miércoles, 13 de enero de 2016

Pancho Cabral: "Los gobernantes usan a los cantores populares para sus asados"

Pancho Cabral y una mirada que nos construye desde la identidad. Les compartimos aquí una entrevista realizada por la revista "Sudestada" a nuestro querido artista, cuyo talento es reconocido a nivel nacional e internacional, poseedor ademas de un pensamiento critico en el cual podemos reflejarnos. 

Pancho Cabral:  "Los gobernantes usan a los cantores populares para sus asados"


Sin ser masivo, Pancho Cabral es reconocido como una de las voces de la música popular: el cantante, músico, narrador y poeta riojano edificó entre viajes, misterios y búsquedas en los terrenos de la vidala chayera un puente hacia otros sonidos. Luego de su disco El juglar enarinado y del ensayo musicológico De la vidala a la chaya, Cabral prepara un nuevo libro de poemas, Hombres de Albahaca - Mujeres de Agua. En diálogo con Sudestada, Cabral recorre los conflictos en su provincia, entre la minería a cielo abierto y la responsabilidad de los artistas frente a los huecos en las políticas culturales.

Está en su tierra y aun lejos de ella: Pancho Cabral aprendió en viaje, siempre, a perseguir en el enigma de la voz los sonidos escondidos en la vidala cha¬yera, llena de ceremonias ancestrales relegadas por la cultura oficial riojana y las políticas de la pobreza. Lejos de ser un paraje árido, callado, su pro¬vincia cobija identidades dolidas y poesías como duendes que contrarían olvidos: porque La Rioja no puede equivaler sólo a desmesura y a orden feudal del siglo XXI, batalla Cabral en diversas canciones y narraciones, hace años, en coplas que lo volvieron un artista referencial para los jóvenes. Pancho sigue en la misma búsqueda: revalidar las herencias culturales -y sonoras- desplazadas por el folklore de las vidrieras.

A los 65 años, a pesar de haber recorrido todos los géneros en palabras y melodía, Cabral aún busca su tono, el pulso preciso para decirse y con él, a la cotidianeidad riojana. Y su voz de tenor, con matices y silencios, resuena: estudiando cada día, el cantor y poeta sabe que los caminos son siempre nuevos, como los anhelos de carnaval de los riojanos rumbo a cada febrero: cielos de albahaca, agua y voces enharinadas. Lo supo Cabral en la piel, en lejanía: integró los legendarios conjuntos Huanca Huá y Los Andariegos y, al fin de la dictadura, al regresar de sus viajes por España, París y México, desarrolló nuevas formas de sentir e interpretar chayas y vidalas, esos ritmos cruciales que aprendió en San Vicente, el barrio de su niñez. "Yo le di un baño nuevo a la chaya y era lo que buscaba: tomar lo de los precursores y dejar mi melodía, mi impronta. Encontrar una estética en el paisaje; no buscar en otros nuevos, sino renovarlos con mi palabra".


Y -sin imponer- logró dejar su marca en La Rioja cruzando alimentos sonoros, de los yeites de blues a las guajiras que aprendió con inmigrantes cubanos en París: "Los changos toman mi vuelta a mi provincia como un hecho referencial y esa responsabilidad a veces me resulta pesada: no podés fallarles a quienes creen en vos", cuenta. Y son ellos, los jóvenes artistas, quienes siguen cantando -por los festivales- canciones suyas como "Sanagasta en el viento", "Con sabor a chaya", "Coplas en charco celeste" o "Coplas atadas con chala" (con la que ganó el Festival Cosquín de la Canción en 2006): melodías que atrapan la piel. O aquella otra, "Azul provinciano", que Mercedes Sosa conoció en París y grabó después. Y hasta compartieron esce¬nario en Cosquín, allá por 2008: era enero y Cabral andaba inmerso en la grabación de su último disco, El juglar enarinado (sin hache: una licencia para acentuar el silencio), que reúne canciones de distintas épocas en nuevas versiones, su voz celebrando con otros el misterio de los ritmos...

"Hay una contradicción en las vidalas chayeras: tienen un dejo de tristeza, pero se cantan en momentos alegres", sostiene Cabral acerca de una de las ideas disparadoras del disco, y de otra de sus indagaciones sobre La Rioja ancestral: el ensayo De la Vidala a la Chaya, que reeditó en 2010, con correcciones; un estudio etnomusicológico que va de la espiritualidad y las formas de las coplas anónimas al origen y la vigencia de aquel ritmo sincopado. Y el viaje sigue: a punto de editar un nuevo libro de poemas, Hombres de albahaca-Mujeres de agua, pensando en las divinidades diaguitas y en personajes míticos, cotidianos también, en La Rioja, Cabral celebra: este febrero, en carnaval, cuenta que volvió a izar la bandera de la chaya -de su creación- para cantar vidalas antiguas con amigos. "Yo quiero cantar estando: pasar dejando una huella". Y así empieza a develar estos enigmas llamados chaya, La Rioja en vidalas, caja y carnaval...

