Todos necesitamos un milagro o al menos necesitamos
creer que son posibles. Lo necesita con urgencia el presidente Chávez y su familia,
lo necesitan los venezolanos para conservar a su líder popular. Chávez
es el elemento de unidad de una gran diversidad progresista que camina hacia el
socialismo. Lo de Venezuela es una realidad que ocupa la mente de muchísimas
almas. Es que hoy más que nunca en su historia este proceso se esta poniendo a
prueba. Militantes sociales y políticos, que integran el cuerpo de ese proceso abierto
en Venezuela, ponen a prueba la fuerza de sus construcciones y el alcance de sus convicciones.
Necesitan creer que podrán seguir, necesitan en este momento
confiar que lo construido estará
asegurado sin la presencia del líder bolivariano, de hecho están demostrando que lo creen, lo
creen con una convicción que solo
la inteligencia colectiva puede brindar. En esa línea apoyan su creencia
millones de militantes sociales en America y el mundo, que en este momento piensan y sienten con el
pueblo venezolano, y resisten al
fantasma de dispersión y de muerte que anhela y expresa
la derecha global, dado que este proceso gravita todo el continente.
Así es, a este sentimiento de creencia se llega por la convicción o por fe.
Por la convicción que se adquiere mediante la observación y el estudio, o es la
creencia pura a la que solo acceden aquellos con el don de la fe. Creencia
como un estado de la conciencia, o un
mecanismo de supervivencia, pero creencia al fin.
En esa creencia transitan los argentinos que ven en este gobierno un
proceso abierto para canalizar las esperanzas hacia un país más justo, esperanzas que
quieren desvanecerse ante los rancios jueces, que abiertamente se muestran ajenos al avance democrático de la
sociedad, y totalmente alejados del pueblo, o ante el aval de este gobierno
para el saqueo de los recursos naturales, y el sacrificio del medio ambiente; Aún
más difícil de sostener estas esperanzas
es en las provincias, donde los pilares del feudo siguen intactos, y
donde el liberalismo y las injusticias muestran su cara más despiadada.
De la esperanza se nutre también el futuro de miles de productores
ganaderos o agrícolas de los llanos riojanos, esperando el milagro de la lluvia. Es la fe que en estos días les permite seguir en
pie, mientras el ganado se muere de hambre, soportando las sequías, y las afrentas de sus políticos.
Es la fe de una joven del interior, que en la galería de su humilde casa
contempla una virgen llorar, y de eso se nutren sus días y se renueva su vida.
Quizás creer en los milagros, es llegado el momento, parte de nuestro instinto,
es esa cuota extra de vitalidad para aquellos que se mantienen en la lucha, la
lucha que sostienen los que se animan a vivir, los que pelean contra una
enfermedad, los que se aferran con convicción a la justicia, y caminan hacia ella.
Es cuando la voluntad transita cuesta arriba, cuando la soledad nos pone
cara a cara con nosotros mismos, es cuando los Allis que sostienen el santo sobre sus hombros,
cargan para nosotros su historia hasta el presente, es cuando un campesino resiste la sequía, cuando la convicción se sobrepone al miedo o a
la tortura, cuando elegimos lo colectivo por sobre lo individual, o el camino mas largo porque es correcto.
En todos los casos es una cuota
extra de voluntad, una forma allanar el
camino para los milagros. O es en el plano de las convicciones, como dijo el Che, “…pelear con media verdad contra toda una
mentira”.
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