miércoles, 3 de noviembre de 2010

Breve historia del pan en Aminga


A propósito de la implementación del programa "Pan y organización"

Hace ya miles de milenios, los pájaros en alegre algarabía, compartían el pan en grano en los trigales silvestres del algún lugar del mundo. Los hombres primitivos aprendieron de ellos las ventajas de compartir alegre y solidariamente. Así lo confirman las prehistóricas pinturas rupestres que los muestran  cazando colectivamente para comer colectivamente, con tanta naturalidad, en la hostil naturaleza de entonces.

Pero...

Se sucedieron años, siglos y milenios para que los flamantes humanos abandonasen la vida nómade y se formasen las primeras aldeas y se cultiven los primeros trigales y otras especies vegetales comestibles. Detrás de la abundancia vino la codicia y ya el pan tuvo dueño y ya no fue para todos. Los antecesores de los privatizadores, usaron del pedernal como arma para arrebatar y apropiarse del pan de todos; vino la era del bronce y fabricaron armas de bronce para arrebatar el pan; vino la era del hierro y fabricaron armas de hierro para arrebatar el pan; vino la era de la era de la pólvora y fabricaron armas de fuego para arrebatar el pan; vino la era industrial  y se adueñaron de la fabricación del  pan; vino la era atómica y fabricaron misiles nucleares para quedarse con todo el pan. Y vino el hambre a matar a millones de niños sin pan, que mueren a miles cada día.

Neruda, el Poeta de los pobres cantó: “… Por eso, pan, / si huyes / de la casa del hombre, / si te ocultan,/ te niegan,/ si el avaro/ te prostituye, / si el rico / te acapara,/ si el trigo / no busca surco y tierra,/ pan / no rezaremos,/ pan / no mendigaremos, / lucharemos por ti con otros hombres, / con todos los hambrientos,/ por todos los ríos y el aire / iremos a buscarte…”

Así nos encontró  la posmodernidad. En la década de los 70 estalló la crisis económica y social en América Latina. También estalló la paciencia y la rebeldía de los que se negaron a morir de hambre: los pueblos sometidos se rebelaron. Hubo muerte y represión policial y militar. Hubo un plan cóndor que impuso el imperio norteamericano para frenar las luchas por el pan y la dignidad latinoamericanas. Llegó el obispo Angelelli a La Rioja trayendo en sus manos un proyecto cooperativo para dar de comer a todos los Costeños y lo mataron. El tan solo quería que todos los niños tengan pan para comer. Igual lo mataron. Pero dejó  la semilla en lo profundo de la tierra de Los Llanos, y en la tierra de los Costeños. 

En estos días llegó el ex cura Pocho trayendo harina para un proyecto comunitario. El aguerrido Hornero y el curtido concejal Juan Pablo Mercado aceptaron el desafío de cumplir aunque sea una pequeña partecita aquel sueño que desvelaba a Angelelli: que los niños coman pan. Este modesto proyecto, por el momento tan solo se lleva a cabo en Aminga, pero con la ilusión de extenderlo a todo el departamento. La esperanza está cifrada en la gente de Aminga, no en los “políticos”. El trabajo Comunitario implica rescatar la vieja tradición milenaria de juntarse trabajando para los que sufren estén un poquito mejor. Así lo interpretaron las entusiastas vecinas amingueñas que se arremangaron para fabricar pan sin cobrar nada ni especular en nada. Tan solo la alegría de entregar su trabajo convertido en amor solidario.

Menos la solidaridad, todo es confuso, peligroso, difícil, inestable, mentiroso; menos la esperanza todo es tiniebla, espanto, resignación, inercia, paralización, derrota; menos la lucha todo carece de esperanzas verdaderas.

El hombre se resuelve en fe, (elemental-ancestral), hasta tanto sea capaz de hacer uso de la teoría política  adecuada que desde Marx  existe y que con creces ha sido puesta en práctica en algunos países.
Entonces creo que es válida la alegría y la esperanza que expresan las mujeres amingueñas, en la foto de la nota publicada precedentemente en la página de La Bocona. Es válido volver a  empezar después de la derrota del campo popular, aunque sea con utopías tan pequeñas, que sin embargo dan lugar a la esperanza y a la práctica solidaria.-

FELIX R. GUERRERO

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