Por Félix Guerrero - En un velorio, o en el cementerio despidiendo
a un vecino fallecido, salta desde el fondo mismo de la cotidianidad una
afirmación tan repetida y tan recurrente: “no somos nada”. Esta misma frase
pudo haber sido dicha por Sócrates con la misma profundidad y estoicismo
que nuestro atribulado vecino.
“Una
insignificancia basta,
y
surge la chispa” Hermann Hesse
La
vida transcurre en nuestros pueblos no tan apaciblemente, como un rebaño de
ovejas paseando en un verde prado, sino, muy a tono con nuestra condición de
Homos sapiens, cada día y cada de noche nos encuentran inmersos en la
complicada trama del vivir o sobrevivir; mientras en otros rincones tan
humanizados como este, muchas personas se devanan los sesos preguntándose sobre
los misterios del acontecer trascendental. Estas personas han hecho de la
investigación y el pensar una forma esencial de vivir, sumidos en la complicada
trama de descifrar enigmas.
Pero
tanto los unos como los otros, piensan, sufren, y disfrutan cuando han
alcanzado el fruto de sus desvelos, ya sea un automóvil cero kilometro o la resolución de un teorema.
A
veces un niño, pongamos por caso a Guillermo, con sus cuatro años de edad a
cuestas, deja de hacer ruidos y romper cosas, mira al cielo y con aire
filosófico dispara una pregunta totalmente inesperada y fuera de programa:
¿Dónde vive dios? Su madre tomada por sorpresa le responde por reflejo “en el
cielo”. El aprendiz de filósofo, mira al cielo con más detenimiento achicando
los ojos, y sin apartarlos de allí, dispara otra pregunta que involucra a la
Teología y a la Ley de la gravedad: ¿E poqué no ze cae? Si en ese instante Einstein
nos hubiese formulado una de sus preguntas científicas, el desconcierto y la
falta de argumentos para responderlas hubiesen sido los mismos.
En
un velorio, o en el cementerio despidiendo a un vecino fallecido, salta desde
el fondo mismo de la cotidianidad una afirmación tan repetida y tan recurrente:
“no somos nada”. Esta misma frase pudo haber sido dicha por Sócrates con la
misma profundidad y estoicismo que nuestro atribulado vecino.
Pero
son chispazos que a todos los humanos se
nos escapan de cuando en cuando y que se desvanecen tan pronto como duró la emoción
que los produjo. Y nuestros pequeños mundos
siguen con su ritmo inalterado y la opinión del que lee y escucha en un estrecho círculo, está sujeto a un
sentido común construido por quienes viven
a costa del pobre sentido común de la gente.
El siglo XX fue el siglo
definitivo en el que el concepto y el sentido de apreciación de
la realidad sufrieron su máximo colapso desde el punto de vista teórico,
y también receptivo.
En la mayoría de ciencias y
áreas del conocimiento, se produjeron significativos avances y se derribaron
paradigmas de antaño, gracias a los
avances científicos y matemáticos. Lo que se consideraba como determinista y lineal comenzó a ser
reevaluado y puesto en duda.
Hacernos cargo de esta
situación, implica un esfuerzo que no es sobrehumano. Tan solo se trata de
cuidar de que el chispazo inicial encienda
una llama perdurable de conciencia, conocimiento y predilección por la
verdad y la utopía.
Félix R. Guerrero
QUE BUENA NOTA FELIX.
ResponderEliminarNo necesariamente debemos comartir, pero es de recponocer, que de vez en cuando pensar desde otro lugar, ó tirar una linea mas profunda, permite repreguntarnos y hasta encontrarnos ante nuevas inquietudes.
Hace poco, PEPE MUJICA, dejó captar una reflexión a la itburonada mediatica, y supernado la inmediatez no tiro una linea que nos hace pensar mas allá.
TE SUGIERO LA 1° CARTA DE PABLO A LOS CORINTIOS, EN SU CAPITULO 13, TAL VEZ, HASTA COINCIDAMOS.
"Ahora, pues, son válidas la fe, la esperanza y el amor; las tres, pero la mayor de estas tres es el amor.
ResponderEliminarde Primera carta de san Pablo a los Corintios"
Reflexivo Emilio. No es difícil coincidir con la cita del apóstol: las tres virtudes a que alude Pablo son la chispa que enciende la conciencia y el motor que pone en acción a un verdadero revolucionario.- Félix.-