Las leyes de Punto Final y Obediencia Debida decretadas por el presidente Alfonsín en 1987 libraban de toda responsabilidad a los representantes castrenses que participaron en la
represión, Hoy,
bajo la legitimidad constitucional y con la invocación de Dios, fuente de toda
razón y justicia se está por perpetrar otro crimen de lesa humanidad y lesa
naturaleza. La cadena de mandos que lo ordena, comienza en las empresas mineras
multinacionales, sigue por los jefes de estado, continúa por los gobernadores
provinciales y termina en los intendentes municipales. Todos obedecen sin
chistar.
Las leyes de Punto Final y Obediencia Debida decretadas por el presidente Alfonsín en 1987 libraban de toda responsabilidad a los representantes castrenses que participaron en la represión. Se pretendía el olvido, el perdón de esos hechos pasados.
Las leyes de Punto Final y Obediencia Debida decretadas por el presidente Alfonsín en 1987 libraban de toda responsabilidad a los representantes castrenses que participaron en la represión. Se pretendía el olvido, el perdón de esos hechos pasados.
Creo que hubo un mal entendido
Yo a vos no te quise matar;
Las ordenes no se piensan, se cumplen y ahí
estas.
La obediencia tiene sus temores.
Más importa la seguridad
Y hoy sos un número que gira, ¿Dónde estás?
Yo tuve un perro y una profe
Que me enseñaron a olvidar,
Inesperadamente fui feliz
Pero no lo puedo recordar
Estos versos de una canción popular, son un duro
testimonio y una lección que no debemos
olvidar. Es cobarde de olvidar fatales errores, e ilusorio pretender que los
pueblos olviden sus heridas irremediables, por leyes o tramposa persuasión.
Aquellos crímenes a que alude la canción estaban perpetrados
por una junta militar golpista, fuente de toda irracionalidad e injusticia. Se
habían negado todos los derechos constitucionales.
Hoy, bajo la legitimidad constitucional y con la
invocación de Dios, fuente de toda razón y justicia se está por perpetrar otro
crimen de lesa humanidad y lesa naturaleza. La cadena de mandos que lo ordena,
comienza en las empresas mineras multinacionales, sigue por los jefes de estado,
continúa por los gobernadores provinciales y termina en los intendentes
municipales. Todos obedecen sin chistar.
Como la ciudadanía no se encuentra aterrorizada
por torturas y desapariciones, se apela a la vergonzosa dádiva y al engaño que
tan buenos resultados dan a la política nacional. Seremos ricos, sanos y
viviremos en el paraíso libre de contaminación radioactiva.
Tengo serias razones para creer que nuestro
popular intendente Del moral, no ha pensado seriamente el asunto ni ha
reflexionado críticamente en los peligros que corre él, su mamá, hermanos,
sobrinos, menos aun, los riesgos que corren sus amigos, punteros y pueblo
costeño. Si así lo hiciera, consultaría a expertos no corruptos, verificaría
los daños de La Lumbrera y cuestionaría aunque sea débilmente al gobierno
Provincial semejantes posturas y decisiones.
En esta tesitura, tendría que leer las estrofas
que siguen, a modo de justificaciones de errores colaterales:
Creo que hubo un mal entendido
Yo a vos
no te quise matar;
Todo aquel que abusa de la vida,
“muere acá”
La obediencia tiene sus temores
Espero que lo sepas disculpar
La mal escondida
¡te encontramos! ¿Dónde está?
Me fijo en la inconciencia tranquila
Después de no volverte a ver
Pensando que te iba encontrar
pero no volviste aparecer
Pensando que te iba encontrar (pero no volviste
aparecer)
Para vivir, sobrevivir y poderla contar, la única
alternativa que tenemos los riojanos es usar de LA DESOBEDIENCIA DEBIDA.
En definitiva, los riojanos ya hemos creado
defensas naturales para sobrevivir al subdesarrollo, a la corrupción, a la ineptitud, al desamor y a la vergüenza
oficial. Pero no hemos creado anticuerpos para la radiación nuclear y la
destrucción del paisaje, nuestro cuerpo grande.
Nuestro Intendente tiene una gran responsabilidad
MORAL, con su pueblo, si le da el cuero para hacerle honor a su apellido y a
sus deberes.
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