Producida y subsidiada por el gobierno la fiesta mayor de los riojanos ocupó su lugar en la escena nacional a través de la
televisión publica y otros medios radiales provinciales y nacionales. Podemos
decir que es el evento riojano de mayor difusión pero también podemos hablar de una
celebración arraigada en el pueblo desde
tiempos precolombinos. La chaya es una tradición que nos habla de nuestras raíces,
pero hoy en día también es una figura comercial, vinculada
al gobierno de manera bastante
misteriosa, agregando más polémica al culebron anual que ya es costumbre.
Por las noches del festival
pasaron los artistas de renombre
nacional y también nuestros artistas
autóctonos, aunque más como invitados
que como anfitriones, pero eso es tema para otro debate. Tampoco importa quien
lo organice, digamos que sobran oferentes
para hacerse cargo del negocio.
En todo caso lo más llamativo de todo
esto es la celebración en si, el rito lúdico de agua y harina, que es el mismo que se da en distintas chayas o tapamientos que se
multiplican por los barrios y
pueblos de nuestra provincia y que ubica a quienes participan del
festejo en el centro de la escena.
Entonces la Chaya
no es solo el festival, eso debería quedar claro, la Chaya es mucho mas, es un
tiempo que todos pueden darse para jugar, para ahogar penas o exaltar pasiones o para conectarse con nuestra riojanidad. Para
muchos esta celebración es algo así como
el año nuevo riojano, y algo de eso hay en el origen de esta tradición que nos
legaron los pueblos aborígenes de nuestras tierras, no como final de año calendario, pero si como comienzo
o el cierre de un ciclo anual de cosechas, que están sujetas a la naturaleza del clima.
De trata de algo cercano a la realidad
del hombre y la naturaleza que lo sustenta.
En ese contexto de festejo o resignación por la cosecha, o de buenos augurios para la siembra que se
inicia es que nace la leyenda de la
Chaya , que no es otra
cosa que la historia de un amor imposible entre dos jóvenes;
Chaya y Pujllay, quienes por diferencias sociales no pueden juntarse y
concretar su amor, llevando sus
historias a un final trágico.
Pujllay, que no se resigna al mandato
social que lo separa de su amor, ahoga su pena bebiendo desmedidamente y muere quemado en la hoguera de la
fiesta; y Chaya desconsolada se
interna en la montaña para siempre. Chaya se vuelve rocío que baja del cerro, como llovizna o como agua, que es el elemento clave para una buena cosecha.
Entonces podemos decir que es la fiesta del agua y de la harina, es el
comienzo y el final de un ciclo, es la
no resignación, es el pensamiento mágico de nuestro pueblo que con su
ingenio se sobrepone a la adversidad.
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