Por Félix Guerrero-Hace
21 siglos, nació un dios en el planeta Tierra. La primera consecuencia de
aquel pronosticado nacimiento, fue que a
partir de ese suceso, el tiempo fugara
en dos direcciones. Año cero, fuga hacia tras, la historia regresando hasta el
comienzo de todos los nacimientos; año cero fuga hacia adelante, el tiempo que
corre alocado hacia todos los porvenires y hacia todos los finales.
A diferencia de los
fantásticos dioses olímpicos, o los crueles dioses del desierto africano o los
poderosos dioses mesopotámicos, este dios, pobre y terrenal, no realizaba
extraordinarias proezas. Caminó sobre las aguas para demostrar la soberanía de la fe; devolvió la vista a
los ciegos, levantó a los paralíticos y
se inmoló muriendo en una cruz, para manifestar la abnegación del amor
verdadero.
Pasaron 21 siglos desde
aquel nacimiento y aquella trágica muerte del dios nazareno a manos de la
soberbia de un imperio y de la ambición de los ricos. Hubo muchas guerras y
exterminios para demostrar la total inutilidad del amor, pero esa utopía,
pisoteada y ensangrentada aun luce victoriosa.
Durante todos estos siglos,
no pudo ser borrado su nombre de la faz de la Tierra. Los ricos levantaron en
su honor altivas catedrales que
pincharon al cielo con sus torres; los pobres han puesto cruces a la vera de
los caminos y han levantado con sudor y lágrimas humildes capillas de barro
para honrar al que murió pobre como ellos.
En esta semana llamada
Santa, en memoria de su muerte, en casi todo el mundo se almuerzan abundantes
comidas para recordar al mendicante dios. En nuestros pueblos costeños y
riojanos y hasta donde llega nuestra vista y la vista de internet, las
autoridades dan días feriados para la diversión y el esparcimiento. Se juega al
bingo y se hacen apuestas.
El sepulcro vacío y otros
signos proféticos, más allá de las discusiones filosófico-teológicas, mantienen
encendida la luz de su trascendencia y
de la de todos los mortales. Lo que si podemos afirmar sin dudas de ninguna
clase es que si Jesús el Nazareno vive en los altos cielos, no está gozando
despreocupadamente de la dicha eterna viendo tantos sufrimientos de sus
hermanos en esta vapuleada tierra.-
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