A
fines del Pleistoceno (cerca de 10,000 años AP) se extinguieron la mayor parte
de los grandes y mega mamíferos que habitaron Sudamérica. Este evento
catastrófico nos privó que hoy contemplemos en nuestro paisaje grandes
perezosos, enormes camélidos e incluso elefantes. Las causas de esta extinción
fueron una combinación de repetidos cambios climáticos (glaciaciones seguidas
por períodos más cálidos) y la presión de la caza realizada por los primeros
hombres sudamericanos. Aquí la historia del zorro de Malvinas contada por los
amigos del CRILAR.
Entre los mamíferos que sobrevivieron a esta gran
extinción se encontraban dos especies de cánidos del género Dusicyon, con un
aspecto semejante a un zorro robusto. Una de las especies, el zorro malvinero
(Dusicyon australis), también llamado lobo de las Malvinas, zorro-lobo y
warrah, fue el único mamífero terrestre que habitaba en las Malvinas. Grande y
robusto, se alimentaba de los huevos de
los pingüinos y las crías de lobos marinos y focas. Darwin, al recalar en Las
Malvinas en 1833 durante su travesía al bordo del Beagle, se maravilló de su
mansedumbre, y predijo: “Dentro de algunos años, cuando estas islas estén
habitadas, sin duda a ese zorro se le podrá clasificar, como al dodo, entre los
animales desaparecidos de la superficie de la Tierra". Su predicción
efectivamente se cumplió. La introducción de las ovejas por los españoles marcó
el comienzo del fin para el warrah. Acostumbrado a ganarse un magro y
dificultoso sustento, encontró en las ovejas presas fáciles y suculentas. El
último warrah de las islas fue muerto a tiros en 1876, el único warrah en
cautiverio había muerto en el Zoológico de Londres el año anterior.
Mientras que las causas de la extinción del warrah son
evidentes, durante largo tiempo fue un tema de discusión cómo había logrado
llegar esta especie a las islas, distantes 460 km del continente. Por otra
parte, la segunda especie de zorro patagónico, D. avus, también planteaba
enigmas. Hace 10,000 años este zorro era abundante en toda la Argentina,
llegando hasta el sur de Brazil. La datación con radiocarbono de los
especímenes hallados ubicó su extinción hace alrededor de 3.000 años,
barajándose como causas posibles los cambios climáticos, la coincidente
expansión humana en Sudamérica durante el Holoceno tardío y la hibridización
con perros domésticos americanos.
Estos enigmas, uno a uno, han sido resueltos en los
últimos años a través de las investigaciones llevadas a cabo por Francisco
Prevosti, Investigador del CONICET y actual Director del Centro Regional de
Investigaciones Científicas y Tecnológicas de La Rioja (CRILAR-CONICET). Por un
lado, análisis genéticos utilizando ADN de especímenes conservados en museos
(entre ellos uno enviado por Darwin), develaron que el pariente vivo más
cercano de ambos zorros es el aguara-guazú (Chrysocyon brachyurus), ese
particular zorro de largas patas habita en Nordeste de Argentina. El género
Dusicyon habría divergido de un ancestro común hace 7 Millones de años, y
colonizado las islas Malvinas hace 16.000 años, coincidiendo con el Último
Máximo Glacial. De esta forma se descartó la hipótesis de una colonización más
tardía mediada por transporte humano a partir de una población continental.
Durante el Último Máximo Glacial los niveles del mar descendieron cerca de 130
m en todo el mundo, por lo que las islas Malvinas pudieron haber estado
separadas del continente por sólo una estrecha franja de 20 km de ancho.
Probablemente esta estrecha franja haya estado cubierta de hielo periódicamente,
permitiendo que una población ancestral del warrah colonizara las islas a
través de estos puentes efímeros. Luego, el aislamiento geográfico y la
evolución hicieron el resto.
Por otro lado, el hallazgo de nuevos especímenes de D.
avus en la Pampa y la Patagonia, revelaron que la extinción de esta segunda
especie de zorro patagónico ocurrió mucho más recientemente de lo que se
suponía. La datación indica que los últimos zorros tienen una antigüedad de
aproximadamente 400 años, por lo que su extinción ocurrió luego de la llegada
de los europeos a América. Esto significa que este zorro bien pudo haber sido
observado por naturalistas y exploradores que en el siglo XIX recorrían las
pampas y estepas patagónicas. Desafortunadamente, sólo existen un par de
relatos de viajeros ingleses que cuentan de encuentros con un “Aguará”. Que
efectivamente se haya tratado del D. avus permanecerá en el terreno de las
conjeturas. Estos nuevos hallazgos indican que en las causas de su extinción
fue crucial el papel del hombre europeo y los cambios que introdujo en los
sistemas naturales, tales como la introducción de ganado con la consiguiente
alteración de la vegetación y la llegada de perros domésticos europeos.
La historia de la extinción de ambos zorros nos enseña
cuán poderosos somos como especie en cuanto a desplazar y eliminar aquellas que
compiten con nosotros. Para muchos, actualmente estamos en riesgo de una sexta
extinción masiva, como consecuencia del enorme impacto de nuestra civilización
en todos los ecosistemas de la tierra. Así como la historia la escriben los que
ganan, los científicos se ocupan que no olvidemos la historia de los que
perdieron.
Foto:
Piel
de D. australis montada.
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