Por
Félix R. Guerrero - Esta frase, acaso exótica en estos tiempos
en que el latín perdió su preeminencia en los ritos religiosos cristianos (La
sagrada hambre del oro), pronunciada satíricamente por el poeta Quintus
Horatius Flaccus en el siglo 65 antes de Cristo, cobra dramática vigencia hoy y aquí a 2.664 años. Es que el oro se las
arreglo para acrecentar su carga semántica y simbólica, con el transcurrir de
los siglos (¿EL oro?).
Evidentemente, el oro, ajeno
a los execrables usos que le confirió el poder humano casi del momento en que
lo descubrió y comenzó a usarlo, está ahí, como una maldición eterna de las
víctimas del abuso del poder, que somos más del 99% de la población humana del
planeta.
Desde la propia cuna de la
cultura humana hasta las guerras imperialistas, con el oro están ligadas las
empresas bélicas, las conquistas (de continentes enteros), la lucha de varias
generaciones de pueblos, los crímenes y la sangre.
Está, en estos momentos
posado en el travesaño del arco en los partidos
del Campeonato Mundial del Fútbol que se disputa en Brasil,
transfigurado en buitre, como grafica el escritor Juan Sasturain.
Mientras muchos países
siguen sufriendo las consecuencias de la crisis económica internacional que se
inició en 2008, esto no parece afectar para nada a la todopoderosa FIFA, que no
solo no siente los efectos de la crisis que recorre el mundo, sino que se ha
hecho más fuerte y millonaria que nunca.
Si bien el ente rector del
fútbol mundial tiene 110 años de existencia, es en las últimas cuatro décadas
que pasa de ser una entidad deportiva internacional a una potencia económica y
prácticamente un supra estado, pues no permite que ningún gobierno se inmiscuya
en sus asuntos.
Sus aliados naturales son
las grandes empresas multinacionales como Coca-Cola, Nike, Adidas, etc.
La aurea águila imperial
proyecta su fatídica sombra sobre Latinoamérica, los países pobres de África,
Asía, Europa oriental y sobre los “indignados” y excluidos de sus propios
países “del primer mundo”, que cada vez son más.
Los juegos de pelota, y
particularmente el fútbol, ofrecen una estructura lúdica que conecta parte del
"yo" y de "lo social", así como los valores y
contradicciones de la cultura. El fútbol, como fenómeno social total y como
universal cultural del nuevo milenio, como juego y deporte es un fenómeno
global que ofrece una estructura y cumple con la misión de cubrir la necesidad
lúdica que tiene el ser humano en la vida. Por lo tanto pertenece a los pueblos
y no a las empresas ¿Cómo recuperarlo?
En nuestros pueblos
costeños, por no salirnos de este contexto, el futbol es una herramienta
política y los clubes no pocas veces son escenarios de sus campañas proselitistas: no es raro ver
las leyendas partidistas y aún de propagandas divorciadas con la voluntad de
nuestros pueblos, como la mega-minería en las camisetas de nuestros jugadores.
Hace poco nos sorprendió
(pero no tanto) el oportunismo del
referente político local, que aprovechando el fervor futbolístico mundial,
sacó a relucir sus ambiciones para las
próximas elecciones: una actuación patética. LA BOCONA lo hizo notar y algún fiel practicante de patética
obsecuencia militante, se molestó.
La gran mayoría (por no
decir la totalidad de los amantes de este deporte, no corremos detrás el oro ni
el poder. Tan solo anhelamos que Argentina salga campeón en este Mundial de fútbol.
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