jueves, 9 de mayo de 2013

Humanismo políticamente correcto



Algunas fechas están pensadas para practicar un humanitarismo políticamente correcto. El pasado día del animal por ejemplo. De la situación de calle de los perros se puede culpar a diversas personas e instituciones, pero con cierto nivel de indulgencia o impunidad. Y cuidar un animal implica menos esfuerzo que hacerlo con un niño. Y sobre todo menos cuestionamientos y preguntas.

Esta práctica parece extenderse a otras fechas de popularidad ascendente y bastante difundidas en los últimos años. El día internacional de la mujer es una de ellas. Son hechos en que la sociedad se pone de acuerdo para fingir que las reglas habituales están suspendidas, cuando en realidad operan muy por debajo de lo fingido, cumpliendo su función con creces. Además sirven para legitimar mediante la negación simbólica el sentido común. Un regalo empresarial cumple la función de expiar por decirlo de alguna manera todo un año de explotación laboral, violencia simbólica, acoso sexual y otras formas de vulnerar los derechos de la mujer trabajadora.

Es interesante poder ver los límites del humanismo políticamente correcto. No se ha creado aún el día del niño hambriento o el día del niño sin escuela ni juguete. Es complicado imaginar hordas de clasemedieros juntando en las esquinas niños indigentes para alimentarlos, vestirlos de fiesta y jugar con ellos. Aunque el límite entre los perritos callejeros y los indigentes parece desdibujarse cada vez más para ciertos sectores de la sociedad que sueñan con un país no sin realidades indeseadas sino más bien sin los sujetos de esas realidades.

A esta práctica se le opone un humanismo peligroso que piensa los porqués de las cosas y no se detiene a las puertas de la conveniencia ni de la amenaza de clase. Como dijo el obispo brasileño Helder Cámara: Cuando alimenté a los pobres me llamaron santo; pero cuando pregunté por qué hay gente pobre me llamaron comunista. Esta clase de humanismo recoge una tradición de varios siglos intentando desenmascarar las causas ocultadas de la inequidad cotidiana con la que el mundo gira. Enfrentado al sentido común se plantea una mirada sobre el hombre en su condición primera y última.

Tanto es así que por el momento parece perder la batalla contra el humanitarismo maquillado y practicado e incitado por los generadores del statu quo. Dentro de lo políticamente correcto se esconde el mecanismo que regula la salud de las máscaras que cubren los sentidos de la libertad. Mientras tanto desde la otra vereda se intenta retomar el camino de la comprensión y la superación del humanismo falso. 

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