urgente, inmediata. Por eso nos queremos beber la vida de un solo trago,
desnudos de toda trascendencia histórica y de dignidad humana. Bebemos hasta
vaciar el vaso de mentiras repetidas,
éxitos fulgurantes, promesas remachadas, y luego de la fiesta fementida,
vomitamos la resaca de la frustración y los trapos sucios de la humillación. Y
nos estamos acostumbrando a eso. Los que
están al frente de este trágico circo, también
pertenecen a las filas de los derrotados, porque cuando la infamia
organizada de las multinacionales
consume la cuarta o quinta colonización y despojo, los escupirán a la
orilla del camino, como basura contaminada.
No es esta la triste melopea
de un vencido. No podemos darnos por vencidos cuando los niños nos miran con
los ojos llenos de futuro. Su mirada es pura, confiada y larga, miran más allá
de nuestras miserias. Sus miradas nos perdonan lo actuado y nos dan otra
oportunidad. Todos tenemos la memoria llena de gestos nobles, los de nuestros
padres y demás familia. No lo olvidemos; para nuestros niños somos todo lo que
tienen. No los traicionemos con las mañosas mentiras del depredador.
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