Quemad
nuestra tierra. Quemad nuestros sueños. Verted ácido en nuestras canciones. Cubrid con serrín la
sangre de los nuestros, asesinados. Ahogad con vuestra tecnología el clamor de
todo lo que es libre, salvaje e indígena.
Probablemente a muchos
costeños les parezca raro por lo novedoso esto de la “Soberanía alimentaria”; a
otros les resultará dificultoso vincular esta problemática, con la realidad
costeña, porque planteamos como una situación problemática al tema de la
soberanía y al tema de la alimentación.
Pero si analizamos un poquito, nos
encontramos que cuando personas o
entidades ajenas a nuestros pueblos deciden sobre el uso de nuestros recursos
naturales, ya estamos ante un problema de soberanía; cuando reflexionamos sobre
nuestros alimentos, caemos en cuenta que los productos alimenticios que se
producen en gran escala en el departamento tienen otro destino que el de
satisfacer las necesidades alimentarias locales, estamos inmersos en la
problemática de la alimentación.
Surgen de esta reflexión las
siguientes preguntas, cuyas respuestas las conoceremos con poco esfuerzo: ¿Nos
alimentamos bien los costeños?, ¿Estamos mejor alimentados que en los tiempos
de las economías familiares?
Como este es un tema muy profundo
y extenso, LA BOCONA presenta esta
inquietud para instalarlo en nuestras comunidades, con la intención de abrir el
debate y buscar las soluciones conjuntamente con toda la comunidad costeña. En
esta primera entrega, y a modo de introducción al tema, damos un pantallazo
general sobre esta temática:
“El
debate sobre los problemas de la agricultura y la alimentación en el mundo
globalizado de nuestros días pasa necesariamente por reconocer la confrontación
entre dos grandes modelos de desarrollo rural, uno de inspiración neoliberal y
otro basado en la economía familiar campesina, fundamentado en la propuesta de
la Soberanía Alimentaria. Ambos modelos los encontramos tanto en los países
ricos como en los países empobrecidos, rompiendo con las clásicas diferencias
norte/sur.
El modelo dominante de inspiración neoliberal
está impulsado por las grandes empresas transnacionales de la agroindustria y
basado fundamentalmente en la producción para la exportación. La lógica de esta
concepción es que cada territorio debe especializarse en aquellas actividades
que le permita tener ventajas comparativas en relación a otras zonas del
planeta en una economía fuertemente globalizada. La prioridad de la
agricultura, por tanto, será el cultivo de productos sustituibles para mercados
lejanos. Para ello se requiere el uso intensivo de la tierra, el empleo de
agrotóxicos, de semillas transgénicas, de maquinaria pesada, etc. La
incentivación de la producción agropecuaria hacia la exportación a través de
subvenciones promueve que se vendan productos alimentarios en otros mercados
por debajo de los costes de producción en el lugar de origen (dumping),
hundiendo las economías locales. Ante las situaciones de inseguridad
alimentaria en una determinada zona o región se considera que esto no es un
problema fundamental y que ya se conseguirán los alimentos necesarios de
aquellas zonas donde sea más barato. En este modelo la unidad familiar
campesina se convierte en un anacronismo que tiende a la desaparición por
ineficiencia.
La
expansión del modelo de agroindustria y agro-exportación ha supuesto, de hecho,
una agresión frontal contra la agricultura familiar campesina. Para buena parte
de la población rural no queda otra alternativa que buscar otras fuentes de
empleo, aumentando los procesos migratorios hacia las ciudades o hacia otras
zonas donde puedan ser empleados como jornaleros en explotaciones ajenas.
También pueden acabar trabajando en empresas maquiladoras o como empleados de
enclaves turísticos, las principales industrias que se están impulsando en la
actualidad en muchos países del Sur”.
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