Con motivo de conmemorarse el Día de la Mujer Trabajadora, La Asociación
de Maestros y Profesores de La Rioja, (AMP), saluda a todas las luchadoras de nuestra provincia; las que
sostienen hogares peleándole a la adversidad, a las desocupadas, a las que militan por justicia, a las educadoras,
a las comprometidas políticamente, a las Madres y Abuelas de la Plaza y a las del Dolor, a las feministas, a las antipatriarcales, a
las que se miran desde la clase trabajadora, a todas ellas nuestro
reconocimiento. El Día de la Mujer Trabajadora tiene
que ver con la categoría política de ser mujer y con la historia de su protagonismo en los
logros del movimiento sindical mundial. Desde
nuestro sindicato, mayoritariamente femenino, las abrazamos de cara a los
nuevos desafíos compañeras.
Semblanza sobre el
Día Internacional de la Mujer Trabajadora
Por: Ana Maria Ramb, periodista y
escritora del Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini”
Aquel 8 de marzo de 1857, cuando,
encabezadas por las costureras de Lower East Side, cientos de obreras textiles
ganaron por primera vez las calles para protestar por las míseras condiciones
en las que trabajaban. Un tiempo después comenzó una huelga a la que adhirieron
unas 20 mil obreras, muchas de ellas adolescentes; de ahí el nombre de “La
Huelga de las Niñas”.
En pocos días, el Sindicato
Internacional Femenino de Trabajadoras Confeccionistas afiliaba a 19 mil
obreras. Las huelguistas ganaron la simpatía y adhesión de sufragistas,
estudiantes, militantes socialistas y otros sectores. Ante la extendida
solidaridad, la represión no llegó a extremos, por lo cual el paro se extendió
a 40 mil trabajadoras. El movimiento logró la firma de convenios favorables en
300 de las 500 fábricas textiles de Nueva York, pero el gobierno no tuvo en
cuenta los reclamos.
Pese a la consagración de la fecha de
las trabajadoras, las patronales no aflojaban, porque el gobierno federal
dejaba obrar a “las sabias leyes del mercado”. Así, el 25 de marzo de 1911, las
empleadas de la fábrica de camisas Triangle en Manhattan, Nueva York, quisieron
dejar de cumplir la abusiva jornada laboral de diez y doce horas. Casi todas
eran chicas de entre 13 y 23 años, recién llegadas de la Europa del Este y de
Italia, y que aún no dominaban el inglés, porque hablaban idish y dialectos
italianos. Trabajaban en condiciones infrahumanas, cuando se originó un
incendio en el que murieron calcinadas 123 mujeres y más 23 hombres, al
encontrar clausuradas las puertas y escaleras de emergencia.
A más de un siglo de instituida la
fecha del 8 de Marzo, la lucha de las mujeres por la igualdad sigue subordinada
al sistema capitalista y al régimen patriarcal. Aun así, en medio de las
circunstancias más desventajosas, las mujeres hemos ido construyendo una nueva
subjetividad, una más clara conciencia de nuestros derechos como ciudadanas y
trabajadoras.
Nadie pone en duda que las mujeres del
campo popular han liderado las estrategias de sobrevivencia durante la
depredación del neoliberalismo de los 90, y que hoy están (estamos) dispuestas
a enfrentar las descargas de la Restauración Conservadora que, a partir del 10 diciembre
de 2015, tiene en nuestro país su laboratorio de pruebas.
La participación actual de las mujeres
en las masivas autoconvocatorias en distintas plazas argentinas, y en la
multitudinaria protesta sindical del pasado 24 de febrero, organizada por ATE (como
rechazo a los despidos, el reclamo de las reincorporaciones de los dejados
cesantes, paritarias sin techo, la impugnación de la criminalización de la
protesta popular) habla de un potencial de desarrollo político que, de llegar a
cauces de organización, puede poner con éxito mayores límites a la ofensiva
ultraconservadora.
Se ha dicho que la pobreza tiene
género, y que ese género es mujer. Y que también tiene edad: es joven. Pobre
entre pobres, la mujer es a menudo única jefa de su familia. Habrá que seguir
asumiendo protagonismo, lanzar propuestas de transformación y perfeccionamiento
de la legislación laboral, e impulsar su aplicación en las prácticas
cotidianas. Esto, como parte de un camino previsto por Augusto Bebel, autor de
La mujer y el Socialismo, libro de consulta de Rosa Luxemburgo: La mujer de la
nueva sociedad será plenamente independiente en lo social y lo económico, no
estará sometida lo más mínimo a ninguna dominación ni explotación, y se
plantará ante el hombre como persona libre, igual y dueña de su destino.
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