135º Aniversario del Dpto. Castro Barros. Por
FELIX R. GUERRERO - Visto en el mapa de La Rioja, el
departamento Castro Barros presenta un tamaño más bien pequeño en relación a los otros departamentos de la
provincia y algo rechoncho, contradiciendo al imaginario popular de sus habitantes
que lo perciben longilíneo en la orientación Sur-Norte. Esta dislocación
perceptiva le dio el apodo de “La Costa”, debido a que siguiendo esta falsa línea recta, los pueblos
“costeños” se suceden a lo largo de las serranías del macizo del Velazco, uno
tras otro…
Para todo costeño
genuino, costa es sinónimo de orilla o borde, ya que la relación con costa marina, tan lejana de estas
latitudes no existe. Creo necesaria esta
aclaración, porque una vez un turista “porteño” pregunto dónde está el mar, mirando azorado la
omnipresencia montaraz de estos pagos.
Hecha esta
aclaración, comenzaremos el viaje retrospectivo, cuyo afán responde a la
necesidad de refrescar la memoria y la identidad costeña y riojana en este
viaje que acaso es una trashumancia hacia el interior de nosotros mismos, en este
día aniversario de “fundación”.
Estamos ya situados
en el siglo XVIII, en Cuchiyaco (los de entonces sabíamos que ese nombre
significa en español, “Agua de los chanchos”, nombre menos elegante que el
quechua). Bajando un par de kilómetros maravillados de esa imponente vista
panorámica del valle, llegamos a la
localidad de San Pedro, al norte del departamento, llamado por los pueblos
originarios, Paslimpato que significa en la lengua nativa “Pueblo partido en
dos”, o algo parecido.
Ahora no nos queda más
remedio que pedir prestada al presente, la Ruta Nacional 75 para continuar el viaje hacia el Sur sin
tropiezos. Continuamos el viaje mirando las jarillas, tuscas, palo azul y
pichanas entre otros arbustos del monte bajo y al cabo de unos quince minutos de viaje estamos en la entada del pueblo de Anjullón, para lo
cual deberemos recorrer tres kilómetros en dirección Oeste hasta llegar a su
plaza.
Esta bella localidad
de irregular trazado, siguiendo en capricho de su accidentada topografía, conserva su nombre original cuya etimología derivaría de “Unju-ango-llon”
que significaría “ladera con agua”.
Rompiendo, por
cuestiones de tiempo el mágico embeleso de Anjullón, tomamos el camino viejo de
ripio, y a dos kilómetros hacia el Sur, estamos en Los Molinos, cuya íntima y
carnavalera plaza está presidida por su vieja capilla y antiguos terebintos.
Allí pedimos prestada a los viejos chayeros, una caja coplera para entrar
haciendo bulla en Anillaco. Ani-an-yaco,
que en lengua nativa, significa “Agua
del alto “, es el pueblo más
desarrollado, en el presente, del departamento.
Después de servirnos
un plato de locro en tan mentado pueblo, seguimos hacia el sur, para “asentar”
el locro con un patero amingueño. Aminga, cabecera del departamento, es el pueblo que mas conserva los rasgos étnicos de nuestros antepasados.
De ello da fe don Rosendo, que cabalgando en una zamba ya famosa, recorrió todo
el país, “enancado” con el barbudo y mítico Jorge Cafrune. Aminga, don Jorge, significa
“Alto del Inca” ( An-Inga) .
Continuamos siempre
al Sur y llegamos por el viejo camino de tierra desembocamos en la Plaza de
Chuquis, pueblo que atesora un retazo de la historia argentina y también de nuestra provincia. En quechua, esta palabra significa “Alto de
la lanza”. Este pequeño pueblo cuyas calles guardan el polvo de los
siglos, guarda en su seno a la casa de
Don Pedro Ignacio Castro Barros, a las almas de sus descendientes y a la
memoria de la historia.
Pinchas es nuestra
próxima parada, siempre en el rumbo Sur. Allí se respira frescura y
amistad; gente que sabe conservar sus
instituciones con abigarrado celo.
Apenas trepamos unas colinas por en camino asfaltado (Ruta 75), llegamos a Las Aguas Blancas,
diminuto pueblito que siempre está mirando detrás de su corazón secreto a quien pasa por la ruta. No nos despedimos
de La Costa allí, porque todavía nos
queda Las Peñas. Hasta allí vamos, a la antesala de los abismos. Allí hay una
capilla sobre la roca, en donde paraban los colectivos de la empresa “El
Cóndor” que iban a la ciudad Capital para que los choferes y los pasajeros
recen a San Rafael rogando sortear la cuesta de Huaco, que en tiempos pasados
era más alta, mas angosta y con piso de tierra y arena . Por lo tanto, más
peligrosa.
Hecha la hoja de
ruta, nos adentramos al corazón de La Costa.
La Costa, tan pequeña, guarda en sus entrañas, como esas mujeres diminutas que paren muchos hijos,
prodigalidad para con la historia. Ella parió poetas y cantores; próceres y
presidentes. Ella es diversa y coqueta; caprichosa y pretenciosa.
La Costa aún no sabe
quién es ni lo que quiere ser. Ese es su sino. En las últimas décadas, seducida
por los encantos neoliberales, quiso divorciarse del pasado, pero no pudo;
quiere subirse al futuro, pero aun no sabe cómo. Pero los que estamos subidos a
esta Arca, tenemos fe. Ya pasará este diluvio de confusiones.
FOTO: Franco Guerrero
Muy bueno amigo Félix, es así, aun no saben quienes son ni donde quieren ir!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarEn general prefiero conseguir hospedaje en los departamentos en la costa porque me gustan mas las zonas cercanas a las playas
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