Ramón Nieto es uno de
los últimos picapedreros de su generación. Depositarios de un oficio áspero
como las mismas piedras, amenazan con ser los últimos en dominar esta técnica,
en vías de extinción. LA BOCONA
quiso contar la historia de uno de los trabajos que dieron identidad a nuestra
comarca en la voz de este vecino de Anillaco.
“Pongo en tus manos
abiertas”
Vamos subiendo por el camino comunal del cerro en Anillaco.
Un poco más arriba del camping nos espera un picapedrero para contarnos algo de
su vida y de su oficio. Antes de llegar empezamos a oír los golpes que resuenan
en la siesta templada por el sol de invierno. Allí está don Ramón con sus manos
cuarteadas por el polvo de las piedras. Manos que golpean en el silencio del
campo. Manos que quiebran la soledad del picapedrero estampado al costado del
camino. Unas manos que se parecen demasiado a las de la tapa de un disco de
Víctor Jara. Pongo en tus manos abiertas/
mi guitarra de cantor/ martillo de los mineros/ arado del labrador. O a las
de cualquier trabajador latinoamericano.
Una historia de vida
Ramón Lorenzo Nieto nació en 1942. Hijo de Genoveva Nieto y
Eloy de la Vega ,
se crió entre las fincas de Anillaco y los animales, “enlazando burros” dice
riéndose. En el año 1964 Ramón era dado de baja en el Servicio Militar y
aceptaba un trabajo como “angarillador” en las obras de construcción de los
canales y estanques de Agua Blanca. Los
angarilladores eran los encargados de transportar en angarillas las piedras
cortadas en las canteras hasta donde se colocaban. Tenía 22 años. Una tarde es
descubierto por el capataz de la obra con una maza y una punta tratando de
cortar un bloque de granito. “Fue así como el capataz me mandó a aprender a
cortar piedra con don Lucio Falón, quien actualmente vive en la localidad de
Agua Blanca con 90 años de edad” recuerda.
En apenas tres meses se aprendió el oficio, accedió al
sueldo mínimo y comenzó a trabajar como medio oficial. Para Ramón fue una época
en la que había muchos picapedreros de oficio y la piedra era considerada un
elemento importante para la construcción, después suplantada por el hormigón
armado.
Luego de la finalización de las obras en Agua Blanca,
nuestro picapedrero comienza a trabajar en la localidad de Aminga, como
cuidador de la finca de Esteban de la Fuente.
El trabajo con el granito se alterna con su ingreso a la
administración pública durante la década del 70’ . En 1979 es contratado para
proveer la piedra necesaria para construir el embalse de Pinchas. Durante esta
obra, que durará dos años, también se desempeña como ayudante herrero ya que,
afirma, “para cortar piedras hay que saber herrería”.
Cerca de donde estamos entrevistándolo, hay una piedra cómo
de dos metros de largo. Le preguntamos si puede cortar esa piedra. Don Ramón
responde condescendiente que sí y cuenta una historia: “Un día trabajaban en
una piedra de 20 metros
de largo junto a Ramón Díaz, vecino de Aminga, ya fallecido. Comienzan de un
lado cada uno y terminan partiéndola para beneplácito de ambos”. Si no lo
viéramos partir un bloque cada 10 minutos no
le creeríamos. Mientras relata, nosotros prendemos un cigarrillo. Don
Ramón nos dice que el tabaco es malo y que el fumó por última vez ese día
cortando la piedra.
Como es un trabajador argentino, cuando finaliza la
construcción del embalse de Pinchas, emigra hacia la provincia de Chubut,
arrastrado por la promesa de prosperidad que se lleva a cientos de costeños
hacia la Patagonia :
la empresa Welber Insua. Allí se emplea como obrero de la construcción. El
itinerario continuará por Santa Cruz. La localidad de Puerto Deseado lo
albergará por un tiempo en que los -17 ºC y los días de 16 horas de sol en verano,
lo harán recordar con nostalgia los pagos riojanos.
