El
pensamiento colonizado de las elites riojanas
y un
repaso por la historia económica de La Rioja.
Por José
Ernesto Schulman.
Especial
para La Bocona.
“No hay colonizado que no sueñe,
cuando menos
una vez al día, en instalarse en el
lugar del colono”
Frantz Fanon. 1968
La ciudad de La Rioja fue fundada
persiguiendo una ilusión. La misma que había traído a los españoles desde tan
lejos: encontrar el oro y los minerales preciosos que ya estaban saqueando del
Perú y de México. La plata que abundaba en el cercano Potosí y que Juan Ramírez
de Velazco buscaba en la región siguiendo los relatos que había escuchado de
los primeros habitantes de la tierra americana. El oro y la plata que Juan
Núñez de Prado había conocido, cuarenta años antes, cuando llegó hasta las
minas de Famatina; las mismas que buscaba Ramírez de Velazco cuando partió de
Santiago del Estero un 24 de marzo de 1591, y creyó encontrar cuando entró al
valle de Yacampis fundando la ciudad en el sitio equivocado pues su propósito había sido
levantarla cerca del cerro Famatina y no al pie del que más tarde llevaría su
nombre, que está vacío de “metales[1]
El oro y la plata que los diaguitas
producían desde muchos siglos antes que los árabes conquistaran el sur de la
península ibérica y continuaban extrayendo luego de la Reconquista de Granada
por el Reino de Castilla y Aragón, quienes armaron a Colón para “descubrir” un
continente que le llevaba años de ventaja cultural pero inferioridad
tecnológica/militar, lo que les posibilitó reducir a miles de sus habitantes a
la servidumbre y la esclavitud. Servidumbre que los españoles impusieron a los
pueblos originarios por medio de la llamada encomienda que adjudicaba tierras, incluida
la población originaria que en ella hubiera (el indio era para el colonizador
una cosa como los árboles o los guanacos) y que fuera el origen de tantos
pueblos riojanos como: Vinchina, Jagüel, Famatina, Guandacol, Sañogasta,
Pituil, Aimogasta, Aminga, Sanagasta, Olta, Atiles y Polco. A pesar de ser
básicamente pastores y agricultores, los calchaquíes no aceptaron mansamente la
invasión colonial. Resistieron como pudieron durante largos años, y en 1632
gestaron una gran rebelión, que fue aplastada con el terrible saldo de sus
pueblos casi exterminados y los pocos sobrevivientes dispersos en
“encomiendas”, muy lejos de su hábitat habitual. El cacique Chalimin era su
jefe. Siete años resistieron la prepotencia y la brutalidad de los
colonialistas españoles. Eran la encarnación de la profecía de San Francisco
Solano quien al irse de La Rioja ,
cansado de la hostilidad y desprecio con que los españoles respondían sus
denuncias, sacudió sus sandalias para no llevarse ni un grano de arena riojana
y les gritó en la cara: el que
a hierro mata, a hierro perecerá, mataste a los indios, ellos os matarán[2]. El descuartizamiento del cacique
Coronillas, en Nonogasta, le había advertido de la crueldad del enemigo,
enseñándole a no implorar clemencia a semejantes monstruos, enfrentando con
dignidad la muerte cuando le llegó. Primero lo ahorcaron, después lo
descuartizaron, su cabeza fue clavada en el rollo de justicia de La Rioja y su brazo derecho en
la picota de Londres de Pomán.
El genocidio fue tan brutal, que
para fines de siglo XVIII estaban prácticamente desaparecidas las antiguas
naciones indígenas de los Olongastas, los Capayanes y los admirables
Calchaquies, pueblos incorporados al Imperio Inca y por ello tributarios de sus
avances científicos y culturales. Juan Ramírez de Velazco había estimado en
1591 que los tres pueblos sumaban algo así como 32.000 aborígenes; y si sabemos
que para 1795 los negros esclavos (importados para reemplazarlos en las
tareas mineras, agrícolas y de servicio) ya superaban en número a los indios, y
que en 1820 el total de habitantes de La Rioja apenas superaba los 20.000 individuos de
los cuales solo 3.178 eran descendientes de los bravos calchaquíes, podremos
entonces comenzar a tener una idea del grado de crueldad y salvajismo con que
procedieron los colonialistas españoles con los primeros habitantes de estas
tierras, tan lejos del mito (justificador del colonialismo) de la cruz y la
espada.