-¿Qué sensaciones te dejó este febrero al ver cómo se apropian del carnaval los más jóvenes en La Rioja? ¿Ves continuidades entre su forma de vivenciarlo y la de tu generación?

-Me parece acertado el término "apropiando", pues es lo que necesitamos los que ya estamos en el sentir de este género nuestro: que los jóvenes se apropien de él y lo desarrollen con la dinámica que implica un sentimiento con su música. Allí se revaloriza el acto de la composición. Años atrás, a nosotros, los jóvenes músicos de la década del 60, nos pasó lo mismo: nos fuimos apropiando de la música que ya habían cantado los hermanos Peralta-Dávila, don Eusebio Zárate, los hermanos Albarracín, la chaya de José Oyola y la de Ramón Navarro, las vidalas del "viejo" Hernández después. Es muy gratificante escuchar a nuestros jóvenes cantar vidalas anónimas, verlos enharinados y con su albahaca en la oreja decir coplas al son de una antigua caja. Esa continuidad tiene mucho que ver con la transmisión oral: cuando cantamos todos juntos, vamos repitiendo coplas ya dichas en carnavales pasados. Hemos tomado los modos y las formas de esa vidala antigua y es placentero escuchar que salen coplas nuevas y que van transformándose con las nuevas generaciones. Ellos también quieren tener su palabra y con absoluto derecho serán los dueños de ese decir. Los jóvenes están aportando a la dinámica de nuestro canto.

-¿Qué opinás del anuncio del gobernador Luis Beder Herrera, en 2010, de que la chaya iba a ser declarada patrimonio cultural?

-La chaya es un patrimonio cultural por naturaleza; no creo que nadie tenga que declararla en tal o cual lugar. Ella ya se lo ha ganado atravesando tiempos de canto en los labios de los vidaleros y en los sonidos de los tambores nuestros. No lo veo como una muestra de acercamiento del señor gobernador hacia el género, más bien como un anuncio populista, como suelen hacer los políticos: toman los rasgos identitarios de su región y los tienen como una carta en la manga para cuando les conviene. Y lo dice la historia, no es un invento mío. Lo que pasa es que yo tengo buena memoria; es una responsabilidad tenerla. Al canto de un pueblo no le hace falta que nadie le ponga su marca: ya lo tiene por vivencia. En todo caso, somos los cantores populares, los que componemos junto al pueblo, los señalados para tal movimiento del canto pues lo heredamos, lo vivimos, lo transformamos de acuerdo a las épocas.

-Entonces, ¿cómo tendría que ser una política cultural con proyección acerca de los géneros musicales riojanos?

-Justamente, aquella que se consulta y tiene la mirada en el futuro. A todos los cimientos tienes que fortalecerlos con nuevas miradas. Como dice Marcel Proust, "no es necesario cambiar de paisaje, sino poseer nuevos ojos", y eso significa mirar hacia adelante. Si un gobierno no tiene una política cultural basada en sus rasgos de identidad está perdiendo, olvidando su alma: dejando de lado eso que pretende hacer sonar como patrimonio cultural. La cultura de un pueblo va ligada a todo lo que necesita; si al turismo de tu provincia no lo ves ligado a lo cultural, estás trabajando en sentidos opuestos. Talampaya es un rasgo identitario, y el canto de un compositor también: la proyección viene a partir de la conjugación de esos elementos. Hoy nos beneficiamos con una ley del libro, ley del audiovisual, ley del disco, pero no viene de esta gestión, lo mismo que la remodelación del teatro; sí tuvimos una Feria del Libro excelente que fue dejada de lado. Esas son cosas que un pueblo no alcanza a comprender. Todo ello tiene que ver con la mediana popularidad de un género nuestro. No olvidemos que tuvimos un presidente riojano con dos mandatos y este género tuvo allí la mejor oportunidad de hacerse conocer, pero como jamás los gobernantes entendieron, y tampoco les interesó, pues utilizan a los cantantes populares para sus asados, la chaya sigue a merced de su mediana popularidad.

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº 96 - marzo 2011)

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