Considerada uno de los íconos de la corrupción política de los años 90 y con un costo aproximado de US$ 1,2 millones cuando fue construida, en 1997, la pista de aterrizaje de Anillaco (La Rioja) aún existe, y sobre su pavimento recibe una media docena de avionetas a lo largo de doce meses. Tal es el tráfico medio anual. Pero hay algo más: el predio también sirve desde hace medio año de residencia para un joven matrimonio, encargado de la vigilancia del área a cargo de la Municipalidad del departamento riojano de Castro Barros.
Ubicada a sólo 800 metros de “La Rosadita”, emblemática residencia construida por Carlos Menem durante los años 90, el particular aeropuerto fue el centro de acusaciones, denuncias y sospechas de todo tipo.
“La pista hoy está habilitada; el asfalto está perfecto, y se limpian los márgenes de yuyos una vez al año”, explicó el director provincial de Aeronáutica del Gobierno de La Rioja, Daniel Gorkich. De hecho, el funcionario detalló que la concesión de los permisos para la utilización de la pista de Anillaco corresponde al Ejecutivo provincial como propietario de la infraestructura.
“Está fuera de la jurisdicción del Órgano Regulador del Sistema Nacional de Aeropuertos (Orsna). De hecho, nunca lo estuvo”, confirman desde la entidad dependiente del Ministerio de Infraestructura y Vivienda. Y tampoco se informa sobre la pista de Anillaco desde la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC).
En cualquier caso, el uso actual de la pista, con una longitud de 2400 metros (equivalente a la del Aeroparque Jorge Newbery, en Buenos Aires), y una ancho de 40 metros, se limita a las escasas visitas de funcionarios provinciales o de empresarios agrícolas, las eventuales necesidades del servicio de extinción de incendios o de un avión en situación de emergencia, y los periódicos vuelos de instrucción de los alumnos del Aeroclub de La Rioja, una asociación civil también dirigida por Daniel Gorkich y organizadora de algún festival aéreo en el predio.
“No tiene mucho movimiento [la pista]”, admitió el dirigente provincial. En total, “5 o 6 avionetas al año”, coincidió el encargado de la Hostería del Automóvil Club Argentino (ACA) de Anillaco, Luis Nieto.
Y, en absoluto, aterrizan o despegan aviones de carga para la exportación de aceitunas, o para la promoción de las exportacionea agrícolas, como se argumentó desde instancias oficiales antes de inaugurar la pista durante 1997, gracias a la donación por parte de empresas privadas de materiales y mano de obra al entonces presidente.
Posteriormente, el ex gobernador riojano Ángel Maza había admitido ante el juez federal Adolfo Bagnasco como razón principal de la infraestructura, la seguridad personal de Menem y sus invitados, puesto que antes aterrizaban en la propia ruta con el consiguiente riesgo también para la integridad física de los automovilistas en circulación por la zona.
Aunque Bagnasco se declaró incompetente para dictaminar un presunto delito por el empleo de fondos federales en la construcción, hasta un informe del Fondo Monetario Internacional intervino en la controversia: “El presidente de un país que hace construir un aeropuerto en su pequeña ciudad natal también se involucra en un acto de corrupción, aunque no implique pagos de sobornos”.
No en vano, una pista con dimensiones similares al porteño Aeroparque Jorge Newbery, y ubicada a un centenar de kilómetros del aeródromo de La Rioja parece desproporcionada para un departamento que según el Censo 2010 del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) tiene 4235 habitantes, como Castro Barros.
Y aunque nunca se construyó la torre de control y el hangar proyectados, la pista fue operativa durante las horas nocturnas o jornadas de escasa visibilidad gracias al sistema de balizamiento donado por la empresa Aeropuertos Argentina 2000, justo después de lograr la concesión de una treintena de infraestructuras aéreas del país en el marco del proceso privatizador culminado en 1998.
Ya no están sobre el asfalto las balizas, robadas poco después hasta con los cables, y tampoco queda rastro alguno de políticos y empresarios nacionales e internacionales como Henry Kissinger, Eduardo Duhalde o Franco Macri, usuarios de la pista de Anillaco en tránsito a la cercana residencia menemista.
A pesar de que el ex presidente ya no vive en la finca La Rosadita, situada a 800 metros de la pista y en venta desde 2008 por 800.000 dólares, los dos lugares continúan como “principal objetivo de los turistas” en Anillaco, calculados en alrededor de 300 personas al mes por el encargado de la Hostería de ACA.
Mientras la mansión de Carlos Menem, residente en hoy en la ciudad de La Rioja, permanece vacía, una pequeña casa en la vecina pista de Anillaco constituye ahora el hogar de un matrimonio joven sin chicos. “Es un favor mutuo”, dijo Roberto Altamirano, que no paga alquiler por la vivienda, pero tampoco cobra sueldo por su labor como vigilante.
Ante la ausencia de empleo fijo y la inactividad de la pista, Roberto Altamirano se gana la vida “haciendo changas”, y dedica el tiempo libre a cultivar viñas y flores junto al asfalto.
Por Armando Camino
Viernes 28 de Enero de 2011
Generalmente todas las semanas se ve una avioneta sobre la pista, sea o no el mismo vehiculo aereo da la sensacion la pista recibe mas de media docena de aterrizajes por año, que eso no se informne es otra cosa, es un hecho a simple vista de todos lo que transitan la ruta, otra cosa es no lo quieran ver.
ResponderEliminarLa famosa pista de Anillaco más que un símbolo de corrupción es un símbolo del narcotráfico o de toda cosa vil
ResponderEliminarLo que pasa es que los costeños nos hacemos los tontos, los que no sabemos nada, que no vemos nada. Sera que sin jugarnos por nada la pasamos mejor- La costa nos necesita comprometidos con su presente y su futuro- Denunciemos lo que pasa por nuestros hijos, por nuestros nietos- Por los que se fueron- Saludos
ResponderEliminarHay una obra faraónica mucho más indignante y peligrosa que se hizo en Anillaco: el dique.
ResponderEliminarEl dique involucro fondos del Estado provincial, seguramente, y del Nacional sin duda. En su rotura, generó grandes daños materiales, arriesgó vidas, sepultó casas, y casi deja inutilizado el CRILAR, instituto del CONICET. Saludos a todos!
Guillermo Correa -antiguo residente.