La historia oficial afirma que La Rioja ha sido siempre una
provincia pobre, cuya presunta precaria economía fue destrozada por la
rebelión de los caudillos Quiroga, Peñaloza y Varela. Nada más erróneo:
la rebelión montonera tiene su origen en la lucha contra la miseria, la
ignorancia y la opresión. Cuando en 1870 muere Felipe Varela (en Chile, poco
después de ser derrotado en Pozo de Vargas, privado de agua, como una metáfora
del futuro: los pueblos derrotados por el Poder, serán privados del agua)
la “civilización” de la oligarquía porteña había derrumbado la economía
del país interior, sometido a sus habitantes y cimentado las bases férreas para
la marginación total -social, política, económica- de las mayorías populares.
El principal detonante de las guerras civiles argentinas fue la lucha por el
mercado interno entre las economías regionales del interior –abandonadas a su
suerte y sin protección- y la burguesía mercantil porteña, agente del
imperialismo británico. Quiroga –igual que Chacho y Varela- sostenía el
reparto de las rentas nacionales entre las provincias y una política proteccionista
para las economías regionales. Si en 1835, tras el asesinato de Facundo, Rosas
condenó el tratado de Santiago del Estero por considerarlo preparatorio de la
organización federal del país, en 1849 se opondrá a la explotación del mineral
del Famatina porque no admitía la autonomía económica de la región a la que
quería someter.
En 1863, el mismo año que las tropas
porteñas del presidente Mitre, bajo el mando de Sarmiento, asesinan al Chacho
Peñaloza (y su cabeza, como la de Juan Chalimin, cortada y exhibida en la plaza
pública de Olta), la economía riojana era capaz de producir 49 mil barriles del
mejor vino y 1.000 de aguardiente, 5.000 arrobas de pasas de uva y 2.000 de
higos, 25.000 fanegas de trigo y también maíz, legumbres, frutos, azafrán, y cochinillas
para tinturas. Según Horacio Giberti, en su “Historia económica de la ganadería
argentina” la situación económica de La Rioja y Catamarca hacia 1810 era la siguiente: ambas provincias constituían el
principal centro proveedor de tejidos de lana y algodón con materia prima
propia y sus vinos se distribuían por Córdoba, Tucumán y Santiago. Poseían
minas de plata, oro y cobre. Un
viajero francés, ocupado en preparar informes para inversionistas, constata que
el trigo riojano es de los mejores y que en Anillaco rinde 3,5 veces más que en
España o Francia, que se produce buen vino, olivos, naranjas e higos; siendo la primera provincia minera de la Confederación. Es más, hace un análisis comparado entre las ganancias mineras de los
Yacimientos de Famatina, de 120
a 150 mil pesos fuertes en 1857 y el presupuesto
provincial: 21.570 pesos en 1858, 64 mil en 1870 y -el récord- 109 mil pesos en
1876. Y se pregunta Paoletti en su imprescindible “Cien años de Colonia”[3] ¿Cómo se explica la angustia del
erario provincial ante tanta riqueza? para
responder con una reflexión que mira cien años de historia, y que sigue
teniendo validez cuarenta años después de realizada: Los dueños de la tierra, de las
minas, no solo mal contribuyen a la renta provincial sino que, como en el caso
de Vicente Almandos Almonacid, asociado a un francés Parchappe, otro agente
comercial imperialista, disponía de los fondos provinciales para su propios
negocios particulares. Si cambiamos algunos nombres se puede aplicar
perfectamente a La Rioja
actual y a todo el país: el problema no es tanto el tamaño de la torta, sino el
modo en que se distribuye. Aplastada la rebelión montonera, derrumbada la
economía regional por el librecambio, con la minería en manos extranjeras y
luego convertida en estratégica zona de reserva, la fiebre pedagógica de
Sarmiento se convirtió en el arma más apropiada para quebrar el espíritu de
rebeldía nacional, en el medio “científico” de reprimir: a los montoneros no
había ya que asesinarlos, bastaba que se “educaran” para que durante casi un
siglo asistieran pedagógicamente al proceso secular de enajenación y opresión
nacional. La riqueza minera, lo advertía Paoletti en 1970, pasaría a ser
una reserva estratégica de la burguesía dominante a nivel nacional, y congelada
su producción hasta que Carlos Menem la volvería a poner sobre el tapete en su
estrategia de entrega total de las riquezas nacionales, que ahora se designa
como neoliberalismo o las políticas de los 90, pero que en tiempos de la
euforia menemista, solo era el modo de existencia del capitalismo real, y por
ello, aceptado y avalado por toda la burguesía, sus intelectuales y políticos,
muchos de los cuales hoy posan de progresistas y transformadores, como el mismo
Beder Herrera pretendía lucir al homenajear, sin ponerse colorado, al Obispo
mártir Enrique Angelelli.
