jueves, 2 de enero de 2014

La otra orilla

Por Félix R. Guerrero
Debieras saber, tranquilo paisano, vecino cabal, que una trama fatal, siniestra, inversora e invasora le ha echado el ojo y las garras a estas tierras y las dividió usando de la ruta como separador de tierras: la ladera occidental del Velazco de un lado, y del otro las tierras llanas situadas al oriente de la estratégica ruta asfaltada.


Algún día, cuando el aire pese como tierra sedienta sobre los cuerpos desnudos,
tal vez alcance a ser la voz de aquel peregrino que enmudeció o del agua que,
gota a gota, resbala por su pecho. Él nunca estuvo en la otra orilla pues sabe
que allí los dioses duermen en el polvo. Y sabe que cuando un hombre por azar
se duerme en la otra orilla -ese lugar que siempre ocupó la mirada-
ellos se despiertan y se contemplan en él. Si ese hombre, entonces, se despierta,
se convierte en espejo y estalla con el sol.

Viajero que cruzas raudo la tierra de los costeños, de Norte a Sur, si bajas la vista hasta tus pies con ojo avizor, advertirás que la cinta de asfalto que pisas, divide a la Costa en dos partes. Si tu espíritu ignora la malicia dirás que este es simplemente un camino, una ruta de tránsito. Pero si, agudo, atisbaras los designios del poder, sabrías a ciencia cierta que estás pisando un límite. Una raya que la voracidad divide en dos a la Costa .Cuando La Costa no era La Costa sino un universo diaguita, un espacio común de los hombres, las bestias y los pájaros cuyos límites suponían el alcance de las necesidades básicas para vivir, soñar y volar,  no existían fronteras infames.

Debieras saber, tranquilo paisano, vecino cabal, que una trama fatal, siniestra, inversora e invasora le ha echado el ojo y las garras a estas tierras y las dividió usando de la ruta como separador de tierras: la ladera occidental del Velazco de un lado, y del otro las tierras llanas situadas al oriente de la estratégica ruta asfaltada.
Puesto ya en alerta, paisano costeño o inquieto viajero, vamos a la médula del tema: hace ya unas cuantas décadas, cuando los costeños contaban solamente con caminos de tierra, pensaban que el asfaltado del camino que une los pueblos costeños desde Las Peñas hasta Aimogasta traería el progreso a La Costa. Luego anhelaron y reclamaron por asfalto como si se tratase del pan de cada día.
Al cabo de un tiempo el reclamo fue oído y se planificó el trazado de la ruta asfaltada. Concurrieron al proyecto cuestiones técnicas- viales y visionarios intereses políticos-privados y la ruta fue corrida unos centenares de metros hacia el Este, alejándose un poco de las poblaciones. Hasta ahí todo era moderadamente razonable y prometedor.

La ruta fue una realidad, pero el comienzo de la era menemista despertó la codicia neoliberal atrayendo a inversores neo-colonizadores. El ex presidente nativo de estos pagos, en un discurso proferido en Aminga al aire libre, con un gesto ampuloso abarcó con el brazo extendido la franja llana del Este costeño diciendo “esto será un vergel, habrá trabajo y progreso para todos los costeños”. Se hicieron estudios de las napas subterráneas con sondeos sísmicos en las tierras prometidas. Las carpetas con los estudios fueron cuidadosamente guardadas por desconocidas manos. Pasó el tiempo, llegamos al 2013, dejamos pasar unos meses y nos plantamos en el 2014, como quien se para al borde de un abismo.

Lo que sigue, es el reparto de los Recursos Naturales de este departamento, que quedaría demarcado de la siguiente manera:Del lado Oeste de la ruta, nosotros, el pueblo costeño, con sus finquitas  familiares de irrisorio interés económico, sus quebradas aptas tan solo para un turismo insignificante, aunque privatizables.
Del lado Este de la ruta, un gran espacio aprovechable, con napas acuíferas a trescientos metros de profundidad, exenciones impositivas, subvenciones varias puestas en manos de “empresarios” amparados por una curiosa manera de inversión: el Estado pone el agua, las tierras y el dinero. Hasta el momento es un misterio o un secreto de estado que ponen ellos. Hasta la fecha no han demostrado un talento siquiera mediocre que justifique la confianza de trescientas rupias.

¿Qué hacer?  Quizás no aceptar que nuestra  suerte  sea decidida, día  tras día, por una  gente  cuyos proyectos nos son hostiles, o simplemente desconocidos, y para los  que  nosotros  no  somos,  yo  y  todos  los  demás, más  que cifras en un plan, o peones sobre un tablero, y que, en el límite, nuestra vida y nuestra muerte estén entre  las manos de unas gentes de las que sabemos que son necesariamente ciegas.

El 2014, desde el fondo del abismo nos desafía a salvar a la Costa luchando a brazos partidos contra la penetración cultural del neoliberalismo en nuestros pueblos. Estamos hundiéndonos en una crisis social, política, institucional y económica. Hay que salir de ella con fe y coraje. Solo así podremos sortear el amenazador oscuro cielo que se cierne sobre nuestras cabezas.- 

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