Al pronunciar tan curiosa palabra, una montaña de recuerdos y emociones acuden a nuestra mente. Creo que a todos nos pasó allí, en la azul infancia, cuando escuchamos por quizás la primera vez, con marcada solemnidad y retorico entusiasmo de la boca de la señora o señor director de la primaria, subidos al pomposo discurso del 25 de Mayo, aquella heroica palabra. Nosotros, niños de entonces, no le dábamos mayor valor, o quizás la atesorábamos para después.
La palabra quedó suspendida en el aire, y así pasó el tiempo mirando volar a las torcazas en libre y potente vuelo; a los loros desordenados y bullangeros, mientras un canario cantaba su tristeza desde la otra punta de la realidad de entonces: los unos libres, los otros presos.
No sabíamos donde obtenían su alimento las inasibles torcazas, pero sí, que el canario comía amargamente el alpiste que le daba su carcelero a cambio de su canto aprisionado.
Pasó otro manojo de tiempo, y llegamos al colegio secundario y allí, en clase de francés, leí y me emocioné por primera vez con esa palabra de los versos de Paul Eluard: Libertè, o libertad.
“Sobre la calma que retorna,
Sobre los extintos pavores,
Sobre el anhelo sin memoria,
Escribo tu nombre…”
Ya en plena adolescencia cayó sobre nosotros, los que vivíamos en los pacíficos valles cordilleranos, la infernal catarata de la realidad: guerras, muertes, desamparo, dolor, espanto, hambre, destrucción, campos de exterminio. Esa era (es) nuestra historia, la historia del género humano. Después, con algunas variantes, vivimos ese horror en nuestra propia patria.
Hace unos pocos días, luego de más de treinta años de ausencia volví a encontrarme con los versos del poeta francés, justo en esos días en que mi pueblo, o más bien la parte más vulnerable de él a la codicia y a la necesidad, rendía ignominioso tributo a las cadenas. Y recordé con amargura y esperanza:
“Y en el poder de la palabra
Mi vida vuelve a comenzar:
He renacido a tu llamada
Para invocarte,
LIBERTAD”.
FELIX R. GUERRERO
que emotivo!!! la posmodernidad ha bastardeado tanto la libertad que, para los que luchamos por ella, no hay mejor invocación que practicarla.
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