Bien dice el investigador Oscar Páez
Oliva[4],
al analizar el mecanismo de funcionamiento del estado provincial desde
principios de siglo en adelante: La
creciente dependencia del Estado provincial y del modelo de sociedad que este
promovía en La Rioja
con fondos que provenían del Tesoro Nacional (en
los ‘70, solo el 8% del presupuesto correspondía a ingresos locales, en
1994 el porcentaje de recursos propios sobre los recursos totales apenas llegaba
al 15,8%, y todavía en el 2007 las cuentas de La Rioja dependían en un 94% de los aportes del
gobierno nacional. Alrededor del 75% de los riojanos subsistían gracias a un
sueldo del estado, nota
del autor) por que no estaban asegurados siempre, ni tenían regularidad
anual, iniciaba un mecanismo que se repetiría desde entonces no sólo en el caso
de La Rioja
sino también en otras provincias del interior: los viajes periódicos de
funcionarios provinciales, quienes con un uso en mayor o en menor grado de sus
influencias mendigan mayores presupuestos, sobre todo porque el Estado Nacional
sufre también crisis recurrentes. Así es como “el antiguo reducto del
federalismo agresivo había quedado convertido en una simple dependencia
administrativa del poder central. Dependencia
que se sostiene y consolida con la subordinación de las grande familias
riojanas a la oligarquía porteña, los partidos políticos, la Iglesia y los diarios
locales al mismo modelo de dominación y que hoy expresa el gobernador Beder
Herrera con sus dichos: “los riojanos somos como el hijo vago de la Nación ; que nos tienen que
estar permanentemente mandando plata porque nosotros tenemos nuestros recursos
pero como somos vagos o no queremos; no los explotamos y la responsabilidad de
hacerlo bien, seriamente y con compromiso, es nuestra como riojanos esa
responsabilidad” y aún más “todas las provincias han encontrado su rumbo
en distintas actividades”, Catamarca, San Juan con la minería; Santa Fe,
Córdoba y las provincias que forman la Pampa Húmeda con la producción, la soja y demás
cultivos, otras lo encontraron en el petróleo y ante esto, instó a que
“nosotros tenemos que encontrar nuestro destino”.[5] ¿Será el de la minería a cielo abierto
el “lugar en el mundo” de La
Rioja. ?. Puede ser que para las multinacionales de la
minería que acechan como buitres, y para los funcionarios que reciban la parte
del festín (que ahora reclaman aumentar), pero difícil que para el pueblo
riojano.
Hay algo que es cierto, desde la
derrota de Pozo de Vargas, y la completa sumisión al poder central y su
inserción subordinada en el sistema de producción capitalista, la provincia no
ha tenido un lugar muy claro ni relevante en los sucesivos modelos capitalistas
que sufrimos: el agro exportador, el de desarrollo del mercado interno y el
neoliberal. Hagamos un breve repaso.