De ahí en adelante seguirá combinando su labor de
picapedrero con su trabajo en la cuadrilla municipal. En el año 2000 la
jubilación le alcanza un justo reconocimiento a sus inmensos esfuerzos, pero la
piedra continuará llamándolo cada vez que sea necesario. Obras como los canales
de Agua Blanca, el embalse de Pinchas, innumerables casas en el departamento,
la planta potabilizadora de agua de Aminga, llevan bloques martillados por el
empeño picapedrero de don Ramón Nieto.
El oficio
“Para poder cortar hay que encontrar la hebra o la seda una
piedra, que es el mejor corte, luego el plan de seda y la contraseda, el través
de la piedra” dice Ramón mientras continúa su labor. Son las 4 de la tarde y
está martillando desde las 9. Hace 30
bloques por día aproximadamente. Cree que el granito es la mejor piedra, salvo en su textura “ala de mosca” con dos
tipos de mica. “El corte es mas prolijo, los bloques salen más regulares” afirma. También hace morteros y otras piezas
en granito, que a falta de políticas de desarrollo a la actividad, conserva en
su casa como adornos. Hace 48 años que es picapedrero y se comporta como un
verdadero maestro cuando le pedimos que nos enseñe a partir nuestra primera piedra.
Sus herramientas son dos mazas, una de dos Kg. para “picar”
y otra de 10 Kg .
para clavar los punchotes, que son cuñas más pequeñas, que se clavan en los
hoyos realizados por la punta de acero. Comienza haciendo incisiones de no más
de 3 cm .
de profundidad, cada uno de estos huequitos se hacen a 5 cm . de distancia, siguiendo
una línea trazada con un pedazo de ladrillo que marca el lugar por dónde luego
se partirá la piedra.
Pero las particularidades del oficio no terminan acá. Para
templar las puntas y los punchotes de hierro se requiere de un conocimiento
avanzado de herrería. Se comienza dando filo a la barra del mineral. Después se
calienta al rojo vivo en una fragua de manija con carbón de retama. “El hierro
caliente pasa del color blanco al azul y el momento justo es cuando comienza a
aparecer un color amarillento” dice don Ramón. Es el momento adecuado en que la
punta debe introducirse en un recipiente llamado bañil donde finalmente se
enfría en agua. Ramón Nieto también sabe
fabricar hichunas y guadañas.
Los anhelos
Cuando le peguntamos en cuánto tiempo una persona puede
hacer sus primeras armas como picapedrero don Ramón nos contesta risueño: “Se
puede aprender lo básico en una semana y después muchos años de práctica”. “Yo
quisiera que aprendan para que el día de mañana haya alguien que pueda
continuar con esta forma de trabajo. Yo no tengo ningún problema de enseñar a
quien lo quiera”.
Cuando nos marchamos del lugar nos saluda cariñosamente y
nos dice que lo entretuvimos un poco en su labor solitaria. Don Ramón se queda
picando las últimas piedras del día y nosotros nos alejamos escuchando nada más
que el acompasado sonido del martillo golpeando con sus últimas energías.
Excelenta entrevista e importante el rescate de este hombte y su oficio. Felicitaciones a La Bocona que siempre nos sorprende con su trabajo, sigan así.
ResponderEliminarMuy interesante, ese trabaajo del señor Romon Nieto y su familia. Ojala que alli, no termine esa ardua lobor que un dia iniciaron sus antepasados;pues ete ser tiene mucho para enseñar, y asi, de dejar un gran legado a Argentian.
ResponderEliminarHermosa nota; felicitaciones!!! Me llenó de emoción ya que mi padre también fue picapedrero y nacido en el querido pueblo de Agua Blanca. Un saludo muy especial a Ramón y su flia.
ResponderEliminarLas Manos Dos especies de manos se enfrentan en la vida,
ResponderEliminarbrotan del corazón, irrumpen por los brazos,
saltan, y desembocan sobre la luz herida
a golpes, a zarpazos.
Endurecidamente pobladas de sudores,
retumbantes las venas desde las uñas rotas,
constelan los espacios de andamios y clamores,
relámpagos y gotas... Las laboriosas manos de los trabajadores
caerán sobre vosotros con dientes y cuchillas.
Y las verán cortadas tantos explotadores
en sus mismas rodillas.
Miguel Hernandez (fragmento)