martes, 21 de enero de 2014

La otra orilla. Parte 2

Por Félix R. Guerrero. Si la historia se repite, lo hace  necesariamente en un contexto histórico diferente al  del  siglo XVIII. En estos lugares, donde nacemos  crecemos, malogramos nuestra existencia y morimos dejando hijos huérfanos de futuro y herederos de una tradición colonialista al parecer, ineludible. La historia se repite a contramano y con los semáforos en rojo.


"Sarmiento y Alberdi querían cambiar el pueblo. No educarlo, sino liquidar la vieja estirpe criolla  y  rellenar  el  gran  espacio  vacío  con  sajones.  Esta  monstruosidad  tuvo  principios  de ejecución. Al  criollo  se  lo  persiguió,  se  lo  acorraló,  se  lo  condenó  a  una  existencia  inferior”. 
                                                                                                                       Carlos P. Mastrorilli 

El principio de ejecución al que alude Mastrorilli sigue acometiendo con el afán de concluir su infame obra colonizadora.

En los últimos años ha sido notable el crecimiento exponencial de conflictos socio-ambientales en todos los territorios del “tercer mundo” por la continuidad, profundización, intensificación y expansión de proyectos encaminados al control, extracción, explotación y mercantilización de bienes comunes naturales.

Acá en La Costa, como en otros lugares, el argumento justificador, es “la creación de puestos de trabajo”. En efecto, algunos puestos de trabajo se crean, pero su número es insignificante en relación a las regalías de tierras, agua, subsidios, exenciones, etc. De ese escaso número de puestos de trabajo, son pocos los de “planta permanente”: La mayoría son contratos basura, es decir “tercerizados” mediante el sistema de “cuadrilleros”.
 El grueso del trabajo es absorbido por la automatización de tareas como cosecha, siembra, limpieza, etc. (por ejemplo, una maquina cosechadora de uvas puede dejar sin trabajo a mas de 300 trabajadores por finca).
La contracara es el impredecible impacto ecológico (bombas para destruir nubes llovedoras, fumigación intensiva con agrotóxicos, la disminución de los espacios públicos, la destrucción y desplazamiento de la fauna y flora y autóctonas, etc.).

“En suma, las estrategias de dominación del Estado y capital operan sobre la base de cuatro aspectos que buscan ocultar y disfrazar el verdadero carácter del despojo:
1. Los proyectos de despojo se presentan como medios para el desarrollo, progreso y bien común. Sin embargo, este desarrollo no es igual para todos; al contrario, hay poblaciones y territorios que son sacrificados y que su vida es transformada radicalmente. Aquí, el Estado aparece como un árbitro neutral y autónomo de la lógica económica. En su aparente búsqueda por garantizar la igualdad de derechos de todos los ciudadanos, despliega una legalidad que en nombre de la igualdad jurídica propiedad.

2. Si bien sabemos que las ganancias del desarrollo de unos cuantos son a costa del sacrificio de otros, para evitar la oposición de las comunidades “afectadas” se les promete  desarrollo local, crecimiento económico y prosperidad social. Sin embargo, esta narrativa desarrollista es también una apariencia, debido a que estos proyectos al funcionar con una lógica de enclave -es decir, sin una propuesta integradora de las actividades primario-exportadoras al resto de la economía y la sociedad-, no promueven los mercados internos, ni generan los empleos prometidos. Lo cierto es que profundizan las condiciones de desigualdad y miseria, debilitan o desmantelan la cohesión, el arraigo y apego comunitario, y generan un proceso de desposesión y expulsión que orilla a la migración  y búsqueda de oportunidades, principalmente en las ciudades.

3. Todos aquellos que se oponen al “interés general de las mayorías” se presentan como intransigentes, instigadores del orden y opositores del progreso, con lo que se busca justificar el uso de la violencia para mantener el control social y no poner en riesgo las jugosas inversiones del capital.

4. Los proyectos de despojo han aumentado los niveles de presión sobre la extracción de recursos naturales, intensificando la deforestación, la pérdida de biodiversidad, la degradación de suelos y, en general se han agravado de manera alarmante los niveles de deterioro ambiental”.

Esta angustiosa ALERTA , nos urge a los “costeños” a defender,  cuidar y recuperar lo perdido de las “dos orillas”: Del margen Oeste, la recuperación de la  privada quebrada de Anillaco y la lucha por que se apliquen las leyes que impidan la privatización de las fuentes de agua para consumo humano y sus cuencas donde quedan restos de la perdida yunga; declarar a esta zona “Área protegida en riesgo ambiental” para frenar a la irresponsable intervención humana en esos lugares y la implantación de proyectos descabellados como “la villa de los esturiones” en Anillaco.

Del margen Este de la ruta 75 hasta en Rio de La Punta, hay que estatizar las tierras para llevar a cabo una utilización racional de esa franja privilegiando los beneficios económicos de los costeños, creando pasillos ecológicos para preservar la flora y fauna autóctonas.

Hay que desmantelar esta configuración que ha sido impulsada por las políticas del capital privado y con la participación de los gobiernos en sus diferentes ámbitos y niveles, a través de estrategias jurídicas, de cooptación, disciplinamiento y división de las comunidades, represión, criminalización, para garantizar a cualquier costo la apertura de nuevos espacios de explotación y mercantilización.


La supervivencia y protección de los bienes comunes constituye una condición fundamental para la continuidad de la vida, la cual puede seguir y potencialmente estar a cargo de sujetos comunitarios, a partir de formas de autorregulación social que incorporen entre sus principios frenos y controles al mal uso de los recursos. Se trata de experimentar modalidades comunitarias que, mediante la confianza, la reciprocidad, la cooperación y la comunicación hagan posible la gestión de lo común sobre la base de una relación sostenible con la naturaleza. Una cuestión central para la sobrevivencia humana frente a la crisis civilizatoria que el mundo vivo enfrenta.-

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