En el proyecto de desarrollo
capitalista agro/exportador, vigente a principios de siglo, La Rioja no tenía asignado
ningún lugar importante. Hacia ella no irían los capitales extranjeros que
expandían los puertos, los ferrocarriles y los frigoríficos (complementarios de
la producción ganadera y las explotaciones agrícolas de la Pampa Húmeda ); hacia
ella tampoco se dirigirían las principales corrientes inmigratorias animadas
por proyectos colonizadores subvencionados por el Estado y los empresarios
extranjeros que transformarían la ciudad de Buenos Aires y la campiña de la Pampa Húmeda en
lugares densamente poblados. Llegarían solo algunas inversiones muy puntuales:
para construir el Cablecarril que conectaba el distrito minero La Mejicana con
Chilecito o para la construcción del ramal férreo desde Deán Funes (Córdoba)
también hasta Chilecito. Inversiones pensadas para hacer más rentable la
extracción del mineral de Famatina, que no tuvieron el efecto buscado y por
eso, prácticamente hacia 1908 cesó la explotación minera en la provincia. Acaso
la única función de La Rioja
en el modelo agro exportador fue la de aportar el quebracho y el algarrobo para
la extensión de las vías y el combustible de las locomotoras. Los obrajes
forestales tuvieron su apogeo entre 1912 y 1918 debido a la valorización de la
madera y los ínfimos salarios que se pagaba a los trabajadores. Sobre la tala
irracional de los bosques, sobrevino la erosión que alejó las lluvias, y sobre las
largas y sedientas huellas de la erosión siguieron circulando todavía un tiempo
más los trenes cargueros. Pero ahora traían agua para las llanuras resecas y se
llevaban riojanos fuera de la provincia. La rapiña de los ingleses trajo el
desierto a La Rioja
en las primeras décadas del siglo XX, ¿qué efectos traerá la rapiña minera en
el siglo XXI?
Mientras la parte “rica” del país
desarrolló industrias en procura de la sustitución de importaciones, ya sea
bajo el gobierno peronista o los intentos desarrollistas posteriores (Frondizi,
1958/62 y en parte Onganía/Krieguer Vasena, 1966/70), La Rioja había seguido en la
postración sumida por la derrota de los caudillos y la consolidación del
proyecto liberal de la
Generación del ´80. Instalada la idea-fuerza de que La Rioja es pobre desde siempre y por
naturaleza se fue gestando
una ideología típica del colonizado: las víctimas (el pueblo riojano) se
convierten, por mérito de este discurso, en el culpable de su propia miseria,
por lo cual debe “mendigar” al poder central un tratamiento especial. Digo, lo
que hoy repite con alardes de pensador original el gobernador riojano. En
1979, el gobernador/interventor puesto por la dictadura de Videla, el Comodoro
Llerena sancionó un decreto/ley, el 22.021 de promoción
industrial, que con retoques de distinto tipo se mantuvo vigente hasta
finales de los`90, teniendo su época de oro en el primer período del segundo
gobierno de Menem en la provincia (1983/ 1987).¿Cuál era la filosofía de la ley
22.021, que continuaba una anterior, la 17247 de otro interventor, Guillermo
Irribaren (1967/1971)? La misma con que el Cabildo de Catamarca pedía
trato extraordinario en 1692 para La
Rioja y Catamarca: por supuestas razones naturales y
desventajas geográficas (árida, montañosa, alejada de Buenos Aires y el
litoral): la región es pobre y
no tiene capacidad de superar ese estado de postración sin ayuda externa, decían, dando vuelta la historia:
la región fue empobrecida por obra de la intervención de la oligarquía porteña
y el capital extranjero. Empobrecimiento que perpetua la desigualdad interna
entre un puñado de familias oligarcas, dueñas de la tierra desde que los
españoles despojaran a los diaguitas, entregándoselas en encomiendas, que
lucran con la pobreza de la provincia. Esa es una peculiaridad de la burguesía
riojana: cuánto más pobre la provincia, más dádivas recoge y más dinero ingresa
a sus voraces bolsillos.
La historia de La Rioja nos muestra que, a
medida que se consolidaba y expandía el Estado nacional, crecía la dependencia
del Estado provincial. Es interesante notar que, en general las obras y los
servicios financiados por la
Nación no contribuyeron a revertir o modificar ni la
estructura productiva ni el modo de inserción de la provincia en el concierto
nacional. La historia de la promoción industrial y el trato preferencial
logrado, en distintos niveles por cierto, desde fines de los 70 así lo
demuestra. Todavía en 1994, la provincia solo cubría con recursos propios el
15,9% del gasto, la incidencia de los servicios públicos (actividad
administrativa estatal provincial y municipal) era del 32,8 % del producto
bruto geográfico y en la capital de la provincia el 54,5 % de la población
ocupada (es decir uno de cada dos personas que trabajaban) lo hacía en el
sector público, solo un 14,3% lo hacía en la industria y un 7,4% en la
construcción. Si unimos dos de estos datos: 15,9% del presupuesto cubierto con
fondos propios y 54,5% de la población de la ciudad de La Rioja ocupada en empleo
público, veremos como la debilidad estructural se mantuvo a pesar de los
ingentes recursos que el menemismo volcó sobre la provincia en forma de ATN
(Aportes del Tesoro Nacional), subsidios, exenciones impositivas (al olivo, el
pistacho, etc.) y créditos blandos para salvar empresas quebradas,
jubilaciones de privilegio, etc. que solo han servido para enriquecer a unos
pocos generando una dependencia económica, muchas veces transformada en
política por medio de las viejas prácticas del clientelismo y la corrupción.
