El
viernes pasado familiares de Romina Ríos, la joven víctima de
femicidio, marcharon junto a otras familias y organizaciones
sociales. Víctimas de gatillo fácil, trata de personas y de las
chicanas del sistema judicial, se movilizaron bajo una misma
consigna: Justicia. Los discursos apuntaron hacia el abuso policial,
la complicidad de los tribunales y el Estado, la incapacidad y la
falta de decisión política para resolver crímenes por parte del
sistema judicial. Alrededor de 1000 personas dieron un alerta
importante tanto al gobierno, preocupado por las elecciones internas
del PJ, así como a la sociedad y su todavía alto grado de
indiferencia. La crónica de la marcha y la opinión de Alejandro
Romero.
Bajo
un cielo gris y también bajo la lluvia se llevo a cabo la marcha por
Romina Rios, se pide justicia, se pide celeridad se pide que los
responsables estén donde tienen que estar.
Participaron
familiares de otras víctimas y acompañaron referentes sociales.
Junto
a este caso de femicidio asoman el rostro los nombres de muchas
víctimas que aún no encuentran justicia, y detrás del dolor y la
desolación, asoma la impenetrable maraña de complicidades
corporativas de un sistema que mata. Cómo hacer, o qué pedir cuando
la palabra justicia ya no suena a nada, cuando esta casi naturalizado
que la brutalidad policial y la justicia amañada se cuidan la
espaldas, cuando detrás de un caso viene otro y otro y la justicia
no llega, o peor la justicia se compra o se vende.
Qué
hacer para que cada muerte no sea una más. La respuestas para
quienes claman desde el llano es solo seguir el camino y no parar
hasta conseguir justicia, asumir finalmente que cada vida que esta
máquina descompuesta nos arrebata tiene un valor histórico único
en la resistencia del pueblo y la defensa colectiva de la vida.
Los
que no aparecen ni por asomo son los responsables políticos, o una
autocritica pública de estos, para decir siquiera que desde la
política existe una deuda al respecto. Lo cierto es que en
provincias como la nuestra el poder está más cerca de ser parte del
problema que de la solución.
El
femicidio de Romina por parte de un policía de 19 años ocurre en el
contexto de la interna del partido de gobierno sin embargo el tema
pareciera no existir ¿acaso de esto no hay que hablar, o no existe
más nada que hablar que no sea por la disputa de poder. En realidad
urge instalar el debate sobre cuál es la policía que queremos,
lamentablemente este reflejo no asoma desde la clase política y esto
es un mal síntoma para quienes esperan avances en la justicia. Por
eso será necesario sobrevivir el dolor y entender que el pedido de
justicia debe apuntarse más allá de las penas, que la justicia
además de no dejar libre a los responsables de los crímenes debe
apuntar a hacer una sociedad más justa.
A
más de treinta años de democracia la policía sigue siendo y
reproduciendo lo peor de las practicas represivas. Con el caso de
Romina asoma un pedido que la clase política se niega a escuchar
aunque todo apunte directamente a ellos, al menos en la
responsabilidad ética de avanzar en la democratización de las
instituciones.
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