Es que entonces La Rioja tampoco tuvo lugar en
el modelo neoliberal gestionado por Menem? En principio, formalmente, es así, y
si revisamos los elementos fundantes del “modelo” económico de Menem, parecen
que son todas en contra de una provincia como La Rioja. Sin embargo es
obvio que las cosas en La Rioja
no han sido igual que en Formosa o en Salta durante esos años. La esencia del
sistema de conducción menemista lleva en sí mecanismos de corrupción, de
clientelismo político, de intercambio de favores y todo tipo de transas semisecretas,
semioficiales que han volcado sobre el territorio provincial una lluvia de
empleos nacionales, subsidios, jubilaciones de privilegio, extrañas inversiones
como la pista de Anillaco o los créditos de la curtiembre Yoma. Todo esto nos
lleva a proponer como tesis que La
Rioja ha tenido un lugar específico en el modelo menemista:
proporcionar una línea de cuadros que pudo pasar de las dimensiones pueblerinas
en su formación a la dirección de buena parte del aparato estatal nacional.
Esta línea de cuadros ha actuado como un distribuidor de beneficios (no importa
aquí si legales o ilegales), públicos y privados, que han disimulado para una
parte de la población la parálisis y la falta absoluta de ideas de sus
dirigente.
Las declaraciones del gobernador y
las cifras proporcionadas más arriba: “Las cuentas de La Rioja dependen en un 94% de los aportes del
gobierno nacional. Alrededor del 75% de los riojanos subsisten gracias a un
sueldo del estado”[6] confirman que en todo caso la “viveza riojana” de Menem
y su corte sirvió para enriquecer un pequeño grupo que conforma la élite
riojana, ayer menemista, hoy kirchnerista, mañana con la camiseta del que le
asegure la cuota presupuestaria que reproduzca un sistema de dominación que no
inventaron ellos sino Mitre y Sarmiento luego de la derrota de Varela en Pozo
de Vargas. Y esa continuidad de un mismo proyecto se verifica de un modo
cristalino en el tema de la minería. Ya hemos dicho que los pueblos
originarios extraían minerales del Famatina mucho antes de la llegada del
invasor español y que todavía para finales del siglo XIX seguía “alimentando”
la provincia, sin daño ecológico alguno y con trabajo para los pobladores y que
fue una decisión política: dejar sin recursos a La Rioja vencida, la que lleva
a la disminución de la producción y la total parálisis en 1908. Veamos ahora
como la elite riojana, consuma el mandato imperial de activar, para los
colonialistas internos y extranjeros la riqueza secular, pero ahora, con la
forma de minería a cielo abierto, con el uso de cianuro y otros tóxicos, que
destruyen el medio ambiente, casi no generan trabajo en la zona y aseguran el
usufructo de la riqueza para otros.
Fueron riojanos los autores de la creación de uno de los mecanismos más
perversos y entreguistas de la historia. Los hermanos Gioja en el Parlamento y
Carlos Maza desde la secretaría de Minería de la Nación. Beder
Herrera se formó con ellos y fue vicegoberandor cuando le tocó el turno de
gobernar la provincia a Maza. Las primeras leyes mineras se votaron en
1993. La más importante fue la de Inversiones Mineras Nº 24.196/93, que fijó el
marco general de las demás: las mineras gozan de estabilidad fiscal por 30
años; están exentas del pago de cualquier tipo de impuesto nacional, provincial
y municipal, al cheque y al gasoil; deducen de ganancias todas sus inversiones
e importan libremente insumos y bienes de capital. Como la tasa de ingresos no
les resultaba suficiente, José Luis Gioja impulsó la ley Nº 25.161/99, a fin de
deducir del 3 por ciento de regalías todos los costos operativos a partir de la
boca de mina: molienda, refinación, transporte y seguro hasta puerto de destino
y así las provincias comenzaron a recibir un mísero 1 al 1,5 por ciento. Sin
control público alguno y a simple declaración jurada, los megayacimientos
exportan sumas millonarias: Alumbrera produce al año 700.000 onzas de oro
y 190.000 toneladas de cobre que a valores de hoy son u$s 2000 millones
aproximadamente. Lo que les cuesta contestar a los Gioja es ¿por qué con tanta
riqueza las provincias mineras –igual que las petroleras– siguen en la pobreza
y están con déficit fiscales que las obligan a endeudarse? Recordemos que la
minería es el único sector de la producción que exporta sin obligación de
ingresar al país las divisas de sus ventas y son premiadas con reintegros del
Estado que van del 2,5 al 7,5 por ciento de sus exportaciones. El método es más
eficaz que el viejo colonialismo de Potosí porque ahora les pagamos para que se
lleven todo, con el agravante que la cultura de rapiña que se generó en la
época menemista consiente el saqueo de la minería a cielo abierto, contaminante
del medio ambiente y con baja demanda de empleo local[7].
Cierto, pero también son riojanos los que hoy enfrentan el
intento de saquear el Famatina con graves consecuencias para el medio ambiente
de aquella región y el país todo. Como hace ciento cuarenta años, alrededor del
Famatina se libra una batalla de clase y en defensa de la identidad y la
soberanía nacional. En la batalla de Pozo de Vargas, Felipe Varela, aquel que
se había opuesto a la guerra de conquista del Paraguay, nominada como Guerra de
la Triple Alianza
para encubrir el genocidio al que sometieron a la nación paraguaya
(quedaron vivos no más de 115 mil paraguayos, muriendo no menos del 60% del
total de la población y el 90%! de la población masculina) fue derrotado por
los fusiles porteños de las tropas de Mitre; hoy la batalla se da
fundamentalmente en el terreno de las ideas y todavía no está claro si
prevalecerán los herederos de Mitre, algunos de ellos actuando desde el propio
Estado nacional y provincial, aliados con poderosas fuerzas extranjeras, para
saquear el país; o los herederos de Varela, el Chacho y Quiroga, de esa Rioja
que resiste que contó en sus filas a personajes tan brillantes y conmovedores
como el Obispo Angelelli o Alipio Paoletti. En batallas como esta, no
solo se juega el futuro del país, sino también el pasado. ¿Quiénes serán los
modelos para las futuras generaciones riojanas: Menem y Maza, Beder Herrera y
el Comodoro Estrella (jefe militar que ordenó el asesinato del Obispo Mártir) o
los caudillos del siglo XIX y los luchadores sociales del siglo XX que hoy reviven
en las luchas populares?
Tiene razón el gobernador riojano: lo que está en juego es
el lugar de la provincia en la historia, del lado de la claudicación y la
entrega o de la ética, la lucha y la verdadera independencia nacional. El
pueblo riojano tiene la palabra. Los luchadores por los derechos humanos,
estamos a su lado.
[1] .Félix Luna, Planes para La Rioja colonial, citado por
Ricardo Mercado Luna en “La
Rioja de los hechos consumados”, pag.20
[2] testimonio del padre Manuel Núñez
recogido por Raúl Bazán en su Historia de La Rioja , pag.93 y citado por Ricardo Mercado Luna.
[3] escrito en 1970, a cien años de la
muerte de Felipe Varela, fue reeditado por la Asociación de Maestros
Primarios de La Rioja
en 1997, es un ensayo de inquietante actualidad sobre la historia de La Rioja
[4] “La economía de La Rioja y el impacto de la ley
22021” ,
citado en “La Rioja
que resiste”, datos ya consignados.
[7] sobre la base de un texto de Pagina
12 del 2 de enero de 2010; sobre los efectos contaminantes de la minería a
cielo abierto es lo que más se ha escrito, por lo que he preferido abordar
otros aspectos, acaso menos difundidos de la cuestión.
--
José Ernesto Schulman
José Ernesto Schulman
Secretario nacional de la
Liga Argentina por los Derechos del Hombre
Brillante articulo del escritor, historiador y militante , amigo de La Rioja, a la que de tanto en tanto visita, llevándose impresiones y material para un libro.
ResponderEliminarMuy buena la nota!! felicitaciones
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